CONOCIMIENTO E
HISTORIA
Sobre el Pasado, el
Presente y el Futuro
Es
un lugar común encontrar en la teoría de la gestión de organizaciones,
esencialmente cuando se piensa en términos estratégicos, frases como “construir
el futuro”, asomarse al futuro”, diseñar el futuro”, u otras en la misma línea
de pensamiento.
Pero
no solamente en la gestión de organizaciones, sino también en otras áreas de
las ciencias sociales, como la economía o la ciencia política –sin desdeñar
otras disciplinas-, aparece esta preocupación por construir escenarios futuros.
Aunque
podríamos decir que, de alguna manera, siempre existió en los seres humanos, la
genuina preocupación por vislumbrar los acontecimientos futuros, así como
moldearlos de acuerdo a sus intereses. Pero también la experiencia indica, que
esos intentos en general han resultado vanos; si bien muchas veces, se pueden
anticipar algunas ideas sobre sucesos futuros, algunas líneas sobre tendencias
generales en la sociedad o, sobre desarrollos puntuales –en tecnología, en
medicina, etc.-, solo se trata de acontecimientos en el corto plazo, por más
difícil que resulte definir este término. En el transcurso de este trabajo,
intentaremos profundizar en lo expuesto.
Entonces,
lo que nos proponemos en este breve ensayo, es analizar que nos puede aportar
la disciplina de la historia, para comprender la posibilidad de este tipo de
ejercicio, así como las limitaciones que presenta.
En
esta línea de pensamiento, debemos establecer en primera instancia, que
entendemos, por lo menos en un sentido general, por hacer historia.
Lo
primero que surge, por lo menos en su acepción más ‘vulgar’, es que la historia
es el estudio y la narración de los hechos del pasado.
Pero,
como sostiene Walter Benjamín[1], “La historia es objeto de una construcción
cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino el “tiempo actual”, que es
pleno”. De lo que resulta que el historiador, reconstruye el pasado, a
partir de determinadas preguntas que se hace sobre ese pasado, pero desde el
presente en el que habita.
Entonces,
se trata de una historia que se construye para responder a los problemas que
nos enfrentamos en el presente y que impacta en éste. Por eso, Benjamin
diferencia al historicismo, que nos muestra una imagen eterna del pasado,
frente al materialista histórico que postula una experiencia única.
Claro
que el pasado está constituido por hechos,
aquello que sucedió, de lo cual existen documentos escritos, visuales,
audiovisuales, así como registros arqueológicos, monumentos, arquitectura,
obras de arte; lo que podemos asimilar a lo que los griegos denominaban alétheia, verdad. Siempre hay un núcleo
de verdad en los hechos, que podemos reconstruir, aun cuando los mismos puedan
haber sido manipulados o intentado eliminar de la historia. Sabemos que Alejandro
Magno llevó a cabo su campaña de conquista sobre el Oriente, de la misma manera
que no tenemos dudas que Napoléón fue derrotado en Waterloo o que en la
Revolución Francesa, el rey y la reina fueron guillotinados.
Frente
a estos hechos, existe lo que los griegos, en el campo de la filosofía, oponían
a la verdad, que era la doxa, la
opinión.
En
este marco, es en el que trabaja el historiador, pues la opinión que emite
sobre los hechos que está analizando, se encuentran determinados por su bagaje
teórico por una parte –su ideología, su metodología de investigación-, que a su
vez, pueden condicionar la selección que realiza de los hechos que va a
analizar y los objetivos en el presente que se plantea con la investigación.
De
acuerdo a la pregunta o preguntas a las cuales aspira a dar respuesta, elegirá
determinados hechos, o fechas, o determinada documentación; en esta situación,
aclaramos que partimos de la base de la honestidad intelectual de quien está
realizando la tarea.
Por
ejemplo, si estamos estudiando la historia de las técnicas fotográficas,
podemos preguntarnos acerca del proceso que llevó al reemplazo de la fotografía
analógica por la digital. En este sentido, una pregunta podría ser porqué
Kodak, que en 1975, creo el primer prototipo de cámara digital, no continuó en
ese sendero; o porqué los fabricantes tradicionales, que dominaban en el
mercado de cámaras fotográficas, fueron superados por marcas sin experiencia en
el tema, pero especialistas en mercados de electrónica de consumo masivo, cuestión
que se repite con la incorporación de la fotografía en los teléfonos celulares.
Una
respuesta, podría vincularse al hecho del poder de las marcas de consumo masivo
en electrónica hogareña, o a la simplicidad del uso de las nuevas cámaras por
parte de los consumidores; hecho que no es ajeno a la realidad, pero que solo
araña una parte del problema.
Porque
también nos podemos preguntar e investigar, acerca del abandono por parte de
las marcas de consumo masivo, sólidas tecnológicamente, tanto de EE.UU. como de
Europa, a favor de marcas japonesas en una primera instancia y, posteriormente,
a favor de otros mercados asiáticos y China, en cuanto al proceso de
producción.
Lo
que nos conduce asimismo al tema de la globalización económica y, como
consecuencia, a los procesos de monopolización que se fueron produciendo en los
distintos mercados.
Esto
sin contar con el poder de los medios de comunicación masivos, en los procesos
de adopción de nuevas tecnologías por parte de los consumidores.
Estas
preguntas podrían continuar, ampliando el campo de investigación, lo que nos
posibilita en una primera instancia, extraer algunas conclusiones. Por una
parte, que del recorte que haga el historiador de los hechos a incorporar,
dependerá en última instancia, el resultado de la investigación. Y por otra
parte, que ese recorte, se relacionará con lo que quiera demostrar, en función
de sus implicancias en el presente.
Así
podemos ver como la ideología[2] del
investigador, es la que de alguna manera, produce las preguntas desde un
presente que quiere validar a partir de la historia. Aunque nosotros diremos,
que la honestidad intelectual, estriba en no ocultar hechos que contradigan los
presupuestos; aun sabiendo que la información, en términos históricos, nunca
será información completa, pues siempre nuevas investigaciones pueden dar lugar
a nueva documentación o por la imposibilidad –como actitud consciente o no-, de
acceder a toda la documentación posible sobre un hecho.
Por
otra parte, debemos decir, que aunque el historiador se pregunta por el pasado
desde el presente, no puede analizar la historia como en el presente, sino que
debe ubicar los hechos en el contexto en que fueron producidos. No se pueden
utilizar categorías del presente, para analizar hechos del pasado; no importa
cuán lejano o cercano se encuentre ese pasado. La cuestión del contexto en que
se producen los hechos, tiene tanta importancia, como la selección de los
mismos.
No
obstante, no hay que olvidar que nunca podremos saber exactamente como pensaban
los seres humanos en el pasado, especialmente cuando ese pasado se va alejando
en el tiempo; podemos inferir a partir de las fuentes, pero siempre seremos
hombres del presente, no del pasado.
Lo
que debemos hacer entonces, es intentar comprender el contexto en el cual, los
hechos que estamos analizando se produjeron y, en función del mismo, exponer
nuestras posiciones respecto de ellos.
Igual
hay que marcar, que cuando los hechos se encuentran cercanos en el tiempo, esto
no sería una limitación en cuanto a la comprensión de las ideas en circulación
en una determinada sociedad, pero siempre considerando las particularidades del
contexto bajo estudio.
Otra
cuestión a resaltar, cuando se emiten opiniones sobre temas del pasado, es que
no podemos conocer los aspectos subjetivos que condujeron a determinadas
acciones a los individuos que actuaron en ese pasado. Cuando decimos opinión,
estamos ingresando en el terreno total de la conjetura en este aspecto[3].
Es
cierto, que siempre el historiador, se mueve en un área de conjeturas, cuando
está emitiendo opinión sobre hechos pasados; cuánto más lejanos se encuentren
en el tiempo, más se abre el campo a la conjetura.
A
lo que denominamos un nivel insuprimible de conjetura, ya que nunca podremos
acceder a la exacta verdad de los hechos; en especial en el pasado lejano. Aunque
existan fuentes, estas fuentes son el producto de apreciaciones de quienes las
produjeron; pero la tarea del historiador, es reducir al mínimo estas
conjeturas, explorando todas las fuentes posibles. Así, su opinión estará
basada en los hechos analizados y no en simples conjeturas, sobre lo que podría
haber sucedido.
También
debemos señalar en este trabajo, un punto sobre el que alerta Karel Kosik[4], acerca
de la relación entre la historia escrita como un estudio de lo particular –los
grandes hombres, los pequeños hechos- y la historia escrita como una gran
corriente, en donde los pequeños hechos o los hombres particulares se diluyen.
En ese sentido nos dice: “O ben lo
general es absorbido por lo particular y la historia se vuelve no solamente
irracional, sino también absurda en la medida que cada elemento particular toma
el aspecto de lo general […] o bien lo particular es absorbido por lo general,
los individuos no son más que instrumentos, la historia está predeterminada y
los hombres solo la hacen aparentemente”.
La
salida a esta encrucijada, la encuentra el autor cuando sostiene que “No se puede separar el “edificio” de la
historia del “andamiaje” con cuya ayuda se ha construido el edificio. Lo
particular y lo universal se interpenetran y el objetivo realizado es igual, en
cierto sentido, a la suma de medios utilizados”.
Si
hasta aquí hemos esbozado, de manera muy sucinta, nuestro concepto de historia,
nos tenemos que preguntar, en función de lo que habíamos expuesto al inicio,
como esta construcción de hechos del pasado, nos puede ser útil en el intento
de predecir ciertas tendencias del futuro.
Y
nos encontramos con un problema, que es que generalmente, partimos del
presente, para pensar en términos de futuro.
Cuando,
por ejemplo, en el campo de la economía y los negocios, se piensa en función de
la evolución futura, se lo hace tomando como base, el estado actual de lo que
estamos analizando, sea la macroeconomía o un mercado particular. Pero ese
presente, no es un momento estático, un día, mes o año particular, sino que se
trata de un presente en movimiento; resultado de acontecimientos pasados y en
cambio permanente, como corresponde a todo desarrollo social. Cambios que
obviamente, se pueden producir en días, meses, años, decenios, dependiendo de
múltiples variables y del objeto de estudio en cada caso.
Marc
Bloch[5],
refiriéndose al problema del tiempo histórico, decía que el tiempo verdadero
es, por propia naturaleza un continuo, pero también un cambio perpetuo.
Decíamos
entonces, que se trata de acontecimientos como resultado de un desarrollo
histórico, pues es el pasado el que los construyó como tales. Por lo tanto, la
historia va a ser parte inseparable de la construcción de esa idea sobre el
futuro; o de su posterior explicación.
Inclusive
podemos decir, que el presente es inasible, en la medida que al estar siendo
transitado, nos permite captar acontecimientos parciales, pero se dificulta
ubicarlos en el gran proceso de la historia, ya que la misma está siendo
construida.
No
estamos diciendo, que no se pueda historizar sobre lo que está sucediendo; lo
que expresamos, es la dificultad de construir sobre lo que sucede, ya que
siempre nuestra información será incompleta. Pero debe quedar claro, que esto
lo estamos pensando desde la óptica del historiador.
Si
este presente, lo enmarcamos en los acontecimientos históricos y, desde ellos,
intentamos vislumbrar potenciales acontecimientos futuros, entonces la historia
como disciplina, como ciencia, tiene algo para decirnos.
Se
podrá decir, que muchos hombres, y no pertenecientes justamente a la disciplina
de la historia, han predicho de alguna manera invenciones futuras. Leonardo Da
Vinci, Jules Verne, Herbert G. Wells –aunque este último también fue historiador[6]-, son
solo algunos de los nombres que pueden citarse en esta genealogía, compuesta
por muchos escritores de lo que denominamos ciencia ficción. Pero en realidad,
estos hombres, no estaban imaginando el futuro, sino que desarrollaban sus
ideas desde su presente, con los conocimientos que poseían cada uno en su
momento histórico. Quizás, en casos como el de Leonardo, se lo podría
considerar un adelantado a su tiempo, al desarrollar prototipos de máquinas que
tomarían sentido siglos después.
Herón
de Alejandría, en el siglo I, también construyó un aparato, que se puede considerar
máquina de vapor y turbina, aunque su aplicación en ese momento histórico carecía de sentido, pues no existía
un sistema productivo donde integrarse, como sí luego sucedió en la Revolución
Industrial.
Pero
estos hombres, pensaban en tiempo presente, con categorías de su presente; no
estaban intentando dilucidar el futuro. Como Leonardo, que era un hombre del
Renacimiento, cada uno vivía y sentía su presente.
De
lo que estamos tratando aquí, es de algo completamente distinto y, que
corresponde a una característica de nuestra época histórica, esencialmente
desde el siglo XX; la idea no solo de pensar en cómo será el futuro, sino
inclusive modelarlo para determinados intereses.
Frente
a este planteo, lo primero que nos propondremos es analizar, si podemos
realmente percibir nuestro futuro y en qué términos.
Eric
Hobsbawm[7],
sostenía que un proceso de previsión del futuro, tiene que basarse
necesariamente en el pasado, pues lo que ocurra en ese futuro, tendrá alguna
relación con lo que sucedió. Pero también nos alerta, acerca de que gran parte
del futuro es de por sí imprevisible; aunque lo totalmente imprevisible es
normalmente un acontecimiento único y específico.
Con
esto, señala dos temas que, a nuestro criterio, son esenciales: que es
necesario recurrir a la historia, para entender el devenir histórico a partir
de lo que ya sucedió y, que surgen hacia el futuro acontecimientos únicos,
imprevisibles, que pueden afectar todo el desarrollo social. Agregaríamos
nosotros que son acontecimientos que no se encuentran en el radar del tiempo
presente.
Inclusive
en la obra citada, agrega que la predicción sobre el desarrollo tecnológico, ha
sido la que históricamente más se ha equivocado. Citamos esta cuestión, porque
nuestra realidad contemporánea, nos tiene acostumbrados a las predicciones
sobre el futuro de la tecnología y sus impactos sobre la sociedad.
Entonces
aquí se presentan dos cuestiones; por una parte, lo que sería pensar el futuro,
a partir de rastrear los acontecimientos históricos y analizar los posibles
escenarios que podrían surgir, en función del comportamiento en el presente de
distintas variables sociales, culturales, económicas, tecnológicas. Este camino
nos posibilitaría la percepción de un futuro posible, aún con la
imprevisibilidad de los acontecimientos únicos, que podrían alterar toda
previsión.
Pero
la otra cuestión, que suele aparecer en la literatura de negocios y económica
en general, se refiere a la idea de que las organizaciones pueden y, deberían,
diseñar sus mercados para el futuro.
De
hecho, un famoso libro de finales de la década de 1990, hablaba de la
estrategia para crear los mercados del mañana[8],
haciendo hincapié en los casos de empresas que habían resultado exitosas,
construyendo desde el presente como querían que fueran sus futuros mercados.
Frente
a estos planteos, lo primero que surge, es que los análisis se realizan desde
el presente, siempre con posterioridad a los hechos que supuestamente constituían
ese futuro. Si bien se trata de estrategias que resultaron exitosas, se trata
de estrategias empresarias, que son pensadas para plazos, prolongados en
términos de mercado, pero cortos cuando se trata de imaginar escenarios futuros
para la sociedad; en tiempos históricos, cinco o diez años pueden ser
importantes cuando se presentan acontecimientos imprevisibles y disruptivos,
pero representan muy poco tiempo cuando se trata de cambios sociales que
moldean las sociedades.
Lo
segundo que se presenta en este caso, es que no se analizan ni ponen en
cuestión un conjunto de variables, como el poder de lobby de las empresas, las
características de los mercados en cuanto a la existencia de monopolios u
oligopolios, las acciones de los Estados nacionales a favor o en contra de
determinadas tecnologías, el papel de los medios de comunicación y su
influencia en la sociedad para imponer modalidades de consumo, el poder
económico financiero de determinadas “empresas exitosas” con su consecuente
capacidad para la adquisición de empresas más pequeñas portadoras de
tecnologías de avanzada, contextos macroeconómicos, entre otras.
En
definitiva, según gran parte de los autores de management, el éxito o fracaso al crear un futuro para una empresa,
dependería de la planificación y acción individual de la misma, donde lo
social, que siempre es histórico, así como las cuestiones que hemos señalado en
el párrafo anterior, prácticamente no jugarían ningún papel.
Entonces,
podemos concluir en una primera instancia, que pensar en un futuro, puede
hacerse en un determinado sector económico o científico, a partir de premisas
que se relacionan con un pasado y con los desarrollos presentes, aun con las
limitaciones de toda previsión.
Pero
un caso muy distinto es pensar en términos de futuro del desarrollo social,
pues si los acontecimientos imprevisibles pueden desviar un plan en el caso de
una empresa o una tecnología, en el caso de la dimensión de lo social, pueden
iniciar una nueva era.
Aunque
no lo hemos ampliado antes, en esta etapa debemos clarificar de qué hablamos en
este ensayo, cuando lo hacemos de acontecimientos únicos e imprevisibles.
Hay
acontecimientos, como catástrofes naturales, que se pueden considerar
imprevisibles, aunque los avances tecnológicos posibilitan en la actualidad
anticiparse a la aparición de los mismos, con limitaciones. Esos hechos,
producen una serie de impactos a nivel económico y social, como destrucción de
infraestructura, lo cual resulta de pérdidas para la comunidad.
Otros
corresponden a situaciones provocadas por el ser humano, como las guerras, que
también tienen, en principio, impactos sobre la economía y la sociedad, aun
cuando las mismas tienen procesos de incubación; pero cuando estallan, igual
que las catástrofes naturales, decimos que eran imprevisibles en cuanto a las
consecuencias que producen. No obstante lo cual, podemos decir que muchos de
estos acontecimientos, los podemos limitar, o en el tiempo o en el espacio, en
cuanto a sus consecuencias.
Tenemos
el caso, por ejemplo, de un tsunami, que puede repercutir en la economía de un
país o una región, en la infraestructura social como viviendas, en la salud de
la población.
Ante
esta descripción, un acontecimiento único e imprevisible, en tanto cambia las
coordenadas con que se desarrollaba una sociedad, es algo distinto; se trata de
los casos que pueden cambiar no solo el curso de la historia de un país o
región, sino inclusive de una parte importante de la humanidad. Utilizando las
ideas de Walter Benjamín, decimos que
salta el continuum de la historia; se
inaugura un nuevo tiempo.
La
Revolución Francesa de 1789, la Revolución Rusa de 1917 o la desaparición del
Muro de Berlín en 1989, pueden considerarse acontecimientos de este tipo. Lo
que no implica, que otros hechos, aunque a menor escala, también puedan
considerarse dentro de esta categoría.
Un
poco como conclusión de este breve trabajo, podemos establecer, aun con
limitaciones, que pensar en términos de escenarios futuros posibles, en largos
plazos, implica necesariamente un ejercicio de bucear en la historia, de bucear
en nuestro pasado –el tiempo y espacio de esa búsqueda estarán determinados por
los objetivos del investigador-, como el único camino que quizás nos permita
encontrar pistas acerca de lo que sucederá.
Pero
siempre considerando algunas cuestiones esenciales, como que el Pasado es cognoscible e interpretable, en la
medida que apliquemos la metodología de la historia, cuyo esbozo ya hemos
expuesto.
En
este camino, también debemos considerar que también interviene el Presente, que
es cognoscible, pero no totalmente
interpretable, pues desconocemos en su totalidad, las implicaciones futuras
de lo que está sucediendo en el presente; muchas de ellas serán el resultado de
hechos que aún no podemos conocer y otras, de futuros hechos imprevisibles de
distinto tipo.
Con
esta línea de pensamiento, diremos entonces que si el pasado es cognoscible e
interpretable y el presente cognoscible pero parcialmente interpretable, el
futuro, por esencia, es no cognoscible.
Podemos intentar construir escenarios de lo que podría suceder en el largo
plazo y las implicaciones sociales de determinados acontecimientos, pero
nuestro futuro sigue estando en las sombras.
Por
supuesto que podemos diseñar como vislumbramos el futuro de determinados
mercados, o determinadas sociedades, en un corto plazo, pero ni aún en estos
casos, el futuro pierde su característica de no cognoscible.
Todo
lo expuesto sin olvidar, que la historia la construyen los hombres y que, por
lo tanto, el futuro dependerá del papel activo de los seres humanos en ese
proceso. Como lo expresara Carlos Marx[9], “Los hombres hacen su propia historia, pero
no la hacen a su libre arbitrio, en circunstancias elegidas por ellos mismos,
sino en aquellas circunstancias con las que se encuentran directamente, que
existen y les han sido legadas por el pasado”.
[1] Benjamín Walter. Sobre el concepto de la historia. En:
Benjamín Walter. Conceptos de filosofía
de la historia. Terramar Ediciones, La Plata, Buenos Aires, 2007.
[2] No vamos a analizar aquí este
término, pues por su complejidad se encuentra fuera de los objetivos de este
ensayo.
[3] S bien es cierto que a partir
especialmente del siglo XX, contamos con una cantidad de documentos, como nunca
antes en la historia había sucedido, lo que incluye hasta estudios de la
subjetividad. Pero estamos hablando de estudios generales, pero que no pueden
utilizarse para opinar sobre decisiones de hombres particulares.
[4] Kosik Karel. El individuo y la historia. Editorial
Almagesto, Colección Mínima, 1991.
[5] Bloch Marc. Introducción a la Historia. Fondo de Cultura Económica, México,
1979.
[6] Aunque él no se considerara un
historiador, sino que su obra en este sentido, la considera un experimento, Se
refiere a: Wells H. G. Esquema de la
historia universal. Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1947, 2 Tomos. En
esta edición argentina, el editor incluyó en el segundo Tomo, una Historia de
América, por Enrique de Gandia, indudablemente por un tema comercial, para
adaptarla a las necesidades del público local.
[7] Hobsbawm Eric. Entrevsta sobre el Siglo XXI. Crítica,
Barcelona, España, 2000.
[8] Hamel Gary y Prahalad C. K. Compitiendo por el futuro. Estrategia
crucial para crear los mercados del mañana. Ariel Sociedad Económica, 1998.
[9] Marx Carlos. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
En: Marx Engels. Obras escogidas.
Editorial Ciencias del Hombre, Tomo IV, Buenos Aires, 1973.