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lunes, 28 de abril de 2014



LECTO ESCRITURA Y ACTIVIDAD DOCENTE EN LA ENSEÑANZA DE ADMINISTRACIÓN

Mg. Carlos A. J. Molinari

“La ilusión de ser otro que nos promete la lectura nunca defrauda,
porque terminamos siéndolo. No un personaje u otro,
sino un hombre o una mujer distintos.
En algún punto del camino nos encontramos
con una versión más acabada y rica de nosotros mismos.
Y ya no volvemos a ser aquel que fuimos antes de leer”.[1]
Claudia Piñeiro

La frase del inicio, que se refiere a la literatura y no a la lectura de materiales académicos, expresa no obstante, en toda su dimensión, el papel transformador de la lectura.
Uno de los problemas que encontramos los docentes que nos desempeñamos en el ámbito de las ciencias sociales y, en particular en las económicas, es la baja capacidad de lectura y, a su vez, comprensión de los textos leídos, que poseen nuestros alumnos.
Se atribuye esta situación al contexto socio-cultural y económico, que impulsa a los niños y adolescentes al abandono de la lectura y su reemplazo por otras interfases de vinculación con el conocimiento del mundo que los rodea, como son la televisión, las computadoras y su interacción a través de internet y el teléfono celular y, su también interacción a través de las redes de los mismos y las denominadas redes sociales.
Independientemente de que la utilización de algunas de las interfases que hemos citado, implican lectura y escritura, el problema al que se enfrenta la actividad docente es que lo que los alumnos entienden por lecto-escritura, se encuentra a una distancia importante de las necesidades de un curso universitario en relación con este tema.
No hay dudas, que los alumnos que ingresan en esta etapa histórica a la Universidad, corresponden a una generación que autores como el italiano Franco Berardi denominan post-alfabética. No han sido formados en la lectura y el pensamiento reflexivo que la misma produce, sino que se han relacionado con su entorno a partir de la imagen y, en el caso de la palabra escrita, con la instantaneidad, con la velocidad que imprime internet o la telefonía celular y la fragmentación resultante.
Quienes ejercemos la actividad docente, debemos concentrar esfuerzos en impulsar el pensamiento reflexivo, que son posibilitados por la lectura y la escritura, pues como sostiene Carlo Ginzburg, “La hegemonía de la cultura escrita sobre la cultura oral fue fundamentalmente una victoria de la abstracción sobre el empirismo”[2].
Frente a este objetivo, surge el obstáculo mencionado al comienzo sobre el casi nulo hábito de lectura y comprensión por parte del destinatario de nuestra actividad. Pero el abordaje de esta situación, no es sencillo, pues sus causas no responden a un análisis lineal y mecanicista, sino que necesitan de un análisis sistémico para su comprensión, así como para encarar caminos de solución en el marco del trabajo áulico.
Debemos preguntarnos, si es que los alumnos que recibimos en nuestros cursos leen menos[3], o lo hacen a partir de otras interfases y desde otros esquemas mentales. ¿A qué nos referimos con esto?
Primero, que si las nuevas generaciones están siendo formadas en el conocimiento de su contexto a partir del predominio de medios audiovisuales, es lógico suponer que son éstos los mecanismos de conocimiento que utilizan en una primera instancia. Este tipo de medios, permiten acceder a datos en forma instantánea, donde en poco tiempo es posible acumular gran cantidad de los mismos. El problema reside en que son solo datos, pues no hubo tiempo de procesarlos; por lo tanto es información fragmentada que debe ser necesariamente reelaborada para que la misma esté dotada de sentido.
Por otra parte, también hay que considerar que esos datos provienen de medios electrónicos, como la televisión, la computadora –en sus distintas versiones- o el teléfono celular, lo que conduce a una relación de cercanía con estas tecnologías, que aleja de otras como la del libro.
A lo expuesto, debemos incorporar como un dato más del contexto argentino, la falta de articulación entre la escuela media y la universidad para encarar políticas conjuntas destinadas al abordaje de este problema.
En este cuadro de situación, el objetivo de este breve artículo, es reflexionar acerca de algunas metodologías que se podrían desarrollar en el marco de una estrategia áulica, desde nuestras Universidades, para mejorar la calidad de lectura y escritura de nuestros estudiantes, impulsando en ellos el pensamiento reflexivo al que nos habíamos referido, tan importante para comprender una sociedad que no solo se nos presenta como cambiante en forma acelerada, sino también inestable para nuestra vida personal y para la supervivencia de la especie.
Resulta evidente, que los alumnos se encuentran más familiarizados con la utilización de internet que con los libros, para cualquier actividad que realizan, entre ellas el estudio. Entonces la pregunta es, porqué no utilizar esta capacidad de vinculación con lo audiovisual, para potenciar la lectura y la escritura.
¿Cómo se podría lograr? Por ejemplo, utilizando la formidable base de datos que representa la red. El docente puede facilitar al alumno el acceso a documentos audiovisuales, sobre el o los temas que se encuentre trabajando en el curso en ese momento. Pero no para que simplemente se los lea y luego se traslade al aula su conclusión en forma oral, sino que se debe impulsar el análisis y su traducción al lenguaje escrito. De esta forma, se genera el encuentro del alumno con la terminología específica de la disciplina y, a su vez, el desarrollo de una escritura también vinculada a la misma. Esta actividad no reemplaza la lectura de bibliografía, pero puede alternarse con la misma, para posibilitar una mejor comprensión de cada tema a partir de herramientas que el alumno conoce y por otra parte, cumplir el objetivo de desarrollar la capacidad de escritura en lenguaje profesional.
Otra situación también vinculada a la utilización de la red internet, es la relacionada con la lectura propiamente dicha. Debemos aceptar que los alumnos leen cuando se conectan a la red a través de una computadora, aunque no lo hacen utilizando como intermediario el libro.
En este punto, hay que aceptar que el libro en el formato en el cual lo conocemos, es el producto de un desarrollo histórico y que, el hecho de que no siempre fue así, nos está diciendo que tampoco lo será para siempre.
De hecho, el ser humano ha expresado su imaginario y el conocimiento del mundo que lo rodea, en el devenir histórico a partir de imágenes antes de la escritura. Y cuando ésta última –en sus distintas formas- comenzó a ser utilizada, lo hizo sobre paredes de piedra, cortezas vegetales, madera, pieles animales, hasta llegar al papel y posteriormente al libro. Lo importante es el contenido de la escritura y no el formato; esta es la base sobre la que debemos trabajar; sin dejar de reconocer la importancia del libro en la masificación de la lectura, papel en el cual las tecnologías digitales pueden ser un sucesor.
No interesa la interfase que se utiliza para leer, pues de hecho creo que marchamos hacia una profundización en la utilización del libro en formato digital, aunque no pienso que el libro como lo conocemos vaya a desaparecer en un corto lapso de tiempo. No obstante, si el alumno está familiarizado con las herramientas digitales de lectura, con ellas se debe trabajar con el mismo objetivo que hemos expuesto: provocar el pensamiento reflexivo. Es en este espacio, donde el docente debe jugar un papel activo, orientando al alumno.
Nuestro punto de partida debe ser, que no importa la cantidad de material disponible presente en las bases de datos en internet. Esto es irrelevante a nuestros fines, ya que como manifestara Ricardo Piglia, la imagen es instantánea mientras que para leer se necesita tiempo; leemos a la misma velocidad que en los tiempos de Aristóteles; lo que interesa es la calidad y no la cantidad, que frente al hecho mencionado se transforma en contraproducente. 
Por lo tanto, el docente puede aprovechar la predisposición del alumno a las búsquedas en internet para orientarlo hacia el encuentro con materiales relativos a la disciplina en que se está trabajando. La guía del docente se torna esencial para discriminar cuando un trabajo puede ser seleccionado como relevante y cuando no para la asignatura bajo estudio.
La figura de la monografía se revela así como un instrumento extremadamente útil, pues posibilita al alumno la búsqueda bajo la guía experta del docente de material sobre el tema elegido; posteriormente, un trabajo de preselección a partir de la lectura del mismo a los fines de la monografía. Y finalmente deberá encarar la escritura de la monografía donde deberá exponer en el lenguaje técnico de la disciplina.
Las ideas expuestas, aún con las limitaciones que impone la brevedad de este tipo de texto, giran alrededor de la idea de que las nuevas tecnologías digitales, no solo no deben ser demonizadas como opuestas al libro y la consiguiente lectura, sino que pueden ser un aliado relevante para mejorar en nuestros alumnos sus capacidades de lectura y escritura.
Debemos estar preparados para que en las próximas generaciones, el peso en la utilización de estas interfases para relacionarse con la palabra crezca en forma exponencial. Pero igual que cuando el libro reemplazó a los manuscritos, esto representará un salto cualitativo para la humanidad, en la medida en que ampliaremos nuestro horizonte para leer y escribir. La web 2.0, la nueva 3.0 y los saltos tecnológicos a los que asistiremos, impulsarán la necesidad de nuestros alumnos de leer y escribir, pues todos podrían transformarse en escritores, con las limitaciones que esta frase encierra. El papel de los docentes es orientar en la selección y calidad de los materiales de lectura.
Las metodologías de trabajo que aquí se proponen, están siendo experimentadas por quien esto escribe en sus cursos, donde hasta ahora los resultados son altamente prometedores.
No se está proponiendo un abordaje exclusivo a partir de la utilización de las redes y las tecnologías digitales, pues lo descripto no invalida la utilización de otros métodos. Como por ejemplo el de la lectura crítica de los textos, que al soslayar la simple lectura con fines memorísticos, posibilita al alumno el análisis del texto seleccionado a la luz de otros autores leídos en el propio curso o, en otros momentos[4].
O el caso de metodologías más tradicionales, como es la lectura de varios autores con fines de establecer relaciones entre sus conceptos, los cuales al ponerse por escrito, van familiarizando al alumno con la terminología propia de la disciplina.
Como ya se ha expresado, el objetivo de este trabajo es solo el de exponer algunos caminos que se pueden seguir en el aula, a los efectos de promover actividades de lecto-escritura que mejoren la capacidad de nuestros alumnos y potencien su formación profesional. Por lo tanto, lo expuesto no pretende operar como instructivo, sino más bien como un material que nos permita reflexionar sobre nuestra práctica y la importancia de desarrollar nuevos métodos a partir de esas reflexiones.



[1] En: Friera Silvina. El autor nos presta sus personajes. Diario Página 12, Buenos Aires, 21 de agosto de 2011.
[2] Ginzburg Carlo. El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Ediciones Península. Barcelona, España, 2008.
[3] Vamos a concentrarnos en el análisis de la lectura, ya que la consideramos una condición básica para el ejercicio de la escritura.
[4] Ver para ampliar: Molinari Carlos A. J. ¿Porqué una “Lectura Crítica”? Revista Conexión Abierta, Universidad Abierta Interamericana, 2ª Época, Nº 2, Buenos Aires, Diciembre 2007; pp. 68-69.