Puede pensarse como fuera de tema un artículo sobre arte en un blog sobre pensamiento crítico en administración. Pero en la medida en que al arte es la representación del imaginario de nuestra sociedad, como podríamos comprender la misma y sus organizaciones sin ese imaginario.
BREVE DETALLE DE UNA EXPERIENCIA
Carlos A. J. Molinari
El jueves 22 de mayo, se presentó en el Opening Show de ArteBA 2014,
en la Usina del
Arte de la Ciudad
de Buenos Aires, el proyecto Kommendes
Wort…¿proyecto artístico? ¿obra de arte? ¿performance? ¿instalación sonora
en vivo? ¿arte multimedia?...
Presenciar la puesta en escena del proyecto, generó un deja-vu al firmante; como la visita al
Instituto Di Tella en Buenos Aires en 1966. Estar sumergido en una etapa de
cambio, en un proceso que no se sabe bien a donde conduce, pero que podemos
denominar sin dudas de avant-garde.
Kommendes Wort es un proyecto de Lilian Cámera, Daniela Huerta,
Leandro Quintero y Martín Carpaneto, que explora desde la poesía, leída por
Lilian Cámera, la imagen visual fragmentada y en movimiento sobre una gran
pantalla y el sonido doloroso operado por Daniela Huerta y Federico Molinari,
ese hilo conductor que va de los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial a los
migrantes del siglo XXI; un sinfín de cuerpos torturados por otros cuerpos.
Claro que para sentir el proyecto, se debe hacer desde la visión
simultánea del libro que representa o, podríamos decir acompaña al mismo,
titulado Maut, de alemán peaje, en referencia al campo de
concentración de Mauthausen, como aclara
en la introducción a la propia obra. Y decimos obra pues de eso se trata, de
una obra de arte que ya no puede ser pensada con parámetros que no posibilitan
comprender hacia donde va el arte.
Un arte que no hay dudas puede rastrear su tradición en las
vanguardias, que desde los impresionistas, pasando por el cubismo, el dadaísmo,
el surrealismo, la Secesión
vienesa y hasta nuestros días, ha venido transformando nuestras representaciones
de la realidad, cargando con el irracionalismo, la alienación, la transformación
tecnológica y la destrucción del hombre por el hombre.
Una obra de arte –porque sí es una obra en toda su dimensión-,
producto de la imbricación de la palabra, el dibujo y la fotografía que le dan
su significado, confluyendo junto a lo que Nicolás Bourriaud denomina postproducción, como el trabajo sobre lo
ya creado. Ahí están presentes en el libro Celan, Ajmátova y Tsvetáieva, pero
también el CD mezclado por Federico Molinari, que pone sonido al material
impreso.
Y también está la imagen en vivo, esa conjunción de formas acompañadas
por el sonido, para dar vida al mundo fragmentado, torturado, dolido de las
imágenes del libro y sus poemas.
Como no pensar que quizás, solo quizás, podamos también ver en las
imágenes del libro y de la proyección en vivo, una suerte del pathosformeln de Aby Warburg, donde la
imagen de la ninfa se encuentra diseccionada, particionada por la tecnología
digital; una ciencia y una tecnología que a partir de Internet fragmentó en
escala progresiva nuestro mundo, ampliando el Denkraum warburgiano.
En la presentación del proyecto gozamos, o sufrimos, una obra de arte
de nuestro tiempo, o del tiempo que vendrá. Obra que es la presentación en
vivo, la lectura de sus poemas, su sonido -¿ambient?
¿house? ¿música experimental? ¿sonido doliente por el ser?-, sus imágenes
proyectadas, el libro, sus poemas, sus fotografías, sus dibujos, su sonido en
CD, su diagramación, su edición, su impresión, pero que también es el espacio
físico de esa presentación y el marketing de lo postmoderno puesto en juego, un
marketing de lo cool, donde el dolor
de las fotografías, los poemas y su sonido, se mezclan con un capitalismo que
esponsorea hasta a quienes lo demuelen desde la estética.
Pero lo más importante, más allá de que como sostiene Gadamer es obra
de arte por la intencionalidad del artista –colectivo en este caso-, también lo
es porque impacta en los sentidos, porque –como también sostiene este autor- es
una construcción entre el artista y el receptor.