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viernes, 22 de mayo de 2020


PREGUNTAS AL PRESENTE PARA DISEÑAR
LA ADMINISTRACIÓN DEL FUTURO

Mg. Carlos A. J. Molinari

(Ponencia en las VII Jornadas de Actualización en Administración “Una mirada a la administración actual”. Universidad Nacional de Luján, Centro Regional San Miguel, septiembre 2019)

Nos hemos planteado estas Jornadas, tal como se indica en su folleto de presentación, como un ámbito para pensar la administración en contextos denominados VICA: volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.
Voy a tomar tres de las palabras enunciadas y plantear que se entiende por las mismas. Por volátil, se entiende inconstante, inestable, oscilante; por incierto que no se conoce, ignorado y por ambiguo, que puede interpretarse de diferentes maneras.
En relación a lo expuesto podemos hacernos dos preguntas: ¿Cómo sería posible gestionar en contextos que no se conocen, que son inestables, que pueden interpretarse de diferentes maneras? Para administrar, hay que tener por lo menos ciertas certidumbres, pues caso contrario sería imposible el administrar. En una situación de estas características solo serviría la intuición, pues las herramientas técnicas y sociales que puede proveer una disciplina se transformarían en inútiles.
Por supuesto que en el contexto hay incertidumbres o volatilidad, pero el trabajo del experto en administración es justamente tomar los datos del contexto y construir escenarios futuros que le posibiliten conducir la organización, aunque esos escenarios deban ser revisados y ajustados en forma permanente.
Y la segunda pregunta, se refiere a como los hombres entendemos nuestros contextos. Tenemos la tendencia a ver el pasado con ojos de nuestro presente, lo cual hace que siempre nuestra época es de grandes cambios, casi diríamos traumática en relación a los mismos. Los cambios siempre son violentos, inesperados, traumáticos, ambiguos. Pensemos sino en lo que significó para nuestros antepasados el surgimiento del fuego, o de las grandes ciudades, o el derrumbe político del imperio romano, la invención de las máquinas aplicadas a la producción o el traslado de los campesinos al las grandes ciudades para formar el proletariado industrial. Quizás más cerca de nosotros pensemos en un europeo que vivió la Segunda Guerra Mundial; ¿quién podría convencerlo que no vivió tiempos de incertidumbre, volátiles, ambiguos, complejos?
Claro que nuestro momento histórico, para nosotros es de grandes cambios, que tienen sus particularidades, y son éstas las que voy a tratar de enunciar para ver hacia donde debería ir la teoría de la administración.
Entonces el término que voy a tomar, que pienso el más adecuado es el de complejidad, que lo utilizo en el sentido que lo hace Edgar Morín (2005), el cual le permite analizar “constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico”.

En este marco, ¿qué es lo que hace complejo al actual contexto, entendiendo por el mismo contexto político, social, tecnológico, cultural?
Primero, lo que denominamos la globalización o mundialización. ¿Cuáles son sus características? (Molinari, 2017)
a) Que abarca todo el planeta.

b) Que se estructura alrededor de una red como es Internet, que posibilita la circulación de datos, información y conocimientos en volúmenes desconocidos en la historia.

c) La veloz circulación del capital financiero, como resultado de los cambios producidos en las TIC's, que conducen al papel rector en la globalización de lo que Duménil y Lévy (2015) denominan la Finanza.

d) El impacto de las nuevas tecnologías sobre la comunicación y la logística, que genera una aceleración de la producción, la distribución y el desarrollo de nuevos productos.

e) La deslocalización física de las plantas industriales, independizándolas de los centros de consumo, privilegiando costos de mano de obra o, alternativamente, calificación de la misma, lo que se relaciona con la propia deslocalización de las empresas, en relación a lo que venía ocurriendo durante el siglo XX. Se está produciendo, en ese sentido, un proceso de multilocalización, como el caso de Apple, que al momento de escribir este trabajo ensambla el I-Phone o el I-Pad en la fábrica Foxconn en China4, pero las piezas para la fabricación son provistas por más de una docena de empresas de al menos cinco países. Como ejemplos, el chip inalámbrico es provisto por Infineon Technologies de Alemania, la pantalla portátil por Toshiba de Japón o el chip bluetooth por Broadcom de EE.UU. Pero en este último país, es donde se diseña, se patenta, se le pone marca y se comercializa el producto; o sea que es de allí de donde proviene principalmente el valor, a partir de la propiedad industrial y la comercialización, aunque ésta última representa más precio y la primera mayor valor.

f) Vinculado a lo expuesto en el punto anterior, el surgimiento de empresas con un poder superior al de los propios estados nacionales, o por lo menos en lo que hace a su capacidad de presionar sobre los mismos para orientar las decisiones de política económica de acuerdo a sus intereses. Son las llamadas metanacionales, empresas que tienen su domicilio legal en un país, en otro la gerencia corporativa, en un tercero los activos financieros, en uno o más países los empleados administrativos y las fábricas, cuando forman parte, o tercerizadas o distribuidas en países con beneficios en los costos. Estas empresas desnacionalizadas podrían ir más allá de este concepto para transformarse en organizaciones totalmente virtuales; las fábricas y depósitos están en espacios físicos mientras que la toma de decisiones y las finanzas habitan en el espacio digital.

g) La existencia de enormes fuerzas productivas, que aceleran la velocidad en la capacidad de producción de bienes tangibles y de desarrollo de servicios.

Este cuadro nos permite preguntarnos si temas como el concepto de poder en organizaciones e instituciones o la centralización y descentralización en la toma de decisiones no deberían ser repensados y reformulados. Y la otra pregunta se refiere al propio concepto de organización e institución, si son operativos para la etapa actual.

Lo segundo que hace a la complejidad del mundo actual y que incide profundamente en nuestra disciplina es la cuestión del cambio tecnológico y su aceleración.
Analizar el impacto de este proceso en la gestión de las organizaciones así como en la propia teoría de la administración tanto en el presente, como en sus tendencias futuras, implica en una primera instancia trazar algunas líneas, aunque provisorias, sobre como las tecnologías digitales y la inteligencia artificial están configurando este nuevo contexto y, como consecuencia, reconfigurando los instrumentos de gestión.
En este sentido, hay que establecer que si bien la tecnología debe considerarse una fuerza impulsora de primer orden de los cambios operados en el entorno socio-económico, la misma no puede ser considerada como la única determinante, ya que siempre está condicionada y enlazada a una serie de variables de análisis como la cultura, la estructura social o las relaciones de clase y de poder entre otras.
No obstante podemos decir que el cambio tecnológico está impulsando profundas modificaciones en el sistema capitalista a nivel mundial desde la década de 1970. Computadoras personales, dispositivos móviles, robótica, crecimiento exponencial de la capacidad computacional de procesamiento de datos, cloudcomputing, realidad virtual y realidad aumentada, inteligencia artificial, internet de las cosas, están estructurando una realidad de nuevo tipo, globalizada e interconectada (lo que los alemanes comenzaron a denominar la etapa de la Industria 4.0) -con las limitaciones que se imponen en el uso de estos conceptos-, que pone en cuestión no solo los modelos aceptados de empresa y de gestión, sino la propia caracterización del capitalismo,  el cual se ha transformado en un capitalismo de información o, como lo denomina Stiegler (2016) un capitalismo totalmente computacional, construido por una economía de datos obtenidos a partir de las huellas que los individuos van dejando en su recorrido por la dimensión digital; o podríamos decir un capitalismo organizado por el hardware y el software conectado a la red.
Este capitalismo que autores como Carlo Vercellone (2013) denominan cognitivo, es realizado por el trabajador en forma fragmentada y mecanizada, lo que le impide una comprensión cabal de todo el proceso, generando así una mayor centralización en la toma de decisiones en las organizaciones, exactamente al revés de cómo podrían operar las tecnologías digitales o, por lo menos, como se esperaba que funcionaran.
Este proceso de automatización y fragmentación de las tareas, donde el saber profesional de los trabajadores se pone al servicio de la máquina, ha sido denominado taylorismo digital (Brown, Lauder y Ashton, 2011). De alguna manera, se estandarizan los trabajos denominados cognitivos, igual que hacía Taylor con el trabajador manual; un proceso que se inicia en realidad en la década de 1970 donde de a poco la tecnología va impactando en los trabajos administrativos y de las empresas de servicios.
Ruiz Herrero (2016) expone como a partir de una investigación realizada en el sector de las TIC y de la animación en España, se observa que por una parte cada vez se requieren más conocimientos profesionales en grado universitario para la realización de tareas, pero la descomposición de las mismas y su integración por las tecnologías digitales, alimenta la inteligencia del sistema en detrimento de los saberes individuales. Sus estudios de casos muestran como las tareas se descomponen cada vez más y se automatizan, aunque no se trata de una cadena de montaje tradicional sino de una sui generis, lo que significa que no es ciega y sus operarios tampoco son meros vigilantes. Pero se dividen las tareas en dos etapas, una primera más automatizada y simplificada, una segunda de desarrollo final de los proyectos y hasta periféricas de apoyo, siendo éstas dos últimas las que requieren de un saber complejo. O sea que se trata de una línea de montaje pero que contempla momentos de revisión y reelaboración de los resultados; son cadenas vivas como dice este investigador, que rectifican flujos y planes de acuerdo a los resultados que se pretende alcanzar. Por lo tanto los equipos son flexibles, se van conformando o modificando a medida que avanza el proyecto, con profesionales expertos que no forman parte de las plantas y se subcontratan para el objetivo, con lo cual el taylorismo digital se ve complementado con formas de toyotismo y otros mecanismos como la tercerización.
En un trabajo, publicado en el blog de Telefónica de España (Espejo González, 2016), analizando cómo debería ser la transformación digital del puesto de trabajo, se sostiene que frente a la oficina tradicional hay que comprometerse con un nuevo concepto de empleado digital, dispuesto a hacer uso de su propio tiempo y sus propios dispositivos para facilitar la convivencia con su entorno personal, contando para ello con mecanismos que le posibiliten permanecer “always on”. La empresa no solo coloniza el tiempo personal a su servicio sino que se puede observar otra característica que rompe con lo que había instaurado la revolución industrial en relación con el nuevo trabajador. El operario que ingresaba en la empresa capitalista desde la revolución industrial, renunciaba a la posesión de sus herramientas, como era el caso del artesano, pues el instrumento de trabajo era propiedad de la empresa. En una vuelta al siglo XVIII, ahora el nuevo empleado debe ser independiente, consagrar todo su tiempo en otra vuelta atrás en relación a la conquista de la jornada laboral y, como complemento, ser propietario de las herramientas para poder trabajar.
Estamos entonces frente a la existencia de un renovado fordismo-taylorismo en la empresa donde el mismo no aplica a partir de la máquina de producción física -que evoluciona hacia la robotización-, sino desde el dispositivo de conexión a la red y en espacios físicos distribuidos; el hombre es nuevamente un apéndice de la máquina que opera una cantidad de datos no conectados como un conjunto (Molinari; 2017).
Lo tercero que me interesa tratar en relación a la complejidad del contexto, como un derivado de los dos puntos anteriores es la cuestión del trabajo.
Kurz y Rieger (2014) partiendo de la idea de que las máquinas determinan nuestra vida cotidiana desde hace tiempo, sostienen que la automatización de la actividad intelectual y la sustitución de la actividad cerebral humana por software y algoritmos puede modificar el mundo laboral y la vida más de lo que lo han hecho la robotización y automatización de la producción.
Describen así como en el sistema financiero muchas decisiones crediticias son tomadas por consejos proporcionados por algoritmos, desplazando al empleado tradicional; inclusive como parte del trabajo bancario ha sido reemplazado por robots como los cajeros automáticos o por el hecho de que cada vez más los usuarios realizan sus operaciones bancarias por internet. Pero agregan otro dato preocupante: como la experiencia, los conocimientos y la intuición son integrados en módulos de software. Por lo que esta combinación de procesos de negocios basados en algoritmos y la digitalización de todos los trámites más el software y computarización pueden llevar a prescindir de los asesores en optimización y eficiencia, justamente los profesionales de la administración. Esto los lleva a sostener que cuanto menor sea la participación del trabajo humano -intelectual o físico- en la producción y creación de valor, más se desplazará el poder económico hacia los propietarios del capital.
Como un dato complementario y se podría decir casi anecdótico, en una noticia del sitio web puromarketing.com, se da cuenta del caso de empresas como Unilever o Goldman Sachs, que piden a los candidatos a un proceso de selección de personal, que graben sus respuestas a varias preguntas y ese video es tratado con un software que analiza las palabras que se utilizan, la confianza que transmiten o como organizan sus argumentos para así establecer que candidatos pueden interesar y quienes pueden encajar para cada puesto; recién en esta etapa el área de recursos humanos por intermedio de personas, continúa el trabajo.
Podemos decir que están surgiendo, como hemos citado, casos que estarían mostrando un camino irreversible de reemplazo de decisiones humanas por las computadoras, pero también es importante lo que rescata Deutsch (2017) sobre que los gerentes utilizan su conocimiento de la historia y la cultura organizacional así como la empatía y la reflexión ética en las decisiones de negocio, capacidades que puedo afirmar que no posee la máquina.
Y esto nos lleva al cuarto planteo en relación al contexto que es la necesidad imperiosa de un comportamiento ético, de generar en la gestión de la organización o la institución una responsabilidad hacia la sociedad que propicie  la sanción para quien la viole.
No hay administración sin comportamiento ético y éste no es solo hacer filantropía sino fabricar sin contaminar, pagar y no evadir impuestos que quitan a la sociedad salud, educación y seguridad; cumplir la legislación laboral y los convenios internacionales de la OIT, etc.

Conclusiones

El marco que hemos someramente expuesto, nos indica el surgimiento de nuevos tipos de organizaciones e instituciones:

a) Descentralizadas desde lo físico y lo temporal, pues a partir de la existencia de redes de conexión y trabajo, es posible para todos los miembros de la pirámide realizar sus tareas en la medida en que se encuentren vinculados a la red; hasta el tiempo en que están conectados puede variar, destruyendo así la tradicional separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio.

b) Vinculado con lo anterior y con el desarrollo de la IA, avanza la automatización de tareas que ya no impacta solo sobre las rutinarias, como entrega de dinero físico en un banco o el check-in en un aeropuerto, sino también en los procesos de toma de decisiones. Situación que puede generar distintas y alternativas lecturas, pues la automatización genera por ejemplo mejoras en la atención al cliente, pero también márgenes de error que la máquina no puede solucionar en el momento. Además de la incapacidad del algoritmo para considerar todos los imponderables que se pueden presentar en relación a esa decisión. Como sostiene David Rotman, los sistemas de IA son capaces de divisar patrones dentro de grandes conjuntos de datos, pero aún carecen del sentido común o de las capacidades innatas de lenguaje de un niño de dos años.

c) Aún con sus limitaciones, los procesos de automatización conducidos por la IA tienden a reemplazar no solo trabajadores de tareas rutinarias y de baja calificación sino también a cuadros profesionales. Las organizaciones demandan personal calificado, pero el mismo pasa a ser reemplazable en cualquier momento en que la tecnología brinde una solución a más bajo costo. Además de que el taylorismo digital hace que la calificación del profesional exceda la tarea que realiza, impidiendo la comprensión global del proceso y el desarrollo de su potencialidad.

d) Y también me interesa destacar el mito de la descentralización en la toma de decisiones. Las tecnologías en red apuntan a conectar todos los procesos a un centro, que es de donde parten las políticas y las estrategias, quedando en las distintas dimensiones de la estructura organizacional -aún con sus niveles de autonomía, la ejecución de esas políticas.

Entonces, ¿los conocimientos que adquieren los profesionales de la gestión en las universidades les posibilitarán enfrentar los grandes desafíos que se impondrán a las sociedades en los próximos años? O dicho de otra manera ¿cuál es el sentido de transmitir procedimientos técnicos cuando los mismos van a ser realizados por un software?
Entiendo que no tiene ningún sentido y, lo que en realidad debieran adquirir esos profesionales es la lógica de los procedimientos junto a una capacidad de comprender el mundo que nos rodea.
¿Qué diferencia a un ser humano de una máquina? Lo que ha adquirido en su lento y sostenido proceso evolutivo: creatividad, capacidad de innovar y especialmente pensamiento crítico.
Lo que nos conduce a decir que llegó el momento de repensar la formación que se adquiere en nuestras universidades, centrada en la especialización, para buscar un camino alternativo que suponga un salto cualitativo en la disciplina de la administración. La especialización, como sostiene Eric Kahler (1959) es intrínsecamente lo mismo que funcionalización y ésta última se convierte en estandarización. Y esto es justamente lo que puede resolver la máquina.

Por lo tanto necesitamos profesionales con un pensamiento crítico e integrador que además de conocimientos técnicos puedan incorporar el potencial para comprender la sociedad que proveen las artes y las humanidades. Que sean capaces como los grandes hombres de la antigüedad clásica o el renacimiento de integrar las distintas ciencias para interpretar el contexto.
Las tareas que puedan ser automatizadas lo serán indefectiblemente; por ello es imperioso generar una nueva teoría y un nuevo profesional, pues en caso contrario los expertos de la gestión se convertirán en un apéndice descartable de la máquina.

Bibliografía

Brown Ph., Lauder H. y Ashton D. The Global Auction: The Broken Promises of Education, Jobs and Income. Oxford University Press, Oxford, 2011.

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Kahler Erich. La torre y el abismo. Un análisis penetrante de la transformación del individuo. Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1959.

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Molinari Carlos A. J. Redes digitales y gestión organizacional. Los nuevos saberes en el mundo interconectado. En: RED Sociales Revista del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján, vol. 4 N° 6, Luján, Buenos Aires, octubre 2017. pp. 92-110. Disponible en: http://www.redsocialesunlu.net/wp-content/uploads/2017/10/REDSOC023-06-MOLINARI-P%C3%81G.-92-110.pdf

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Vercellone Carlo. Capitalismo cognitivo. Releer la economía del conocimiento desde el antagonismo capital-trabajo. Tesis 11, 2013. Disponible en: https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00969302