¿NEUROMARKETING?
Mg.
Carlos A. J. Molinari
“El marketing se mete en la cabeza de
los consumidores y los hinchas”,
es el título de un artículo publicado el 13 de enero de 2013, en el matutino
“Tiempo Argentino” de la Ciudad
de Buenos Aires. La autora del mismo, analiza el papel del denominado
neuromarketing en las tomas de decisiones de las empresas en lo referente a
productos. Así, se incluyen las declaraciones del presidente de Neurensics
Latin America, una consultora que en nuestro país se ocupa de neuromarketing,
quien sostiene que entre el 95% y el 99% de las decisiones se toman en forma
inconsciente –se entiende que habla de decisiones de compra de productos-, por
lo que “las empresas se interesan en la investigación del cerebro de los
consumidores para poder captar sus emociones positivas y hacer que opten por el
producto ofrecido”.
A
continuación, se describe el procedimiento utilizado por el neuromarketing, que
consiste en analizar la actividad neuronal de los individuos, utilizando el
procedimiento de la resonancia magnética, para observar la actividad de las
áreas del cerebro frente a ciertos estímulos y su relación con emociones
positivas. Uno de los subtítulos del artículo, resume la propuesta, cuando
sostiene: “El botón de compra, en el cerebro”.
En
una separata del mismo artículo, Hernán Serrano, docente del curso
Neuromarketing del programa Capacitarte de la Facultad de Ciencias
Económicas de la UBA,
plantea también que la mayoría de nuestras decisiones son emocionales y, por
otra parte, propone a esta nueva herramienta como estratégica para la
elaboración de un plan de marketing.
No
es objetivo de este artículo realizar un profundo análisis de esta nueva
herramienta que se le presenta a nuestra disciplina, sino formular algunas
preguntas que puedan contribuir a un debate necesario, no solo en este caso,
sino en cada oportunidad en que surgen nuevos instrumentos de utilización en
marketing.
La
primera cuestión se relaciona con la propia denominación de neuromarketing. Si
la aplicación de neurociencias a nuestra disciplina lleva esta denominación,
también deberíamos hablar de sociomarketing, pues no es posible pensar en
términos de consumidores sin los aportes de la sociología a la comprensión del
contexto de compra; o demomarketing, ante la importancia de la demografía para
la clasificación de los consumidores; o antropomarketing, psicomarketing,
etcétera. En definitiva, el marketing se nutre de una gran cantidad de
disciplinas científicas y de técnicas para construirse a sí mismo. Las neurociencias
serían otro de los aportes para mejorar el estudio de los consumidores y no una
disciplina independiente. En nuestra sociedad contemporánea, sería imposible
encarar la relación entre la gestión de las empresas y sus clientes y/o
consumidores, sin una verdadera construcción interdisciplinaria, como resultado
de nuestra actuación en un entorno caracterizado por la complejidad, tal cual
lo explica Edgar Morín (ver: Introducción
al pensamiento complejo, Editorial Gedisa, Bacelona, 2005). No se trata de
un simple planteo formal, sino de si el denominado neuromarketing es una
disciplina en sí o, como se ha expresado, la aplicación de metodologías de otro
campo disciplinar a los estudios de marketing.
Pero
la cuestión de fondo, se vincula con los conceptos vertidos sobre la
utilización de las neurociencias y sus resultados. La primera pregunta que surge, es si no
estaremos frente al planteo de Pavlov, quien proponía reacciones similares
frente a estímulos similares, tal cual su famoso experimento con los perros; lo
cual nos podría colocar frente a un análisis reduccionista de la actividad de
los seres humanos, que son un “poco” más complejos que el famoso perro.
Martin
Lindstrom, conocido por sus trabajos en neuromarketing, sostiene que “Gracias a
un mayor conocimiento del cerebro y de las regiones asociadas con algunos tipos
de pensamiento, detectamos emociones que la gente no puede expresar
verbalmente” (Mentes que no mienten,
entrevista a Martin Lindstrom por Viviana Alonso, Revista Gestión, Buenos
Aires, vol. 14, noviembre-diciembre 2009), dato en el que todos los estudios
publicados sobre el tema en general coinciden, pero que lo lleva a decir que
“Lo concreto es que nos ayudará –refiriéndose al neuromarketing- a entender
exactamente las necesidades del consumidor”.
Y
es esta última frase la que preocupa, igual que lo expuesto anteriormente en
este artículo, ya que como mínimo, parecería lineal y reduccionista pensar que
los comportamientos del ser humano puedan predecirse con exactitud. Es como
volver a la concepción mecanicista –el hombre como máquina-, que durante el
siglo XIX y buena parte del XX se impuso en muchas áreas de las ciencias y,
creo, tanto daño hizo cuando se trata de comprender a los seres humanos.
No
se trata de negar el papel del inconsciente en los procesos de toma de
decisiones de compra por parte de los consumidores, lo que de hecho ya fue
planteado por Vance Packard en su famoso libro Las formas ocultas de la propaganda, a fines de la década de 1950.
El problema es si es posible simplificar al punto de pensar que un ser humano
actuaría de acuerdo al binomio estímulo-acción, tal cual el perro de Pavlov.
Hace
ya muchos años que se conoce que el olor, por ejemplo, juega un importante
papel en una decisión de compra, pero sonaría aventurado plantear que por sí
solo genera la acción. Por supuesto que el olor en un punto de venta, puede
incitar a compra, pero no es independiente de otras variables que interactúan,
como el producto, la decoración, el precio, las experiencias previas, la cultura
del individuo y otras.
El
inconsciente del individuo, sigue siendo una zona bastante compleja, para
pensar en estudiarla simplemente con un estímulo y una resonancia. Los aportes
de Sigmund Freud a su estudio (ver: Esquema
del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1996), sin descartar los aportes
de las neurociencias –de hecho Freud era neurólogo-, nos dicen que se trata de
un tema que requiere un análisis muy profundo, pues las decisiones de lo
individuos aparecen como multicausales, como producto de ese inconsciente que
sabemos complejo en su abordaje.
Además,
que no se puede dejar de considerar que la toma de decisiones de compra es un
mix de razón y emoción; pensar que el 95 o 99% de estas decisiones son
inconscientes, aparece como un planteo quizás temerario, sin pruebas
consistentes que lo avalen y sin especificar previamente de que producto se
trata.
Entonces,
no se trata de negar los importantes aportes que las neurociencias pueden hacer
al conocimiento de las actividades de los individuos –en nuestro caso del
proceso de toma de decisiones de consumo-, pero estudiadas en el marco de su
interacción con otras disciplinas, para que se puedan generar modelos de
comprensión útiles y eficaces para el marketing.
Quizás
ha llegado la hora, que desde el ámbito académico del marketing, se promueva un
debate entre neurocientíficos (en Argentina el CONICET, nuestro máximo
organismo científico tiene investigadores especializados en neurociencias),
psicólogos, sociólogos, antropólogos, psicólogos sociales y profesionales del
marketing, para clarificar el estadio en que se encuentra el estudio del
cerebro humano y como repercute ello en el comportamiento del consumidor.
Evitar
cualquier forma de reduccionismo, de pensamiento lineal y mecanicista, es una
obligación para los profesionales de marketing, cuyo campo de estudio e
investigación no son los productos sino las personas que los consumen, las
cuales, por suerte, no siempre piensan lo que otros quieren que piensen, o
actúan como otros quieren que actúen.
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