LECTO ESCRITURA Y ACTIVIDAD DOCENTE EN LA ENSEÑANZA DE ADMINISTRACIÓN
Mg.
Carlos A. J. Molinari
“La ilusión de ser otro que nos promete la lectura
nunca defrauda,
porque terminamos siéndolo. No un personaje u otro,
sino un hombre o una mujer distintos.
En algún punto del camino nos encontramos
con una versión más acabada y rica de nosotros
mismos.
Y ya no volvemos a ser aquel que fuimos antes de
leer”.[1]
Claudia
Piñeiro
La frase
del inicio, que se refiere a la literatura y no a la lectura de materiales
académicos, expresa no obstante, en toda su dimensión, el papel transformador
de la lectura.
Uno de
los problemas que encontramos los docentes que nos desempeñamos en el ámbito de
las ciencias sociales y, en particular en las económicas, es la baja capacidad
de lectura y, a su vez, comprensión de los textos leídos, que poseen nuestros
alumnos.
Se
atribuye esta situación al contexto socio-cultural y económico, que impulsa a
los niños y adolescentes al abandono de la lectura y su reemplazo por otras interfases
de vinculación con el conocimiento del mundo que los rodea, como son la
televisión, las computadoras y su interacción a través de internet y el
teléfono celular y, su también interacción a través de las redes de los mismos
y las denominadas redes sociales.
Independientemente
de que la utilización de algunas de las interfases que hemos citado, implican
lectura y escritura, el problema al que se enfrenta la actividad docente es que
lo que los alumnos entienden por lecto-escritura, se encuentra a una distancia
importante de las necesidades de un curso universitario en relación con este
tema.
No hay
dudas, que los alumnos que ingresan en esta etapa histórica a la Universidad,
corresponden a una generación que autores como el italiano Franco Berardi denominan
post-alfabética. No han sido formados
en la lectura y el pensamiento reflexivo que la misma produce, sino que se han
relacionado con su entorno a partir de la imagen y, en el caso de la palabra
escrita, con la instantaneidad, con la velocidad que imprime internet o la
telefonía celular y la fragmentación resultante.
Quienes
ejercemos la actividad docente, debemos concentrar esfuerzos en impulsar el
pensamiento reflexivo, que son posibilitados por la lectura y la escritura,
pues como sostiene Carlo Ginzburg, “La
hegemonía de la cultura escrita sobre la cultura oral fue fundamentalmente una
victoria de la abstracción sobre el empirismo”[2].
Frente a
este objetivo, surge el obstáculo mencionado al comienzo sobre el casi nulo
hábito de lectura y comprensión por parte del destinatario de nuestra
actividad. Pero el abordaje de esta situación, no es sencillo, pues sus causas
no responden a un análisis lineal y mecanicista, sino que necesitan de un
análisis sistémico para su comprensión, así como para encarar caminos de
solución en el marco del trabajo áulico.
Debemos
preguntarnos, si es que los alumnos que recibimos en nuestros cursos leen menos[3], o lo hacen a partir de
otras interfases y desde otros esquemas mentales. ¿A qué nos referimos con
esto?
Primero,
que si las nuevas generaciones están siendo formadas en el conocimiento de su
contexto a partir del predominio de medios audiovisuales, es lógico suponer que
son éstos los mecanismos de conocimiento que utilizan en una primera instancia.
Este tipo de medios, permiten acceder a datos en forma instantánea, donde en
poco tiempo es posible acumular gran cantidad de los mismos. El problema reside
en que son solo datos, pues no hubo tiempo de procesarlos; por lo tanto es
información fragmentada que debe ser necesariamente reelaborada para que la
misma esté dotada de sentido.
Por otra
parte, también hay que considerar que esos datos provienen de medios
electrónicos, como la televisión, la computadora –en sus distintas versiones- o
el teléfono celular, lo que conduce a una relación de cercanía con estas
tecnologías, que aleja de otras como la del libro.
A lo
expuesto, debemos incorporar como un dato más del contexto argentino, la falta
de articulación entre la escuela media y la universidad para encarar políticas
conjuntas destinadas al abordaje de este problema.
En este
cuadro de situación, el objetivo de este breve artículo, es reflexionar acerca
de algunas metodologías que se podrían desarrollar en el marco de una
estrategia áulica, desde nuestras Universidades, para mejorar la calidad de
lectura y escritura de nuestros estudiantes, impulsando en ellos el pensamiento
reflexivo al que nos habíamos referido, tan importante para comprender una
sociedad que no solo se nos presenta como cambiante en forma acelerada, sino
también inestable para nuestra vida personal y para la supervivencia de la
especie.
Resulta
evidente, que los alumnos se encuentran más familiarizados con la utilización
de internet que con los libros, para cualquier actividad que realizan, entre
ellas el estudio. Entonces la pregunta es, porqué no utilizar esta capacidad de
vinculación con lo audiovisual, para potenciar la lectura y la escritura.
¿Cómo se
podría lograr? Por ejemplo, utilizando la formidable base de datos que
representa la red. El docente puede facilitar al alumno el acceso a documentos
audiovisuales, sobre el o los temas que se encuentre trabajando en el curso en
ese momento. Pero no para que simplemente se los lea y luego se traslade al
aula su conclusión en forma oral, sino que se debe impulsar el análisis y su
traducción al lenguaje escrito. De esta forma, se genera el encuentro del
alumno con la terminología específica de la disciplina y, a su vez, el
desarrollo de una escritura también vinculada a la misma. Esta actividad no
reemplaza la lectura de bibliografía, pero puede alternarse con la misma, para
posibilitar una mejor comprensión de cada tema a partir de herramientas que el
alumno conoce y por otra parte, cumplir el objetivo de desarrollar la capacidad
de escritura en lenguaje profesional.
Otra
situación también vinculada a la utilización de la red internet, es la
relacionada con la lectura propiamente dicha. Debemos aceptar que los alumnos
leen cuando se conectan a la red a través de una computadora, aunque no lo
hacen utilizando como intermediario el libro.
En este
punto, hay que aceptar que el libro en el formato en el cual lo conocemos, es
el producto de un desarrollo histórico y que, el hecho de que no siempre fue
así, nos está diciendo que tampoco lo será para siempre.
De
hecho, el ser humano ha expresado su imaginario y el conocimiento del mundo que
lo rodea, en el devenir histórico a partir de imágenes antes de la escritura. Y
cuando ésta última –en sus distintas formas- comenzó a ser utilizada, lo hizo
sobre paredes de piedra, cortezas vegetales, madera, pieles animales, hasta
llegar al papel y posteriormente al libro. Lo importante es el contenido de la
escritura y no el formato; esta es la base sobre la que debemos trabajar; sin
dejar de reconocer la importancia del libro en la masificación de la lectura,
papel en el cual las tecnologías digitales pueden ser un sucesor.
No
interesa la interfase que se utiliza para leer, pues de hecho creo que
marchamos hacia una profundización en la utilización del libro en formato digital,
aunque no pienso que el libro como lo conocemos vaya a desaparecer en un corto
lapso de tiempo. No obstante, si el alumno está familiarizado con las
herramientas digitales de lectura, con ellas se debe trabajar con el mismo
objetivo que hemos expuesto: provocar el pensamiento reflexivo. Es en este
espacio, donde el docente debe jugar un papel activo, orientando al alumno.
Nuestro
punto de partida debe ser, que no importa la cantidad de material disponible
presente en las bases de datos en internet. Esto es irrelevante a nuestros
fines, ya que como manifestara Ricardo Piglia, la imagen es instantánea
mientras que para leer se necesita tiempo; leemos a la misma velocidad que en
los tiempos de Aristóteles; lo que interesa es la calidad y no la cantidad, que
frente al hecho mencionado se transforma en contraproducente.
Por lo
tanto, el docente puede aprovechar la predisposición del alumno a las búsquedas
en internet para orientarlo hacia el encuentro con materiales relativos a la
disciplina en que se está trabajando. La guía del docente se torna esencial
para discriminar cuando un trabajo puede ser seleccionado como relevante y
cuando no para la asignatura bajo estudio.
La
figura de la monografía se revela así como un instrumento extremadamente útil,
pues posibilita al alumno la búsqueda bajo la guía experta del docente de
material sobre el tema elegido; posteriormente, un trabajo de preselección a
partir de la lectura del mismo a los fines de la monografía. Y finalmente
deberá encarar la escritura de la monografía donde deberá exponer en el
lenguaje técnico de la disciplina.
Las
ideas expuestas, aún con las limitaciones que impone la brevedad de este tipo
de texto, giran alrededor de la idea de que las nuevas tecnologías digitales,
no solo no deben ser demonizadas como opuestas al libro y la consiguiente
lectura, sino que pueden ser un aliado relevante para mejorar en nuestros
alumnos sus capacidades de lectura y escritura.
Debemos
estar preparados para que en las próximas generaciones, el peso en la utilización
de estas interfases para relacionarse con la palabra crezca en forma
exponencial. Pero igual que cuando el libro reemplazó a los manuscritos, esto
representará un salto cualitativo para la humanidad, en la medida en que
ampliaremos nuestro horizonte para leer y escribir. La web 2.0, la nueva 3.0 y
los saltos tecnológicos a los que asistiremos, impulsarán la necesidad de
nuestros alumnos de leer y escribir, pues todos podrían transformarse en
escritores, con las limitaciones que esta frase encierra. El papel de los
docentes es orientar en la selección y calidad de los materiales de lectura.
Las
metodologías de trabajo que aquí se proponen, están siendo experimentadas por
quien esto escribe en sus cursos, donde hasta ahora los resultados son
altamente prometedores.
No se
está proponiendo un abordaje exclusivo a partir de la utilización de las redes
y las tecnologías digitales, pues lo descripto no invalida la utilización de
otros métodos. Como por ejemplo el de la lectura crítica de los textos, que al
soslayar la simple lectura con fines memorísticos, posibilita al alumno el
análisis del texto seleccionado a la luz de otros autores leídos en el propio
curso o, en otros momentos[4].
O el
caso de metodologías más tradicionales, como es la lectura de varios autores
con fines de establecer relaciones entre sus conceptos, los cuales al ponerse
por escrito, van familiarizando al alumno con la terminología propia de la
disciplina.
Como ya
se ha expresado, el objetivo de este trabajo es solo el de exponer algunos
caminos que se pueden seguir en el aula, a los efectos de promover actividades
de lecto-escritura que mejoren la capacidad de nuestros alumnos y potencien su
formación profesional. Por lo tanto, lo expuesto no pretende operar como
instructivo, sino más bien como un material que nos permita reflexionar sobre
nuestra práctica y la importancia de desarrollar nuevos métodos a partir de
esas reflexiones.
[1] En:
Friera Silvina. El autor nos presta sus
personajes. Diario Página 12, Buenos Aires, 21 de agosto de 2011.
[2] Ginzburg Carlo. El
queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI. Ediciones
Península. Barcelona, España, 2008.
[3] Vamos a concentrarnos en el análisis de la lectura,
ya que la consideramos una condición básica para el ejercicio de la escritura.
[4] Ver para
ampliar: Molinari Carlos A. J. ¿Porqué
una “Lectura Crítica”? Revista Conexión Abierta, Universidad Abierta
Interamericana, 2ª Época, Nº 2, Buenos Aires, Diciembre 2007; pp. 68-69.