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viernes, 5 de abril de 2024

 

CONOCIMIENTO E HISTORIA

Sobre el Pasado, el Presente y el Futuro

 

Es un lugar común encontrar en la teoría de la gestión de organizaciones, esencialmente cuando se piensa en términos estratégicos, frases como “construir el futuro”, asomarse al futuro”, diseñar el futuro”, u otras en la misma línea de pensamiento.

Pero no solamente en la gestión de organizaciones, sino también en otras áreas de las ciencias sociales, como la economía o la ciencia política –sin desdeñar otras disciplinas-, aparece esta preocupación por construir escenarios futuros.

Aunque podríamos decir que, de alguna manera, siempre existió en los seres humanos, la genuina preocupación por vislumbrar los acontecimientos futuros, así como moldearlos de acuerdo a sus intereses. Pero también la experiencia indica, que esos intentos en general han resultado vanos; si bien muchas veces, se pueden anticipar algunas ideas sobre sucesos futuros, algunas líneas sobre tendencias generales en la sociedad o, sobre desarrollos puntuales –en tecnología, en medicina, etc.-, solo se trata de acontecimientos en el corto plazo, por más difícil que resulte definir este término. En el transcurso de este trabajo, intentaremos profundizar en lo expuesto.

Entonces, lo que nos proponemos en este breve ensayo, es analizar que nos puede aportar la disciplina de la historia, para comprender la posibilidad de este tipo de ejercicio, así como las limitaciones que presenta.

En esta línea de pensamiento, debemos establecer en primera instancia, que entendemos, por lo menos en un sentido general, por hacer historia.

Lo primero que surge, por lo menos en su acepción más ‘vulgar’, es que la historia es el estudio y la narración de los hechos del pasado.

Pero, como sostiene Walter Benjamín[1], “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino el “tiempo actual”, que es pleno”. De lo que resulta que el historiador, reconstruye el pasado, a partir de determinadas preguntas que se hace sobre ese pasado, pero desde el presente en el que habita.

Entonces, se trata de una historia que se construye para responder a los problemas que nos enfrentamos en el presente y que impacta en éste. Por eso, Benjamin diferencia al historicismo, que nos muestra una imagen eterna del pasado, frente al materialista histórico que postula una experiencia única.

Claro que el pasado está constituido por hechos, aquello que sucedió, de lo cual existen documentos escritos, visuales, audiovisuales, así como registros arqueológicos, monumentos, arquitectura, obras de arte; lo que podemos asimilar a lo que los griegos denominaban alétheia, verdad. Siempre hay un núcleo de verdad en los hechos, que podemos reconstruir, aun cuando los mismos puedan haber sido manipulados o intentado eliminar de la historia. Sabemos que Alejandro Magno llevó a cabo su campaña de conquista sobre el Oriente, de la misma manera que no tenemos dudas que Napoléón fue derrotado en Waterloo o que en la Revolución Francesa, el rey y la reina fueron guillotinados.

Frente a estos hechos, existe lo que los griegos, en el campo de la filosofía, oponían a la verdad, que era la doxa, la opinión.

En este marco, es en el que trabaja el historiador, pues la opinión que emite sobre los hechos que está analizando, se encuentran determinados por su bagaje teórico por una parte –su ideología, su metodología de investigación-, que a su vez, pueden condicionar la selección que realiza de los hechos que va a analizar y los objetivos en el presente que se plantea con la investigación.

De acuerdo a la pregunta o preguntas a las cuales aspira a dar respuesta, elegirá determinados hechos, o fechas, o determinada documentación; en esta situación, aclaramos que partimos de la base de la honestidad intelectual de quien está realizando la tarea.

Por ejemplo, si estamos estudiando la historia de las técnicas fotográficas, podemos preguntarnos acerca del proceso que llevó al reemplazo de la fotografía analógica por la digital. En este sentido, una pregunta podría ser porqué Kodak, que en 1975, creo el primer prototipo de cámara digital, no continuó en ese sendero; o porqué los fabricantes tradicionales, que dominaban en el mercado de cámaras fotográficas, fueron superados por marcas sin experiencia en el tema, pero especialistas en mercados de electrónica de consumo masivo, cuestión que se repite con la incorporación de la fotografía en los teléfonos celulares.

Una respuesta, podría vincularse al hecho del poder de las marcas de consumo masivo en electrónica hogareña, o a la simplicidad del uso de las nuevas cámaras por parte de los consumidores; hecho que no es ajeno a la realidad, pero que solo araña una parte del problema.

Porque también nos podemos preguntar e investigar, acerca del abandono por parte de las marcas de consumo masivo, sólidas tecnológicamente, tanto de EE.UU. como de Europa, a favor de marcas japonesas en una primera instancia y, posteriormente, a favor de otros mercados asiáticos y China, en cuanto al proceso de producción.

Lo que nos conduce asimismo al tema de la globalización económica y, como consecuencia, a los procesos de monopolización que se fueron produciendo en los distintos mercados.

Esto sin contar con el poder de los medios de comunicación masivos, en los procesos de adopción de nuevas tecnologías por parte de los consumidores.

Estas preguntas podrían continuar, ampliando el campo de investigación, lo que nos posibilita en una primera instancia, extraer algunas conclusiones. Por una parte, que del recorte que haga el historiador de los hechos a incorporar, dependerá en última instancia, el resultado de la investigación. Y por otra parte, que ese recorte, se relacionará con lo que quiera demostrar, en función de sus implicancias en el presente.

Así podemos ver como la ideología[2] del investigador, es la que de alguna manera, produce las preguntas desde un presente que quiere validar a partir de la historia. Aunque nosotros diremos, que la honestidad intelectual, estriba en no ocultar hechos que contradigan los presupuestos; aun sabiendo que la información, en términos históricos, nunca será información completa, pues siempre nuevas investigaciones pueden dar lugar a nueva documentación o por la imposibilidad –como actitud consciente o no-, de acceder a toda la documentación posible sobre un hecho.

Por otra parte, debemos decir, que aunque el historiador se pregunta por el pasado desde el presente, no puede analizar la historia como en el presente, sino que debe ubicar los hechos en el contexto en que fueron producidos. No se pueden utilizar categorías del presente, para analizar hechos del pasado; no importa cuán lejano o cercano se encuentre ese pasado. La cuestión del contexto en que se producen los hechos, tiene tanta importancia, como la selección de los mismos.

No obstante, no hay que olvidar que nunca podremos saber exactamente como pensaban los seres humanos en el pasado, especialmente cuando ese pasado se va alejando en el tiempo; podemos inferir a partir de las fuentes, pero siempre seremos hombres del presente, no del pasado.

Lo que debemos hacer entonces, es intentar comprender el contexto en el cual, los hechos que estamos analizando se produjeron y, en función del mismo, exponer nuestras posiciones respecto de ellos.

Igual hay que marcar, que cuando los hechos se encuentran cercanos en el tiempo, esto no sería una limitación en cuanto a la comprensión de las ideas en circulación en una determinada sociedad, pero siempre considerando las particularidades del contexto bajo estudio.

Otra cuestión a resaltar, cuando se emiten opiniones sobre temas del pasado, es que no podemos conocer los aspectos subjetivos que condujeron a determinadas acciones a los individuos que actuaron en ese pasado. Cuando decimos opinión, estamos ingresando en el terreno total de la conjetura en este aspecto[3].

Es cierto, que siempre el historiador, se mueve en un área de conjeturas, cuando está emitiendo opinión sobre hechos pasados; cuánto más lejanos se encuentren en el tiempo, más se abre el campo a la conjetura.

A lo que denominamos un nivel insuprimible de conjetura, ya que nunca podremos acceder a la exacta verdad de los hechos; en especial en el pasado lejano. Aunque existan fuentes, estas fuentes son el producto de apreciaciones de quienes las produjeron; pero la tarea del historiador, es reducir al mínimo estas conjeturas, explorando todas las fuentes posibles. Así, su opinión estará basada en los hechos analizados y no en simples conjeturas, sobre lo que podría haber sucedido.

También debemos señalar en este trabajo, un punto sobre el que alerta Karel Kosik[4], acerca de la relación entre la historia escrita como un estudio de lo particular –los grandes hombres, los pequeños hechos- y la historia escrita como una gran corriente, en donde los pequeños hechos o los hombres particulares se diluyen. En ese sentido nos dice: “O ben lo general es absorbido por lo particular y la historia se vuelve no solamente irracional, sino también absurda en la medida que cada elemento particular toma el aspecto de lo general […] o bien lo particular es absorbido por lo general, los individuos no son más que instrumentos, la historia está predeterminada y los hombres solo la hacen aparentemente”.

La salida a esta encrucijada, la encuentra el autor cuando sostiene que “No se puede separar el “edificio” de la historia del “andamiaje” con cuya ayuda se ha construido el edificio. Lo particular y lo universal se interpenetran y el objetivo realizado es igual, en cierto sentido, a la suma de medios utilizados”.

Si hasta aquí hemos esbozado, de manera muy sucinta, nuestro concepto de historia, nos tenemos que preguntar, en función de lo que habíamos expuesto al inicio, como esta construcción de hechos del pasado, nos puede ser útil en el intento de predecir ciertas tendencias del futuro.

Y nos encontramos con un problema, que es que generalmente, partimos del presente, para pensar en términos de futuro.

Cuando, por ejemplo, en el campo de la economía y los negocios, se piensa en función de la evolución futura, se lo hace tomando como base, el estado actual de lo que estamos analizando, sea la macroeconomía o un mercado particular. Pero ese presente, no es un momento estático, un día, mes o año particular, sino que se trata de un presente en movimiento; resultado de acontecimientos pasados y en cambio permanente, como corresponde a todo desarrollo social. Cambios que obviamente, se pueden producir en días, meses, años, decenios, dependiendo de múltiples variables y del objeto de estudio en cada caso.

Marc Bloch[5], refiriéndose al problema del tiempo histórico, decía que el tiempo verdadero es, por propia naturaleza un continuo, pero también un cambio perpetuo.

Decíamos entonces, que se trata de acontecimientos como resultado de un desarrollo histórico, pues es el pasado el que los construyó como tales. Por lo tanto, la historia va a ser parte inseparable de la construcción de esa idea sobre el futuro; o de su posterior explicación.

Inclusive podemos decir, que el presente es inasible, en la medida que al estar siendo transitado, nos permite captar acontecimientos parciales, pero se dificulta ubicarlos en el gran proceso de la historia, ya que la misma está siendo construida.

No estamos diciendo, que no se pueda historizar sobre lo que está sucediendo; lo que expresamos, es la dificultad de construir sobre lo que sucede, ya que siempre nuestra información será incompleta. Pero debe quedar claro, que esto lo estamos pensando desde la óptica del historiador.

Si este presente, lo enmarcamos en los acontecimientos históricos y, desde ellos, intentamos vislumbrar potenciales acontecimientos futuros, entonces la historia como disciplina, como ciencia, tiene algo para decirnos.

Se podrá decir, que muchos hombres, y no pertenecientes justamente a la disciplina de la historia, han predicho de alguna manera invenciones futuras. Leonardo Da Vinci, Jules Verne, Herbert G. Wells –aunque este último también fue historiador[6]-, son solo algunos de los nombres que pueden citarse en esta genealogía, compuesta por muchos escritores de lo que denominamos ciencia ficción. Pero en realidad, estos hombres, no estaban imaginando el futuro, sino que desarrollaban sus ideas desde su presente, con los conocimientos que poseían cada uno en su momento histórico. Quizás, en casos como el de Leonardo, se lo podría considerar un adelantado a su tiempo, al desarrollar prototipos de máquinas que tomarían sentido siglos después.

Herón de Alejandría, en el siglo I, también construyó un aparato, que se puede considerar máquina de vapor y turbina, aunque su aplicación en ese momento  histórico carecía de sentido, pues no existía un sistema productivo donde integrarse, como sí luego sucedió en la Revolución Industrial.  

Pero estos hombres, pensaban en tiempo presente, con categorías de su presente; no estaban intentando dilucidar el futuro. Como Leonardo, que era un hombre del Renacimiento, cada uno vivía y sentía su presente.

De lo que estamos tratando aquí, es de algo completamente distinto y, que corresponde a una característica de nuestra época histórica, esencialmente desde el siglo XX; la idea no solo de pensar en cómo será el futuro, sino inclusive modelarlo para determinados intereses.

Frente a este planteo, lo primero que nos propondremos es analizar, si podemos realmente percibir nuestro futuro y en qué términos.

Eric Hobsbawm[7], sostenía que un proceso de previsión del futuro, tiene que basarse necesariamente en el pasado, pues lo que ocurra en ese futuro, tendrá alguna relación con lo que sucedió. Pero también nos alerta, acerca de que gran parte del futuro es de por sí imprevisible; aunque lo totalmente imprevisible es normalmente un acontecimiento único y específico.

Con esto, señala dos temas que, a nuestro criterio, son esenciales: que es necesario recurrir a la historia, para entender el devenir histórico a partir de lo que ya sucedió y, que surgen hacia el futuro acontecimientos únicos, imprevisibles, que pueden afectar todo el desarrollo social. Agregaríamos nosotros que son acontecimientos que no se encuentran en el radar del tiempo presente.

Inclusive en la obra citada, agrega que la predicción sobre el desarrollo tecnológico, ha sido la que históricamente más se ha equivocado. Citamos esta cuestión, porque nuestra realidad contemporánea, nos tiene acostumbrados a las predicciones sobre el futuro de la tecnología y sus impactos sobre la sociedad.

Entonces aquí se presentan dos cuestiones; por una parte, lo que sería pensar el futuro, a partir de rastrear los acontecimientos históricos y analizar los posibles escenarios que podrían surgir, en función del comportamiento en el presente de distintas variables sociales, culturales, económicas, tecnológicas. Este camino nos posibilitaría la percepción de un futuro posible, aún con la imprevisibilidad de los acontecimientos únicos, que podrían alterar toda previsión.

Pero la otra cuestión, que suele aparecer en la literatura de negocios y económica en general, se refiere a la idea de que las organizaciones pueden y, deberían, diseñar sus mercados para el futuro.

De hecho, un famoso libro de finales de la década de 1990, hablaba de la estrategia para crear los mercados del mañana[8], haciendo hincapié en los casos de empresas que habían resultado exitosas, construyendo desde el presente como querían que fueran sus futuros mercados.

Frente a estos planteos, lo primero que surge, es que los análisis se realizan desde el presente, siempre con posterioridad a los hechos que supuestamente constituían ese futuro. Si bien se trata de estrategias que resultaron exitosas, se trata de estrategias empresarias, que son pensadas para plazos, prolongados en términos de mercado, pero cortos cuando se trata de imaginar escenarios futuros para la sociedad; en tiempos históricos, cinco o diez años pueden ser importantes cuando se presentan acontecimientos imprevisibles y disruptivos, pero representan muy poco tiempo cuando se trata de cambios sociales que moldean las sociedades.

Lo segundo que se presenta en este caso, es que no se analizan ni ponen en cuestión un conjunto de variables, como el poder de lobby de las empresas, las características de los mercados en cuanto a la existencia de monopolios u oligopolios, las acciones de los Estados nacionales a favor o en contra de determinadas tecnologías, el papel de los medios de comunicación y su influencia en la sociedad para imponer modalidades de consumo, el poder económico financiero de determinadas “empresas exitosas” con su consecuente capacidad para la adquisición de empresas más pequeñas portadoras de tecnologías de avanzada, contextos macroeconómicos, entre otras.

En definitiva, según gran parte de los autores de management, el éxito o fracaso al crear un futuro para una empresa, dependería de la planificación y acción individual de la misma, donde lo social, que siempre es histórico, así como las cuestiones que hemos señalado en el párrafo anterior, prácticamente no jugarían ningún papel.

Entonces, podemos concluir en una primera instancia, que pensar en un futuro, puede hacerse en un determinado sector económico o científico, a partir de premisas que se relacionan con un pasado y con los desarrollos presentes, aun con las limitaciones de toda previsión.

Pero un caso muy distinto es pensar en términos de futuro del desarrollo social, pues si los acontecimientos imprevisibles pueden desviar un plan en el caso de una empresa o una tecnología, en el caso de la dimensión de lo social, pueden iniciar una nueva era.

Aunque no lo hemos ampliado antes, en esta etapa debemos clarificar de qué hablamos en este ensayo, cuando lo hacemos de acontecimientos únicos e imprevisibles.

Hay acontecimientos, como catástrofes naturales, que se pueden considerar imprevisibles, aunque los avances tecnológicos posibilitan en la actualidad anticiparse a la aparición de los mismos, con limitaciones. Esos hechos, producen una serie de impactos a nivel económico y social, como destrucción de infraestructura, lo cual resulta de pérdidas para la comunidad.

Otros corresponden a situaciones provocadas por el ser humano, como las guerras, que también tienen, en principio, impactos sobre la economía y la sociedad, aun cuando las mismas tienen procesos de incubación; pero cuando estallan, igual que las catástrofes naturales, decimos que eran imprevisibles en cuanto a las consecuencias que producen. No obstante lo cual, podemos decir que muchos de estos acontecimientos, los podemos limitar, o en el tiempo o en el espacio, en cuanto a sus consecuencias.

Tenemos el caso, por ejemplo, de un tsunami, que puede repercutir en la economía de un país o una región, en la infraestructura social como viviendas, en la salud de la población.

Ante esta descripción, un acontecimiento único e imprevisible, en tanto cambia las coordenadas con que se desarrollaba una sociedad, es algo distinto; se trata de los casos que pueden cambiar no solo el curso de la historia de un país o región, sino inclusive de una parte importante de la humanidad. Utilizando las ideas de Walter Benjamín,  decimos que salta el continuum de la historia; se inaugura un nuevo tiempo.

La Revolución Francesa de 1789, la Revolución Rusa de 1917 o la desaparición del Muro de Berlín en 1989, pueden considerarse acontecimientos de este tipo. Lo que no implica, que otros hechos, aunque a menor escala, también puedan considerarse dentro de esta categoría.

Un poco como conclusión de este breve trabajo, podemos establecer, aun con limitaciones, que pensar en términos de escenarios futuros posibles, en largos plazos, implica necesariamente un ejercicio de bucear en la historia, de bucear en nuestro pasado –el tiempo y espacio de esa búsqueda estarán determinados por los objetivos del investigador-, como el único camino que quizás nos permita encontrar pistas acerca de lo que sucederá.

Pero siempre considerando algunas cuestiones esenciales, como que el Pasado es cognoscible e interpretable, en la medida que apliquemos la metodología de la historia, cuyo esbozo ya hemos expuesto.

En este camino, también debemos considerar que también interviene el Presente, que es cognoscible, pero no totalmente interpretable, pues desconocemos en su totalidad, las implicaciones futuras de lo que está sucediendo en el presente; muchas de ellas serán el resultado de hechos que aún no podemos conocer y otras, de futuros hechos imprevisibles de distinto tipo.

Con esta línea de pensamiento, diremos entonces que si el pasado es cognoscible e interpretable y el presente cognoscible pero parcialmente interpretable, el futuro, por esencia, es no cognoscible. Podemos intentar construir escenarios de lo que podría suceder en el largo plazo y las implicaciones sociales de determinados acontecimientos, pero nuestro futuro sigue estando en las sombras.

Por supuesto que podemos diseñar como vislumbramos el futuro de determinados mercados, o determinadas sociedades, en un corto plazo, pero ni aún en estos casos, el futuro pierde su característica de no cognoscible.

Todo lo expuesto sin olvidar, que la historia la construyen los hombres y que, por lo tanto, el futuro dependerá del papel activo de los seres humanos en ese proceso. Como lo expresara Carlos Marx[9], “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, en circunstancias elegidas por ellos mismos, sino en aquellas circunstancias con las que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.

 

 

 

 



[1] Benjamín Walter. Sobre el concepto de la historia. En: Benjamín Walter. Conceptos de filosofía de la historia. Terramar Ediciones, La Plata, Buenos Aires, 2007.

[2] No vamos a analizar aquí este término, pues por su complejidad se encuentra fuera de los objetivos de este ensayo.

[3] S bien es cierto que a partir especialmente del siglo XX, contamos con una cantidad de documentos, como nunca antes en la historia había sucedido, lo que incluye hasta estudios de la subjetividad. Pero estamos hablando de estudios generales, pero que no pueden utilizarse para opinar sobre decisiones de hombres particulares.

[4] Kosik Karel. El individuo y la historia. Editorial Almagesto, Colección Mínima, 1991.

[5] Bloch Marc. Introducción a la Historia. Fondo de Cultura Económica, México, 1979.

[6] Aunque él no se considerara un historiador, sino que su obra en este sentido, la considera un experimento, Se refiere a: Wells H. G. Esquema de la historia universal. Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1947, 2 Tomos. En esta edición argentina, el editor incluyó en el segundo Tomo, una Historia de América, por Enrique de Gandia, indudablemente por un tema comercial, para adaptarla a las necesidades del público local.

[7] Hobsbawm Eric. Entrevsta sobre el Siglo XXI. Crítica, Barcelona, España, 2000.

[8] Hamel Gary y Prahalad C. K. Compitiendo por el futuro. Estrategia crucial para crear los mercados del mañana. Ariel Sociedad Económica, 1998.

[9] Marx Carlos. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. En: Marx Engels. Obras escogidas. Editorial Ciencias del Hombre, Tomo IV, Buenos Aires, 1973.

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