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sábado, 26 de septiembre de 2020

 

OBRA DE ARTE Y MARKETING

O LA ESTÉTICA DEL SUPERMERCADO

 

Mg. Carlos A. J. Molinari

 

Explorar algunas de las múltiples relaciones que se pueden establecer entre el marketing y la obra de arte, implica en una primera instancia desarrollar cual es el concepto de obra de arte sobre el que se trabaja en este artículo; en el caso del correspondiente a marketing, se considera que ha sido tratado en más de una oportunidad en este blog por lo que se remite a los artículos correspondientes.

No es objetivo de este trabajo, un desarrollo conceptual acerca de lo que se debe entender por arte y obra de arte, ya que el mismo ha sido y es un concepto controvertido; se trata de un espacio de debate abierto y en construcción permanente.

No obstante, para clarificar sobre la utilización que le damos en nuestro caso, vamos a partir de una idea previa desarrollada por el autor, donde se plantea que una obra de arte es aquella que posee una forma artística, que proporciona por lo tanto un placer estético y que cumple ciertas exigencias, como la de la maestría para realizarla y la de formar parte de la tradición y de un canon[1].

Aunque también decíamos en ese trabajo, que se debía considerar la identidad hermenéutica, o sea la propia intencionalidad del autor, que es lo que le otorga estatuto de obra de arte; de la misma manera que la verificación social, pues la obra se encuentra siempre inscripta en una determinada cultura.

A pesar de que algunas de las ideas expresadas pueden ponerse en cuestión, ya que por ejemplo se podría pensar que es una forma artística en el arte contemporáneo o, más específicamente como se piensa la forma artística en tiempos de tecnologías digitales, vamos a dejar a un lado estas cuestiones que responden más al espacio de la historia del arte, para concentrarnos en un tema relevante para nuestro planteo, como es el de la reproducción y comercialización de la obra de arte.

Para explorar esta cuestión, vamos a partir de una idea también expuesta en la obra del autor antes mencionada, que es la de considerar a la obra de arte como una construcción temporal y como una expresión de las relaciones sociales, económicas e ideológicas de la época en que es producida; o sea que debe ser analizada dentro de un sistema de cultura dentro del cual, como hemos expresado, se produce la verificación social.

Dicho esto y en relación con nuestro objeto de estudio expuesto en el título, vamos a sostener que siempre en la historia una obra de arte ha sido o ha podido ser objeto de reproducción a partir del original. Si bien la condición de obra de arte supone el carácter de única e irrepetible, esto se refiere al original.

Desde la más remota antigüedad, las obras de arte[2] han sido objeto de copia por sus contemporáneos y por sus continuadores. De hecho muchas obras clásicas griegas por ejemplo, no las conocemos por su original sino por copias posteriores de artistas de ese origen o de artistas romanos. En este caso la copia en muchas oportunidades no es plagio sino homenaje a una obra de calidad.

Esto se iría repitiendo a lo largo de la historia con la copia y, posteriormente, con sistemas de reproducción mecánica, como fueron el aguafuerte, la xilografía y la litografía y más cerca en la historia con la fotografía.

Pero debemos decir que el objetivo de la copia era en su origen el aprendizaje, el homenaje o el simple plagio; aunque hay que señalar que el concepto de plagio como se lo conoce en la actualidad no era aplicable en otros momentos históricos, donde era inexistente un sistema de derechos de autor que se desarrolla recién en la historia con el capitalismo.

En resumen, lo que estamos expresando hasta aquí, es que en ningún momento se ponía en duda la existencia de un original, único e irrepetible, que era resultado del acto creativo; en especial en pintura y escultura.

Por supuesto que independientemente de que sin acto creativo el arte no sería posible, siempre los artistas trabajaron de alguna manera para un mercado comprador de las obras de arte; en palabras vulgares tenían que vivir de lo que sabían hacer mejor.

Esto sucedió en toda la historia de la humanidad, aunque en determinados momentos solo se los pensara como artesanos. Pero el mercado del arte como tal, podemos sostener que nace con el ascenso en la historia europea de la burguesía como clase social.

Lo que se está exponiendo es que más allá de que lo que define a una obra de arte es su expresión estética y el shock[3] que provoca esa expresión en el espectador, no hay dudas que en alguna instancia el artista busca también la legitimación económica, sin la cual no podría subsistir.

La historia del arte está llena de casos de artistas que vivieron en la miseria o en condiciones paupérrimas, aunque quizás en la actualidad sus obras tengan cotizaciones millonarias en los mercados de arte; uno de los más grandes pintores de la modernidad, Vincent van Gogh es quizás un ejemplo paradigmático en este sentido.

Inclusive es factible encontrar en la historia del arte, artistas que se copiaban a sí mismos con el objetivo de garantizar la venta de sus obras y su consecuente ingreso monetario; lo cual no sería objetable en sí mismo[4].

Pero el caso que queremos presentar en este artículo, se relaciona con el hecho de pensar la obra de arte como un producto de consumo, equivalente a cualquier producto que podríamos encontrar en un supermercado o en un shopping; lo que remite a lo que hemos planteado de ubicar la obra de arte en un sistema de cultura y de relaciones sociales y económicas.

Se trata de una cadena de comercios cuyo nombre es Carré D’Artistes[5], que no solo se encuentra distribuida en Francia a partir de galerías denominadas de pequeño formato y de gran formato de acuerdo a su espacio físico –quince en total según su folleto del año 2019-, sino que también cuenta con locales en muchas de las principales ciudades europeas y del mundo, como Roma, Berlín, Barcelona, Amsterdam o Moscú.

Las características de este modelo, tal como han sido relevadas en su local de Lille, Francia, pero visualizadas en otros locales, son bastante desacostumbradas para lo que se entiende por una galería de arte.

En primera instancia los cuadros –al menos en sus versiones de menor tamaño-, son exhibidos en bateas, con el mismo sistema que se utiliza por ejemplo para los discos de vinilo, libros, posters u otros productos de consumo.

Por otra parte, de una misma obra puede existir más de un tamaño, con lo cual el comprador puede optar de acuerdo al espacio disponible o al gusto en relación con la ocupación del mismo.

Con lo que entendemos se rompe de alguna manera con el concepto de la obra como una expresión estética, única e irrepetible, para considerar la idea de marketing como fundadora de la obra; o lo que es decir un producto para cada necesidad.

¿A qué nos referimos? A que desde el punto de vista del marketing, se trata de detectar la necesidad del consumidor –aunque sabemos que no siempre funciona así la oferta-, y desde ahí desarrollar un producto.

Caro que esto podría no ser objetable en el arte, en el sentido de que en la historia, muchas veces los artistas recibían el encargo –los conventos e iglesias medievales en Europa están colmadas de este tipo de obras-; o sea se partía de la necesidad de un comitente que establecía pautas sobre el resultado final.

Pero lo que se puede pensar es si en una producción en masa, se parte de la representación artística o se parte del hecho comercial.

Inclusive existe una estandarización de precios también vinculada a los tamaños –por supuesto que sin una relación directa y absoluta-, que se puede decir que busca colaborar en el objetivo de un arte contemporáneo accesible, tomando estas tres últimas palabras del folleto de presentación de la empresa.

Tampoco están organizadas estas galerías como un espacio de contemplación de la obra de arte, donde la venta podría ser el resultado de un “placer estético”,  sino que se trata de espacios orientados a generar impulso de compra, igual que en un supermercado.

Se puede agregar que la empresa ofrece franquicias, con lo cual se puede pensar que se trata de una opción inteligente, ya que amplía la red de locales sin invertir y generando ingresos extraordinarios, además de posicionarse como un comprador a escala a los ojos de los artistas que ofrecen allí sus obras.

¿Es posible realizar una crítica negativa al desarrollo de este modelo de negocio?

Si partimos de la base de lo ya expresado, de ubicar a una obra de arte en relaciones económicas y en un sistema de cultura, evidentemente nos encontramos en la etapa del capitalismo que podemos denominar neoliberal, donde ya todo es mercancía y, en el caso de una obra de arte, el valor estético pasa entonces a estar subordinado a su valor de intercambio.

Desde la óptica de la oferta, el modelo desarrollado cumple con el objetivo de ofrecer pinturas a precios accesibles, segmentadas en cuanto al público consumidor y con puntos de venta dispersos geográficamente lo que permite la expansión del negocio y su rentabilidad.

Para los artistas, es la posibilidad de encontrar un canal que puede generar ventas en sectores que usualmente no consumen arte, sea por un tema económico o por no frecuentar los espacios donde el arte se comercializa tradicionalmente.

La cuestión, es que más que como obra de arte, cada pintura es presentada y ofertada como un objeto de decoración. Más que ingresar a una galería y contemplar arte para posteriormente interesarse en una compra, es como un abanico de posibilidades para el hogar.

Como dato a resaltar, en el folleto consultado en el momento de la visita, una de las fotos  relevantes es la de un living hogareño, con uno de los cuadros colgado en la pared, lo que resalta el objetivo que habíamos presentido sobre la decoración más que la contemplación del arte. Es como si el solo hecho de ser una pintura original y firmada con certificado de autor, legitimara su valor artístico.

No obstante y desde el punto de vista de la exhibición y venta, se trataría de un negocio con mutuos beneficios y con gran potencial de desarrollo, aunque más parecido a las posibilidades del modelo del supermercado para los productos de consumo masivo.

En la historia del arte, los marchands han desempeñado en cada momento este papel; inclusive muchos de ellos convirtieron a los artistas prácticamente en operarios produciendo a destajo para compensar anticipos que recibían para vivir.

Por lo tanto, desarrollar un modelo de negocio de estas características no podría ser objetado desde el punto de vista de los ingresos de las partes involucradas o desde el público consumidor, que puede adquirir lo que quizás antes no podía.

Pero desde nuestra visión, la gran pregunta es si lo que se vende en este tipo de locales es arte o un producto cuya base es la pintura.

Porque hay una diferencia entre una obra de arte que hemos conceptualizado y el hecho de utilizar conocimientos técnicos sobre pintura para generar un producto comercializable en serie para un mercado masivo; sin que esta expresión implique que el arte debe ser elitista y no destinado a las grandes masas.

Lo expuesto no invalida al artista, sino que cuestiona un modelo donde el eje está en lo comercial y no en la obra de arte. El arte no puede ser una técnica sin alma, sino que siempre el hecho técnico debería estar subordinado al hecho artístico.



[1] Molinari Carlos A. J. El Arte en la era de la máquina. Conexiones entre tecnología y obras de arte pictórico 1900-1950. Editorial Teseo, Buenos Aires, 2011. p. 49.

[2] Hay que señalar que este término como conciencia colectiva de tal, tiene su origen en la denominada etapa del Renacimiento, en un proceso que escapa a los objetivos de este artículo.

[3] Se utiliza el término de Hans-Georg Gadamer, La actualidad de lo bello, Ediciones Paidós, Buenos Aires, 2003.

[4] Como dato anecdótico en el terreno literario sobre este tema, en la extensa obra del escritor sueco Henning Mankell, sobre un ficticio inspector de la policía sueca, Kurt Wallander, el padre del personaje es un artista que siempre pinta para vender el mismo cuadro de un paisaje, siendo su única diferencia la presencia o no de un ave, un urogallo.

viernes, 22 de mayo de 2020


PREGUNTAS AL PRESENTE PARA DISEÑAR
LA ADMINISTRACIÓN DEL FUTURO

Mg. Carlos A. J. Molinari

(Ponencia en las VII Jornadas de Actualización en Administración “Una mirada a la administración actual”. Universidad Nacional de Luján, Centro Regional San Miguel, septiembre 2019)

Nos hemos planteado estas Jornadas, tal como se indica en su folleto de presentación, como un ámbito para pensar la administración en contextos denominados VICA: volátiles, inciertos, complejos y ambiguos.
Voy a tomar tres de las palabras enunciadas y plantear que se entiende por las mismas. Por volátil, se entiende inconstante, inestable, oscilante; por incierto que no se conoce, ignorado y por ambiguo, que puede interpretarse de diferentes maneras.
En relación a lo expuesto podemos hacernos dos preguntas: ¿Cómo sería posible gestionar en contextos que no se conocen, que son inestables, que pueden interpretarse de diferentes maneras? Para administrar, hay que tener por lo menos ciertas certidumbres, pues caso contrario sería imposible el administrar. En una situación de estas características solo serviría la intuición, pues las herramientas técnicas y sociales que puede proveer una disciplina se transformarían en inútiles.
Por supuesto que en el contexto hay incertidumbres o volatilidad, pero el trabajo del experto en administración es justamente tomar los datos del contexto y construir escenarios futuros que le posibiliten conducir la organización, aunque esos escenarios deban ser revisados y ajustados en forma permanente.
Y la segunda pregunta, se refiere a como los hombres entendemos nuestros contextos. Tenemos la tendencia a ver el pasado con ojos de nuestro presente, lo cual hace que siempre nuestra época es de grandes cambios, casi diríamos traumática en relación a los mismos. Los cambios siempre son violentos, inesperados, traumáticos, ambiguos. Pensemos sino en lo que significó para nuestros antepasados el surgimiento del fuego, o de las grandes ciudades, o el derrumbe político del imperio romano, la invención de las máquinas aplicadas a la producción o el traslado de los campesinos al las grandes ciudades para formar el proletariado industrial. Quizás más cerca de nosotros pensemos en un europeo que vivió la Segunda Guerra Mundial; ¿quién podría convencerlo que no vivió tiempos de incertidumbre, volátiles, ambiguos, complejos?
Claro que nuestro momento histórico, para nosotros es de grandes cambios, que tienen sus particularidades, y son éstas las que voy a tratar de enunciar para ver hacia donde debería ir la teoría de la administración.
Entonces el término que voy a tomar, que pienso el más adecuado es el de complejidad, que lo utilizo en el sentido que lo hace Edgar Morín (2005), el cual le permite analizar “constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico”.

En este marco, ¿qué es lo que hace complejo al actual contexto, entendiendo por el mismo contexto político, social, tecnológico, cultural?
Primero, lo que denominamos la globalización o mundialización. ¿Cuáles son sus características? (Molinari, 2017)
a) Que abarca todo el planeta.

b) Que se estructura alrededor de una red como es Internet, que posibilita la circulación de datos, información y conocimientos en volúmenes desconocidos en la historia.

c) La veloz circulación del capital financiero, como resultado de los cambios producidos en las TIC's, que conducen al papel rector en la globalización de lo que Duménil y Lévy (2015) denominan la Finanza.

d) El impacto de las nuevas tecnologías sobre la comunicación y la logística, que genera una aceleración de la producción, la distribución y el desarrollo de nuevos productos.

e) La deslocalización física de las plantas industriales, independizándolas de los centros de consumo, privilegiando costos de mano de obra o, alternativamente, calificación de la misma, lo que se relaciona con la propia deslocalización de las empresas, en relación a lo que venía ocurriendo durante el siglo XX. Se está produciendo, en ese sentido, un proceso de multilocalización, como el caso de Apple, que al momento de escribir este trabajo ensambla el I-Phone o el I-Pad en la fábrica Foxconn en China4, pero las piezas para la fabricación son provistas por más de una docena de empresas de al menos cinco países. Como ejemplos, el chip inalámbrico es provisto por Infineon Technologies de Alemania, la pantalla portátil por Toshiba de Japón o el chip bluetooth por Broadcom de EE.UU. Pero en este último país, es donde se diseña, se patenta, se le pone marca y se comercializa el producto; o sea que es de allí de donde proviene principalmente el valor, a partir de la propiedad industrial y la comercialización, aunque ésta última representa más precio y la primera mayor valor.

f) Vinculado a lo expuesto en el punto anterior, el surgimiento de empresas con un poder superior al de los propios estados nacionales, o por lo menos en lo que hace a su capacidad de presionar sobre los mismos para orientar las decisiones de política económica de acuerdo a sus intereses. Son las llamadas metanacionales, empresas que tienen su domicilio legal en un país, en otro la gerencia corporativa, en un tercero los activos financieros, en uno o más países los empleados administrativos y las fábricas, cuando forman parte, o tercerizadas o distribuidas en países con beneficios en los costos. Estas empresas desnacionalizadas podrían ir más allá de este concepto para transformarse en organizaciones totalmente virtuales; las fábricas y depósitos están en espacios físicos mientras que la toma de decisiones y las finanzas habitan en el espacio digital.

g) La existencia de enormes fuerzas productivas, que aceleran la velocidad en la capacidad de producción de bienes tangibles y de desarrollo de servicios.

Este cuadro nos permite preguntarnos si temas como el concepto de poder en organizaciones e instituciones o la centralización y descentralización en la toma de decisiones no deberían ser repensados y reformulados. Y la otra pregunta se refiere al propio concepto de organización e institución, si son operativos para la etapa actual.

Lo segundo que hace a la complejidad del mundo actual y que incide profundamente en nuestra disciplina es la cuestión del cambio tecnológico y su aceleración.
Analizar el impacto de este proceso en la gestión de las organizaciones así como en la propia teoría de la administración tanto en el presente, como en sus tendencias futuras, implica en una primera instancia trazar algunas líneas, aunque provisorias, sobre como las tecnologías digitales y la inteligencia artificial están configurando este nuevo contexto y, como consecuencia, reconfigurando los instrumentos de gestión.
En este sentido, hay que establecer que si bien la tecnología debe considerarse una fuerza impulsora de primer orden de los cambios operados en el entorno socio-económico, la misma no puede ser considerada como la única determinante, ya que siempre está condicionada y enlazada a una serie de variables de análisis como la cultura, la estructura social o las relaciones de clase y de poder entre otras.
No obstante podemos decir que el cambio tecnológico está impulsando profundas modificaciones en el sistema capitalista a nivel mundial desde la década de 1970. Computadoras personales, dispositivos móviles, robótica, crecimiento exponencial de la capacidad computacional de procesamiento de datos, cloudcomputing, realidad virtual y realidad aumentada, inteligencia artificial, internet de las cosas, están estructurando una realidad de nuevo tipo, globalizada e interconectada (lo que los alemanes comenzaron a denominar la etapa de la Industria 4.0) -con las limitaciones que se imponen en el uso de estos conceptos-, que pone en cuestión no solo los modelos aceptados de empresa y de gestión, sino la propia caracterización del capitalismo,  el cual se ha transformado en un capitalismo de información o, como lo denomina Stiegler (2016) un capitalismo totalmente computacional, construido por una economía de datos obtenidos a partir de las huellas que los individuos van dejando en su recorrido por la dimensión digital; o podríamos decir un capitalismo organizado por el hardware y el software conectado a la red.
Este capitalismo que autores como Carlo Vercellone (2013) denominan cognitivo, es realizado por el trabajador en forma fragmentada y mecanizada, lo que le impide una comprensión cabal de todo el proceso, generando así una mayor centralización en la toma de decisiones en las organizaciones, exactamente al revés de cómo podrían operar las tecnologías digitales o, por lo menos, como se esperaba que funcionaran.
Este proceso de automatización y fragmentación de las tareas, donde el saber profesional de los trabajadores se pone al servicio de la máquina, ha sido denominado taylorismo digital (Brown, Lauder y Ashton, 2011). De alguna manera, se estandarizan los trabajos denominados cognitivos, igual que hacía Taylor con el trabajador manual; un proceso que se inicia en realidad en la década de 1970 donde de a poco la tecnología va impactando en los trabajos administrativos y de las empresas de servicios.
Ruiz Herrero (2016) expone como a partir de una investigación realizada en el sector de las TIC y de la animación en España, se observa que por una parte cada vez se requieren más conocimientos profesionales en grado universitario para la realización de tareas, pero la descomposición de las mismas y su integración por las tecnologías digitales, alimenta la inteligencia del sistema en detrimento de los saberes individuales. Sus estudios de casos muestran como las tareas se descomponen cada vez más y se automatizan, aunque no se trata de una cadena de montaje tradicional sino de una sui generis, lo que significa que no es ciega y sus operarios tampoco son meros vigilantes. Pero se dividen las tareas en dos etapas, una primera más automatizada y simplificada, una segunda de desarrollo final de los proyectos y hasta periféricas de apoyo, siendo éstas dos últimas las que requieren de un saber complejo. O sea que se trata de una línea de montaje pero que contempla momentos de revisión y reelaboración de los resultados; son cadenas vivas como dice este investigador, que rectifican flujos y planes de acuerdo a los resultados que se pretende alcanzar. Por lo tanto los equipos son flexibles, se van conformando o modificando a medida que avanza el proyecto, con profesionales expertos que no forman parte de las plantas y se subcontratan para el objetivo, con lo cual el taylorismo digital se ve complementado con formas de toyotismo y otros mecanismos como la tercerización.
En un trabajo, publicado en el blog de Telefónica de España (Espejo González, 2016), analizando cómo debería ser la transformación digital del puesto de trabajo, se sostiene que frente a la oficina tradicional hay que comprometerse con un nuevo concepto de empleado digital, dispuesto a hacer uso de su propio tiempo y sus propios dispositivos para facilitar la convivencia con su entorno personal, contando para ello con mecanismos que le posibiliten permanecer “always on”. La empresa no solo coloniza el tiempo personal a su servicio sino que se puede observar otra característica que rompe con lo que había instaurado la revolución industrial en relación con el nuevo trabajador. El operario que ingresaba en la empresa capitalista desde la revolución industrial, renunciaba a la posesión de sus herramientas, como era el caso del artesano, pues el instrumento de trabajo era propiedad de la empresa. En una vuelta al siglo XVIII, ahora el nuevo empleado debe ser independiente, consagrar todo su tiempo en otra vuelta atrás en relación a la conquista de la jornada laboral y, como complemento, ser propietario de las herramientas para poder trabajar.
Estamos entonces frente a la existencia de un renovado fordismo-taylorismo en la empresa donde el mismo no aplica a partir de la máquina de producción física -que evoluciona hacia la robotización-, sino desde el dispositivo de conexión a la red y en espacios físicos distribuidos; el hombre es nuevamente un apéndice de la máquina que opera una cantidad de datos no conectados como un conjunto (Molinari; 2017).
Lo tercero que me interesa tratar en relación a la complejidad del contexto, como un derivado de los dos puntos anteriores es la cuestión del trabajo.
Kurz y Rieger (2014) partiendo de la idea de que las máquinas determinan nuestra vida cotidiana desde hace tiempo, sostienen que la automatización de la actividad intelectual y la sustitución de la actividad cerebral humana por software y algoritmos puede modificar el mundo laboral y la vida más de lo que lo han hecho la robotización y automatización de la producción.
Describen así como en el sistema financiero muchas decisiones crediticias son tomadas por consejos proporcionados por algoritmos, desplazando al empleado tradicional; inclusive como parte del trabajo bancario ha sido reemplazado por robots como los cajeros automáticos o por el hecho de que cada vez más los usuarios realizan sus operaciones bancarias por internet. Pero agregan otro dato preocupante: como la experiencia, los conocimientos y la intuición son integrados en módulos de software. Por lo que esta combinación de procesos de negocios basados en algoritmos y la digitalización de todos los trámites más el software y computarización pueden llevar a prescindir de los asesores en optimización y eficiencia, justamente los profesionales de la administración. Esto los lleva a sostener que cuanto menor sea la participación del trabajo humano -intelectual o físico- en la producción y creación de valor, más se desplazará el poder económico hacia los propietarios del capital.
Como un dato complementario y se podría decir casi anecdótico, en una noticia del sitio web puromarketing.com, se da cuenta del caso de empresas como Unilever o Goldman Sachs, que piden a los candidatos a un proceso de selección de personal, que graben sus respuestas a varias preguntas y ese video es tratado con un software que analiza las palabras que se utilizan, la confianza que transmiten o como organizan sus argumentos para así establecer que candidatos pueden interesar y quienes pueden encajar para cada puesto; recién en esta etapa el área de recursos humanos por intermedio de personas, continúa el trabajo.
Podemos decir que están surgiendo, como hemos citado, casos que estarían mostrando un camino irreversible de reemplazo de decisiones humanas por las computadoras, pero también es importante lo que rescata Deutsch (2017) sobre que los gerentes utilizan su conocimiento de la historia y la cultura organizacional así como la empatía y la reflexión ética en las decisiones de negocio, capacidades que puedo afirmar que no posee la máquina.
Y esto nos lleva al cuarto planteo en relación al contexto que es la necesidad imperiosa de un comportamiento ético, de generar en la gestión de la organización o la institución una responsabilidad hacia la sociedad que propicie  la sanción para quien la viole.
No hay administración sin comportamiento ético y éste no es solo hacer filantropía sino fabricar sin contaminar, pagar y no evadir impuestos que quitan a la sociedad salud, educación y seguridad; cumplir la legislación laboral y los convenios internacionales de la OIT, etc.

Conclusiones

El marco que hemos someramente expuesto, nos indica el surgimiento de nuevos tipos de organizaciones e instituciones:

a) Descentralizadas desde lo físico y lo temporal, pues a partir de la existencia de redes de conexión y trabajo, es posible para todos los miembros de la pirámide realizar sus tareas en la medida en que se encuentren vinculados a la red; hasta el tiempo en que están conectados puede variar, destruyendo así la tradicional separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio.

b) Vinculado con lo anterior y con el desarrollo de la IA, avanza la automatización de tareas que ya no impacta solo sobre las rutinarias, como entrega de dinero físico en un banco o el check-in en un aeropuerto, sino también en los procesos de toma de decisiones. Situación que puede generar distintas y alternativas lecturas, pues la automatización genera por ejemplo mejoras en la atención al cliente, pero también márgenes de error que la máquina no puede solucionar en el momento. Además de la incapacidad del algoritmo para considerar todos los imponderables que se pueden presentar en relación a esa decisión. Como sostiene David Rotman, los sistemas de IA son capaces de divisar patrones dentro de grandes conjuntos de datos, pero aún carecen del sentido común o de las capacidades innatas de lenguaje de un niño de dos años.

c) Aún con sus limitaciones, los procesos de automatización conducidos por la IA tienden a reemplazar no solo trabajadores de tareas rutinarias y de baja calificación sino también a cuadros profesionales. Las organizaciones demandan personal calificado, pero el mismo pasa a ser reemplazable en cualquier momento en que la tecnología brinde una solución a más bajo costo. Además de que el taylorismo digital hace que la calificación del profesional exceda la tarea que realiza, impidiendo la comprensión global del proceso y el desarrollo de su potencialidad.

d) Y también me interesa destacar el mito de la descentralización en la toma de decisiones. Las tecnologías en red apuntan a conectar todos los procesos a un centro, que es de donde parten las políticas y las estrategias, quedando en las distintas dimensiones de la estructura organizacional -aún con sus niveles de autonomía, la ejecución de esas políticas.

Entonces, ¿los conocimientos que adquieren los profesionales de la gestión en las universidades les posibilitarán enfrentar los grandes desafíos que se impondrán a las sociedades en los próximos años? O dicho de otra manera ¿cuál es el sentido de transmitir procedimientos técnicos cuando los mismos van a ser realizados por un software?
Entiendo que no tiene ningún sentido y, lo que en realidad debieran adquirir esos profesionales es la lógica de los procedimientos junto a una capacidad de comprender el mundo que nos rodea.
¿Qué diferencia a un ser humano de una máquina? Lo que ha adquirido en su lento y sostenido proceso evolutivo: creatividad, capacidad de innovar y especialmente pensamiento crítico.
Lo que nos conduce a decir que llegó el momento de repensar la formación que se adquiere en nuestras universidades, centrada en la especialización, para buscar un camino alternativo que suponga un salto cualitativo en la disciplina de la administración. La especialización, como sostiene Eric Kahler (1959) es intrínsecamente lo mismo que funcionalización y ésta última se convierte en estandarización. Y esto es justamente lo que puede resolver la máquina.

Por lo tanto necesitamos profesionales con un pensamiento crítico e integrador que además de conocimientos técnicos puedan incorporar el potencial para comprender la sociedad que proveen las artes y las humanidades. Que sean capaces como los grandes hombres de la antigüedad clásica o el renacimiento de integrar las distintas ciencias para interpretar el contexto.
Las tareas que puedan ser automatizadas lo serán indefectiblemente; por ello es imperioso generar una nueva teoría y un nuevo profesional, pues en caso contrario los expertos de la gestión se convertirán en un apéndice descartable de la máquina.

Bibliografía

Brown Ph., Lauder H. y Ashton D. The Global Auction: The Broken Promises of Education, Jobs and Income. Oxford University Press, Oxford, 2011.

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Espejo González Belén. Hoja de ruta para la transformación digital del puesto de trabajo. Noviembre 2016. Disponible en: http://aunclicdelastic.blogthinkbig.com/transformacion-digital-del-puesto-de-trabajo/

Kahler Erich. La torre y el abismo. Un análisis penetrante de la transformación del individuo. Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1959.

Kurz Constanze y Rieger Frank. Automatización del intelecto. 14 de enero de 2014. Disponible en: https://www.deutschland.de/es/topic/economia/innovacion-tecnica/automatizacion-del-intelecto

Molinari Carlos A. J. Redes digitales y gestión organizacional. Los nuevos saberes en el mundo interconectado. En: RED Sociales Revista del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján, vol. 4 N° 6, Luján, Buenos Aires, octubre 2017. pp. 92-110. Disponible en: http://www.redsocialesunlu.net/wp-content/uploads/2017/10/REDSOC023-06-MOLINARI-P%C3%81G.-92-110.pdf

Morin Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa Editorial, Barcelona, España, 2005.

Ruiz Herrero Jesús Antonio. Taylorismo digital y otros modelos productivos. Ponencia XII Congreso Español de Sociología. Federación Española de Sociología, Gijón, España, 2016.

Stiegler Bernard. Para una nueva crítica de la economía política. Capital Intelectual, Buenos Aires, 2016.

Vercellone Carlo. Capitalismo cognitivo. Releer la economía del conocimiento desde el antagonismo capital-trabajo. Tesis 11, 2013. Disponible en: https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00969302






viernes, 20 de marzo de 2020


EL PROCESO DEL DESARROLLO Y LANZAMIENTO DE PRODUCTOS
Una propuesta metodológica

Mg. Carlos A. J. Molinari

I.- Consideraciones previas

En primera instancia, se debe señalar que el presente trabajo referido al lanzamiento y modificación de productos, es como el subtítulo lo indica, una propuesta metodológica, un proceso técnico desde la disciplina del marketing para el tema en cuestión.
Por lo tanto, no se están analizando los aspectos de la dimensión de la política que son centrales en los lanzamientos así como en los éxitos o los fracasos de los productos cuando se trata de innovaciones. Nos referimos al tamaño y consecuente poder de la o las empresas intervinientes, su capacidad de investigación y desarrollo, la existencia de redes de vinculaciones, el lobby empresario, los intereses de gobiernos y organismos multilaterales, el poder y reacción de los consumidores en cada mercado, entre otras causas.
El objetivo entonces, no es analizar todas las cuestiones que implica el desarrollo y lanzamiento de un nuevo producto sino que, desde la óptica de la disciplina del marketing, se pretende establecer algunas pautas metodológicas para intentar estructurar este proceso de manera eficiente, sin que ello implique que los responsables dejen de considerar las cuestiones antes mencionadas.
El objetivo en definitiva, es colaborar en la construcción de un desarrollo que permita a la conducción del marketing de una organización –independientemente del tamaño o sistema de propiedad de la misma- coordinar todas las tareas a considerar en el lanzamiento de productos.
El proceso del lanzamiento de un producto al mercado es una operación sumamente compleja para una organización, pues requiere de un proceso de planeamiento e integración de funciones y tareas, así como la presupuestación de recursos, desde la etapa de la idea y su posterior desarrollo hasta la puesta del producto en el canal de distribución y su posterior adquisición por el cliente o consumidor final, según el tipo de producto del que se trate.
Se trata de elaborar un plan para dar respuesta a toda una serie de cuestiones -que serán analizadas en este trabajo- y, que confluyen en la participación de distintas áreas de la organización y en un proceso de construcción de información a partir de la búsqueda de datos de fuentes externas e internas, sin cuyas respuestas, resulta imposible avanzar con probabilidades de éxito.
Existen una serie de condiciones, algunas previas y otras en construcción y ajuste durante el proceso, que deberían plantearse al momento de comenzar la ejecución de un curso operativo como el establecido. Estas condiciones estarán determinadas por:
a) La existencia de objetivos claramente definidos por quienes conducen este desarrollo –no importa en qué nivel de decisión se ubiquen-, en cuanto al alineamiento de un nuevo producto o la modificación sustancial de uno existente, con la estrategia y las prácticas operativas de la compañía.
b) La coordinación de toda la organización, aún de quienes no son parte activa del proceso, a partir de los objetivos que se establecen para cada etapa y para cada área funcional.
c) Garantizar el personal necesario, capacitado y flexible frente a contextos de negocios cambiantes, con experiencia en el producto y/o en los mercados a los cuales se dirige.

Un plan de estas características no solo es aplicable a un nuevo producto, sino que también debería ser implementado en la modificación de uno existente, el que por distintas causas –como obsolescencia tecnológica, renovación del diseño por moda, envase inadecuado, necesidad de cambio de imagen-, deba luchar por ocupar o recuperar su espacio en el mercado atendido por la empresa.
La industria textil en un sentido amplio, en el sector de indumentaria dirigida al consumidor final, constituye un caso en este sentido, debido a que al tratarse de un sector íntimamente vinculado a la moda, la renovación de productos sucede en forma veloz, a excepción de las líneas de clásicos. En el caso de este sector industrial, el producto genérico es lo permanente, mientras que la actualización de su diseño no implica el lanzamiento de un nuevo producto en el sentido de introducir una innovación en el mercado, sino que justamente se trata de adecuarlo a los parámetros de la moda en vigencia.
Mientras que algunas organizaciones lanzan nuevos productos al mercado en forma sistemática, hay otro tipo de empresas, que evitan la actualización del producto o el lanzamiento de uno nuevo, hasta que la situación del mercado, por presión de la competencia o de los propios consumidores, obliga a realizar cambios, que no siempre llegan a tiempo. Esta circunstancia, señala la necesidad de analizar en forma constante la situación de los productos de una organización en el mercado y, a la vez, desarrollar un planeamiento sistemático del lanzamiento de productos, alineado con la estrategia de marketing de la empresa, para no quedar atrapados por estos extremos.
De cualquier forma hay que considerar que en el caso de las pequeñas y medianas empresas, así como el de los micro-emprendimientos, la limitación financiera es un  fuerte condicionante al momento de evaluar la necesidad del lanzamiento de nuevos productos o de modificación sustancial de los existentes.
Es con este marco, que el plan de productos, que incluye permanencia, modificación, lanzamiento de un nuevo producto o relanzamiento de uno existente, es una de las tareas más relevantes del área de marketing de una organización y una de las más sensibles, pues el cliente o el consumidor, solo serán leales a la marca, la línea o la propia empresa, en la medida que el nuevo producto o el modificado cumplan con las promesas realizadas.
Pero antes de encarar cualquier tipo de cambio, sea éste una modificación o un nuevo lanzamiento, pero especialmente si se trata de una innovación, se debería poder dar respuesta a un conjunto de preguntas esenciales:
a)   ¿Existen investigaciones o estudios previos que posibiliten estimar la nueva demanda?
b)   ¿En que plazo se podrá alcanzar el punto de equilibrio?
c)   ¿La innovación, podrá ser realizada con la capacidad instalada, el equipamiento actual y los conocimientos de la compañía, o requerirá de nuevas inversiones en capital y en personal?
d)   El nuevo producto: ¿podrá ser comercializado por los actuales canales de distribución o requiere la apertura de nuevos canales?
e)   ¿Qué impacto tendrá el nuevo producto, desde la óptica del cliente, en la imagen de la línea o líneas que oferta la empresa en el mercado o en la propia imagen de la empresa?
f)    ¿Qué impacto tendrán los costos fijos, de distribución y de comunicación del nuevo producto, en los costos totales de la empresa?

La respuesta a estas cuestiones básicas, que simplemente representan una guía de acción pero no un esquema cerrado, determinará las alternativas existentes y la posterior decisión de la empresa en el sentido de proceder al lanzamiento del nuevo producto o modificación de uno existente; la búsqueda de alianzas estratégicas o tercerización con quienes posean las capacidades que no existen o escasean en la organización; la necesidad de aumento de la capacidad financiera para hacer frente a una superior demanda de fondos o el abandono del proyecto cuando las posibilidades de éxito se sitúen por debajo de las expectativas de la organización.


II.- Planeamiento y ejecución del lanzamiento de un nuevo producto

Las fuentes de ideas de un nuevo producto

Cuando la dirección de una organización toma la decisión de iniciar el proceso que la conducirá al lanzamiento de un nuevo producto o la modificación, se encuentra frente al hecho de que el mismo puede ser el resultado de:
1)  La copia de un producto existente, una imitación, que es conocido y utilizado por los consumidores, que por distintas causas que se expondrán más adelante, la compañía ha decidido introducir en el mercado.
2)  Una actualización de un producto existente, sea por obsolescencia tecnológica del producto vigente o por renovación debido a cuestiones vinculadas a la moda o a la adaptación del producto a los patrones estéticos o de consumo del momento.
3)  Una innovación, con lo cual se está introduciendo en el mercado un nuevo concepto, una nueva idea, desde el punto de vista del consumidor; nos encontramos con que la base de este proceso está fundada en una invención. Este producto y sus aplicaciones no existían previamente, aunque desde la visión del marketing, una innovación no siempre implica el concepto de novedad tecnológica o social. Puede ser que el producto ya existiera y no era percibido en los usos que la empresa propone. Entonces, se pueden presentar dos alternativas cuando se plantea la utilización del término innovación en relación con el lanzamiento de un nuevo producto.
a)   Que se trate de una innovación tecnológica, independientemente que haya sido desarrollada o no por la propia empresa; se trata de una ruptura radical con la tecnología existente, impactando por lo tanto en la cultura y la economía de la sociedad, al modificar formas de vida y pautas de consumo y trabajo de los individuos y las empresas. Se trata de productos inexistentes previamente en el mercado, que inician su ciclo de vida, como en su momento fueron la heladera, el freezer, la computadora personal o el teléfono celular. Transformar una invención en un producto exitoso en el mercado, requiere de una serie de actividades vinculadas, tal como sostienen Rosenberg y Kline: “El éxito de la innovación requiere un empeño que equilibre las exigencias del nuevo producto y las de su proceso de producción, las necesidades del mercado y los requerimientos del mantenimiento de una organización que pueda continuar sosteniendo de modo efectivo todas estas actividades”[1]. De esta manera la innovación es posible a partir de la integración entre tecnología, producto, mercado y organización empresaria.
b)   Que sea una innovación comercial; es el caso de productos ya existentes en el mercado, donde se produce una actualización tecnológica, son ofrecidos para nuevos usos o aplicaciones, se reformulan desde el diseño para actualizarlos a nuevos patrones estéticos o la empresa descubre una nueva forma de comercializarlos. En esta situación, la palabra innovación no debe entenderse como invención, sino como un acto creativo aplicado a un producto presente en el mercado. Estas innovaciones comerciales se pueden asimilar en algunos casos a lo que previamente denominamos actualización del producto. No obstante hay que insistir que no basta con que la empresa declare que es una innovación, del tipo que sea, sino que el cliente o consumidor final debe percibirla como tal.

Pero lo que quizás está transformando de manera radical el proceso de gestación de ideas para nuevos productos así como para las modificaciones de los existentes es lo que se denomina innovación distribuida y abierta, pero que también es llamada alternativamente co-creación, producción social de bienes comunes, economía colaborativa o trabajo contributivo, dependiendo del autor y la propuesta conceptual que se asigna a cada término.
No es el objetivo de este trabajo profundizar en cada denominación y el concepto asociado, sino que se va a exponer la idea de innovación distribuida y abierta en relación con el tema que se está desarrollando.
En ese sentido, se piensa este concepto como la participación de los consumidores y/o usuarios y/o clientes en la adaptación de los productos de la organización a partir de la creación de comunidades en red, utilizando internet como eje aglutinador de los participantes en el proceso.
De esta manera, tanto consumidores, como colaboradores y personal de la organización, están en condiciones de aportar el conocimiento colectivo, tanto técnico como del uso del producto, para diseñar o mejorar sus características; se puede decir que quienes utilizarán el producto participan en la formulación del mismo.

En este marco, se puede decir que las organizaciones se nutren entonces de dos fuentes básicas de ideas sobre los productos a lanzar en el mercado o las modificaciones a introducir en los existentes:

1)  Internas, que corresponden básicamente a sus áreas de Investigación y Desarrollo y/o Ingeniería y/o Producción y/o Marketing; considerando en estos casos que el tamaño de la empresa marcará la existencia o inexistencia de estas funciones o las simplificará en una o más personas.
2)  Externas, que son las que la organización obtiene del contexto social, económico. cultural y tecnológico en el que se encuentra inmersa. En estos casos una de las fuentes de datos más importantes, deberían provenir de los clientes o consumidores finales, aunque esto no siempre sucede ya que es muy difícil solicitarle a un potencial cliente opiniones sobre una innovación, pues desconoce en qué le podría ser de utilidad o si una determinada tecnología se impondrá como estándar en un mercado o desaparecerá del mismo, dejando en manos del consumidor un producto obsoleto o discontinuado.

Oportunidad del lanzamiento

Como habíamos expuesto, se trata de una compleja operación para el área de marketing, por la cantidad de funciones de la empresa que intervienen y la multiplicidad de tareas a realizar.
Lo primero que hay que destacar, es que el concepto de nuevo producto, no es igual para el consumidor final o el cliente, que para la organización.
Un nuevo producto puede ser:

a)   Nuevo para la empresa, pero uno más para el consumidor o cliente, pues  no existen atributos en el mismo, desde su materialidad o envase, hasta otros más intangibles como la marca o los servicios asociados, que le posibilite diferenciarlo de otros exhibidos por la competencia.
b)   El resultado de una modificación tecnológica, que da lugar a un nuevo producto para la organización pero, para el consumidor o cliente, solo representa un cambio imperceptible en relación con su antecesor o con la oferta de los competidores.
c)   Una modificación de alguna de las propiedades del producto o de sus atributos, como un cambio de envase, lo cual es visualizado como un nuevo producto para el consumidor, mientras que para la organización es prácticamente el mismo y no lo asume como nuevo producto; o lo asume como tal pero solo desde la función comunicativa.
d)   Un nuevo producto para empresa y consumidores, con lo cual nos encontramos frente a lo que denominábamos una innovación.
Como se puede observar de los planteamientos expuestos, es importante determinar, fundamentalmente con datos convertidos en información para toma de decisiones, cuál es la situación en que se encuentra la empresa, pues si se trata de un nuevo producto o una modificación que se quiere presentar como tal, quienes lo compran deberían percibirlo.
Asimismo, una organización puede proceder al lanzamiento de un nuevo producto por una causa puntual o una combinación de ellas, que es necesario conocer, pues incidirán en la estrategia fijada en el plan de lanzamiento y en los procesos operativos de introducción del producto en el mercado.
¿Cuáles son las causas que podrían conducir a una organización al lanzamiento de un nuevo producto o uno modificado?

1)  Completar una línea existente, reduciendo los costos de distribución -si se utilizan los mismos canales o se utilizan nuevos canales creados al efecto, como los digitales- y aumentando la participación de la empresa en el mercado, diversificando a su vez el riesgo económico y financiero.
2)  Aprovechar integralmente la capacidad productiva, con la consiguiente baja en los costos fijos de toda la empresa.
3)  Aprovechar las capacidades de investigación y desarrollo, convirtiendo las ideas surgidas o probadas en un laboratorio en productos.
4)  Utilizar materia prima de descarte, con la consiguiente incidencia en los costos, ya que los mismos fueron ya incorporados al producto principal.
5)  Reemplazar productos obsoletos, por obsolescencia tecnológica o por adecuación a nuevos gustos y modas.
6)  Combatir y frenar la competencia, cuando ésta sea muy activa en el lanzamiento de nuevos productos y pueda ser identificada por el consumidor o cliente como una empresa de avanzada en innovación, lo cual afectaría la imagen y el prestigio de la propia empresa.
7)  Dispersar el riesgo, evitando depender de uno solo o pocos productos, por más exitosos que sean éstos.
8)  Lanzar productos complementarios de los que ya posee la empresa, afianzando su cuota de mercado, además de que su producto podría ser una alternativa independiente en un mercado no atendido en el presente por la organización.
9)  La apertura de nuevos mercados para la empresa, lo cual no solo diversifica los clientes atendidos sino también el riesgo, así como visibiliza a la empresa frente a los consumidores como líder en innovación.
Obviamente, no todas las causas enunciadas intervienen en cada lanzamiento de producto; este puede ser el resultado de una de ellas o la combinación de dos o más de las mismas, situación que resultaría natural que se produzca.
No todo lanzamiento de un producto conduce necesariamente al éxito, siendo por lo tanto fundamental para la empresa, analizar las posibles causas de fracaso, para actuar preventivamente evitando que los costos de esta operación, se transformen en pérdidas por un error de análisis de las opciones.
Hay que destacar que generalmente los errores y fracasos en esta área, tienen más que ver con la falta de análisis del momento adecuado o de las características que podrían diferenciar al producto, aunque en muchas circunstancias se culpa a los clientes que no comprendieron los atributos del producto que se les ofrecía, a competidores que utilizaron grandes sumas de dinero para neutralizar el lanzamiento o a condiciones macroeconómicas, como serían las políticas económicas de los estados nacionales, crisis internacionales, etc.
Es responsabilidad de la conducción estratégica del proceso, diseñar escenarios que le permitan estudiar los potenciales escollos y, en lo posible, tomar las medidas que posibiliten a la empresa enfrentar los mismos. Esto no implica, por supuesto, que no se produzcan situaciones imprevistas y totalmente fuera de control para la compañía –como un accidente natural o una crisis política y/o económica-, que son de difícil previsión para una organización, aunque no imposible en algunos casos.
¿Cuáles podrían ser las causas que conduzcan al fracaso en el lanzamiento de nuevos productos y cuyo análisis, nos posibilitaría evitarlas?

1)  Errores en la selección de los canales de distribución, por no ser los más adecuados para la llegada a los consumidores o por generar costos adicionales.
2)  Una fijación de precios que difiera de las condiciones del mercado consumidor.
3)  Problemas de fabricación que incidan en lo que el consumidor o cliente espera del producto, así como un deficiente control de calidad del mismo.
4)  Mala atención del servicio post-venta, por falta de capacitación del personal o impericia para responder con celeridad a las demandas.
5)  Un diseño inadecuado para la funcionalidad del producto o para lo que espera estéticamente un consumidor.
6)  Ingreso fuera de tiempo del producto en el mercado, por causas tecnológicas –falta de productos complementarios o inexistencia de otras tecnologías necesarias para su desarrollo- o macroeconómicas –una crisis de política económica nacional, regional o global-.
7)  No poseer el producto una diferenciación clara con su competencia o falta de capacidad de la empresa para resaltar sus atributos diferenciales.
8)  Estimación errónea del mercado potencial del producto o de la capacidad de la empresa de penetrar ese mercado, tanto a nivel financiero, respuesta productiva o capacidad de la estructura de ventas y distribución.
9)  Errores de comunicación, que impiden que el mercado potencial se informe adecuadamente de la existencia del producto o de las características diferenciales del mismo.

Las acciones de la competencia pueden también constituirse en causa de un fracaso –aun cuando se trate de una innovación pues el competidor podría ofrecer productos sustitutos-, por lo que en todas las circunstancias habrá que considerar que esas acciones existirán, pues ningún competidor entregará sin luchar su cuota de mercado; con lo cual se descuenta que uno de los primeros temas a considerar en el lanzamiento es cuál podría ser la actitud de la competencia en ese mercado.
De cualquier manera, se puede sostener que los fracasos en el lanzamiento de nuevos productos, ocurren generalmente por una confluencia de causas, más que por una puntual. Y también es posible afirmar, que en ese conjunto, es posible detectar causas internas  y externas, actuando entrelazadas; sin olvidar que la incertidumbre es parte del contexto en el cual las empresas realizan sus negocios y que por lo tanto, la misma tendrá incidencia igualmente en este proceso, lo que dificulta aún más, detectar la intrincada red de causas que intervienen.
Esta situación no debe alejarnos del estudio sistematizado de los fracasos, en los cuales, más allá de lo expuesto en el párrafo precedente, es posible detectar una causa determinante, que interactuando con otras malogra el plan.

III.- Estrategias de introducción de un producto en el mercado

Una de las cuestiones fundamentales cuando se trata de la introducción de un nuevo producto al mercado o modificar uno existente, es determinar el momento adecuado del ingreso, ya que una introducción anticipada puede conducir al fracaso, de la misma forma que un retraso en el mismo proceso.
Lo primero que debería considerar la empresa, son las características del producto, en cuanto a si se trata de un producto innovador o una imitación de otros ya existentes en el mercado. En el segundo caso los consumidores ya conocen el producto o, por lo menos, saben de su potencial uso, lo cual facilita el proceso de lanzamiento.
Y el segundo tema, se vincula con la información que se posee sobre el mercado y la competencia; si la misma es suficiente para garantizar el éxito o es necesaria información adicional. Esta situación requiere un alto grado de complejidad ya que a la situación particular del mercado consumidor de cada producto, se suman los imponderables que provienen de las crisis recurrentes en el mundo global en que las organizaciones desarrollan sus actividades; aunque se trate de una pequeña empresa de actuación nacional o regional, no queda exenta de esta problemática.

1) Información previa al lanzamiento

La organización, utilizando las distintas fuentes que provee la Investigación de Mercado, ha recopilado durante todo este proceso, una cantidad de datos, que deben estructurarse como información organizada, al efecto de que el responsable o equipo al frente del desarrollo, puedan tomar decisiones, de las cuales depende el éxito o fracaso del lanzamiento del producto.
Esta información previa al lanzamiento, por supuesto no se agota en el modelo propuesto a continuación, sino que el mismo es una guía de aquellas cuestiones básicas que toda organización debe analizar, como mínimo, antes de lanzarse a realizar esta operación.

a)   Del mercado:
·        Características del producto no cubiertas por el mercado o necesidades potenciales no cubiertas por tratarse de una innovación.
·        Localización geográfica: zonal, regional, provincial, nacional, internacional, donde la empresa pretende ingresar.
·        Mercado total estimado para alcanzar por la organización, en unidades y porcentaje de participación estimada en ese mercado.
·        Probable evolución futura del mercado, en cuanto a este tipo de producto o la existencia de sustituciones tecnológicas.

b)   De los consumidores:
·        Franja etaria.
·        Sexo.
·        Nivel socio-económico
·        Localización geográfica de residencia y lugar de compra.
·        Estimación del número total de consumidores potenciales.                               
·        Hábitos de consumo de los clientes potenciales en relación con este producto.

c)   De la empresa:
·        Estructura de marketing vigente.
·        Políticas de comunicación utilizadas para los otros productos de la organización; similitudes y/o diferencias con el nuevo o la modificación.
·        Situación de cobertura, en caso de que el producto formara parte de una línea dirigida al mismo mercado.

d)   Del producto:
·        Comparación entre las características de los productos de la competencia –iguales o similares- y las del propio en relación con la función que se pretende que cumpla el producto.
·        Estacionalidad probable o vigente del producto.
·        Existencia de productos sustitutos.
·        Necesidad de acoplarse con productos complementarios.

e)   De los canales de distribución:
·        Estructura actual de canales físicos en el mercado y canales físicos alternativos.
·        Potencialidad de los canales digitales en el tipo de producto que se está lanzando al mercado.
·        Sistemas de promoción hacia el canal y hacia el consumidor final utilizados tanto por la competencia como por la propia empresa en el mismo producto o en otros similares.

2) Coordinación del lanzamiento

En esta etapa del proceso del lanzamiento del nuevo producto, la tarea más compleja, es la coordinación de las distintas áreas intervinientes.
Independientemente de la estructura que adopte la empresa para organizar e implementar este plan y del tamaño de la empresa en cuestión, el lanzamiento de un producto, es el resultado de la interacción de una serie de funciones dentro de la organización, cada una de las cuales corresponderá a un área específica dentro de la estructura o descansarán varias en una sola persona o en consultores externos, de acuerdo al tipo de empresa.
La tarea más importante, en esta etapa, a cumplir por el responsable o por el equipo de trabajo que dirija todo el proceso, es la coordinación de las tareas a realizar, al efecto de cumplir con los objetivos planteados y con la fecha fijada para el lanzamiento.
Un listado enunciativo y no taxativo de las funciones que participan en el proceso de lanzamiento son:

Ventas: En cuanto a establecer los lineamientos para introducir el producto en el mercado. De la misma manera, es la función responsable de las estimaciones de penetración en el mercado. Esto siempre y cuando sea necesaria la utilización de un equipo de ventas, dependiendo del tipo de producto, estructura de distribución y mercado atendido.
Comunicación: Deberá coordinar todas las actividades que comprenden la función, así como el estudio de la potencialidad de utilización de formatos digitales y del marketing directo. En ese sentido, las dos vías tradicionales a utilizar son:
Promoción: Como parte integrante del área de marketing, es responsable de la selección de aquellos instrumentos más adecuados para encarar las tareas promocionales del nuevo producto, seleccionar lo puntos de venta donde se realizarán las acciones o los canales más efectivos para las mismas y preparar los materiales que se utilizarán, garantizando que los mismos puedan ser puestos a disposición del canal, los vendedores y cualquier otro medio que se haya elegido.
Asimismo, confeccionará los análisis del retorno sobre la inversión estimado para el gasto total de promoción y como contribuirá esta herramienta de comunicación a la participación en el mercado prevista.
Publicidad: Igualmente como parte integrante del área de marketing, está entre sus tareas la coordinación de tiempos y objetivos con la agencia de publicidad que se encargará de la comunicación con el potencial cliente. O establecerá la coordinación con los medios cuando esta forma de comunicación sea desarrollada por la propia empresa.
Distribución: Si es que el producto se venderá a través de intermediarios, es la función responsable de la utilización o no de los canales de distribución actuales y de proponer alternativas, así como planificar los tiempos de llegada al canal para garantizar la efectividad del lanzamiento. También es responsable de la logística, considerando el espacio geográfico a cubrir, medios de transporte disponibles, capacidad de depósitos y stocks mínimos y máximos.
Finanzas: Se deberán coordinar los distintos presupuestos de las tareas antes descriptas, en un plan unificado que posibilite a la empresa estimar con máxima certeza los fondos necesarios para garantizar el lanzamiento y posterior mantenimiento del producto en el mercado.
Legales: deberá organizar los registros de las marcas, patentes, licencias, aprobación ante organismos oficiales, autorizaciones en el caso de productos comestibles, contratos de distinto tipo –distribución, provisión de insumos etc.-.
Costos y precios: Es responsable de la determinación de los costos de producción y de marketing del producto, su impacto –si lo hubiera- en los costos globales de la empresa y la propuesta de los precios posibles para el producto; esto último en estrecha coordinación con el área de marketing, que más allá de las limitaciones de costos es quien ha investigado la situación del mercado en relación con la política de precios que puede seguir la organización.

Las funciones descriptas, no implican que cada organización deba poseer una estructura diferenciada para cada una de ellas, sino que se refiere justamente a funciones, que pueden descansar en una única o en varias áreas o personas, dependiendo del tipo de empresa, su tamaño, mercado atendido, etc.

3) Control del lanzamiento

Los métodos de control en el lanzamiento de productos, no se refieren exclusivamente a las acciones a considerar una vez que se ha producido el hecho, sino que incluyen todas las previas a realizar durante el proceso descripto con anterioridad.
La utilización de mercados de prueba, por ejemplo, es una herramienta que permite verificar que los planes trazados, se corresponden con una correcta lectura de la realidad o que, en su defecto, deben ser objeto de ajustes para alcanzar efectividad al momento del lanzamiento en el mercado total que se haya decidido abarcar.
Los test publicitarios antes del lanzamiento de las campañas o la prueba entre grupos de consumidores de las herramientas de promoción, son otro ejemplo de cómo trabajar en las etapas previas para minimizar o anular los márgenes de error.
Una vez que el producto ha sido lanzado en la escala de mercado elegida por la empresa, los mecanismos de control de los objetivos propuestos deberán actuar de manera sumamente estricta, ya que del cumplimiento de las metas, depende la subsistencia del producto y, en muchos casos, de la propia organización.
Por esto es necesario un estricto control de los avances hacia las metas de participación de mercado fijadas y de las causas de los posibles desvíos; del cumplimiento de los costos establecidos; de la efectividad de las campañas de comunicación a partir de medir el resultado de las mismas.
Asimismo, la empresa deberá realizar un seguimiento de las acciones de la competencia, pues las mismas deberán generar respuestas que en muchos casos, no estaban planificadas al momento del lanzamiento.

IV.- Estructuras para el lanzamiento del producto

No existe, ni podría existir, una estructura modelo para implementar el
lanzamiento de un producto, dada la diversidad de empresas que podemos encontrar en un proceso de este tipo.
Empresas de distinto tamaño, desde grandes compañías internacionales hasta microemprendimientos; con distintas estructuras o, en algunos casos, sin estructuras claras como el caso de las pequeñas empresas; con recursos humanos con experiencia o no en este tipo de procesos; con más o menos capacidad financiera.
Por lo tanto, la estructura que la empresa decida adoptar para el lanzamiento, dependerá de toda una serie de condicionantes, de los cuales los expuestos son solo una muestra.
Desde esta visión, vamos a proponer algunas alternativas, que han sido exploradas con distintos grados de éxito por distintas organizaciones, que pueden servir como plataforma no solo para su copia, sino para la creación de nuevas estructuras superadoras, de acuerdo a cada situación particular.

En un primer caso, se trata de alojar toda la operación dentro del área de marketing; en este caso, será el responsable de esta función o el nivel de responsable que tenga el área, quien coordinará todo el proceso. Pero también puede existir, de acuerdo al tamaño de la empresa, una jefatura de producto o de marca, a quien se le asigna la tarea. Cuando la organización opta por este esquema de trabajo, tiene la ventaja de que el lanzamiento queda en manos de personal especializado en las tareas comerciales, que son quienes a su vez, serán responsables del producto una vez que éste se encuentre en el mercado. El Gerente o Jefe de Producto a cargo, coordinará con el resto de las áreas de la organización las distintas tareas para llevar a cabo el proceso. La gran desventaja de utilizar este tipo de estructura como soporte, es que el resto de la empresa permanece ajena al proceso, ocupándose solamente de cada tarea específica, pero sin tomar conciencia de la operación en su conjunto; de la misma manera que permanecen las otras áreas al margen de la vinculación de la organización con sus clientes.

Una segunda alternativa es crear un Comité responsable del nuevo producto en el nivel directivo de la empresa. Lo conduce un miembro de la dirección, en conjunto con los responsables de las áreas funcionales. Este comité es el que fija las políticas y posteriormente, cada responsable procede a implementarlas en su área específica, informando posteriormente al comité sobre los resultados, al efecto de realizar rectificaciones o reafirmar el curso elegido y los tiempos pautados. Si bien un comité de estas características generalmente es altamente eficiente, pues quienes lo integran son quienes conducen a la organización, es indudable que el conjunto de los recursos humanos desconocen el conjunto de las tareas que llevan al lanzamiento; con lo cual se pierde la posibilidad de apelar a la creatividad colectiva.

Una tercera posibilidad es la conformación de un equipo de trabajo interdisciplinario: se trata de la formación de un equipo con miembros de las distintas áreas de la empresa que participan de manera directa o indirecta del lanzamiento del producto y que se ocupan de centralizar todo el proceso. Una vez producido el lanzamiento, el posterior desarrollo del producto en el mercado queda bajo la responsabilidad del área de marketing, o de producto o de marca, dependiendo esto del tipo de empresa y los miembros del equipo regresan a sus lugares de origen, pero formados en un proceso complejo, de vinculación con el mercado atendido por la empresa y, por lo tanto, las nuevas capacidades adquiridas se dispersan por toda la organización.

V.- Conclusiones

Se ha presentado en este trabajo, una metodología posible para estructurar el proceso de lanzamiento de un nuevo producto al mercado o una modificación de un producto existente.
Como se ha expuesto, las organizaciones empresarias no constituyen una unidad equiparable, existiendo dentro de este universo, una cantidad de tipos de empresas, distinguibles por el mercado atendido, su tamaño, capacidad financiera, participación de marca en el mercado, actuación geográfica, etc.
Por lo tanto, la forma concreta en que se ha de instrumentar esta propuesta metodológica dependerá de la práctica concreta de cada organización y de las características enunciadas.
No obstante, se entiende que lo expuesto representa una guía para la acción, independientemente de su proceso adaptativo a cada realidad particular.
Asimismo, hay que tener presente lo expuesto en el inicio, en cuanto a que los lanzamientos de productos resultado de innovaciones, dependen en sus éxitos y fracasos de una cantidad de condicionantes externos e internos de las organizaciones, así como del poder de negociación de las mismas con otras organizaciones, con los gobiernos o con la sociedad; o de la capacidad de imponer sus condiciones a toda la sociedad. O sea que la dimensión de la política también forma parte de este proceso, si bien su resolución opera más allá de la funcionalidad del marketing en las organizaciones.


[1] Citado en: Vegara Carrió Joseph Mª. Cambio tecnológico, análisis económico e historia. La aportación de Nathan Rosenberg. Revista de Historia Industrial, Universidad de Barcelona, Nª 5, 1994.