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miércoles, 2 de julio de 2025

 

 

LA FOTOGRAFÍA EN TIEMPOS DE
DIGITALIZACIÓN E INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Dr. Carlos A. J. Molinari

Este ensayo, no se propone profundizar en el nivel teórico ni técnico profesional acerca de la fotografía, para lo cual existe innumerable bibliografía, alguna de la cual será citada en el desarrollo del texto. La intención del mismo, es un intento de contribuir al debate sobre las relaciones entre la fotografía y los procesos de digitalización de la sociedad y el avance de la inteligencia artificial. No obstante, para abordar esta cuestión, el primer paso será intentar establecer que es la fotografía, que se ha pensado acerca de ella en distintos momentos a través del tiempo, para posteriormente analizar sus relaciones e interacciones con la digitalización y la inteligencia artificial.
 
¿Qué es la fotografía?
Sabemos que toda definición es arbitraria por lo cerrado de la misma, por lo que deja por fuera, por lo cual deberíamos acercarnos a una conceptualización como una idea más abarcativa, lo cual también es complejo, pues el concepto comienza con una descripción de la experiencia, la cual en este caso está sujeta a un acelerado cambio tecnológico e implica asimismo una clasificación. Y aunque esta última es más arbitraria aún, es el camino que hemos elegido para este desarrollo, ante la necesidad de poner un marco al debate desde nuestra óptica.
Entonces, ¿de que se trata la fotografía?:
 
1.- Un registro: de viajes, de la vida familiar, de los espacios de vida, del yo –el autorretrato-, de sucesos –el fotoperiodismo-. Por supuesto que se trata de un registro personal, una particular visión de quien está detrás de la cámara a partir de un recorte. Pero lo más importante es que, sin dudas, exponemos un momento de la realidad, entendida como algo objetivo que sucede en forma externa al espectador. Lo que se muestra sucedió o existió, o existe. Como sostiene John Berger[1]: La fotografía, en general, puesto que preserva el aspecto de un acontecimiento o de una persona, siempre ha estado relacionada íntimamente con la idea de lo “histórico”. El ideal de la fotografía, dejando de lado ahora la estética, es atrapar el momento “histórico””.
 
2.- Una obra de arte: aquí es más complejo, ya que requeriría establecer primero que entendemos como obra de arte, a lo que se sumaría la cuestión de la reproductividad técnica, tal como la exponía Walter Benjamin[2]. Pero no hay dudas, que hay fotografías que son consideradas –no debatimos aquí el cómo ni por quién-, obras de arte. En este sentido, por razones de objetivos de este trabajo, no abordaremos el debate acerca de que debe considerarse arte, sino que utilizaremos la palabra en su sentido más amplio.
 
3.- Un ensayo: a partir de una idea personal, el autor observa esa porción de la realidad que se relaciona con su propuesta, aun sabiendo que con su mirada la modifica para ponerla en línea con sus intenciones. No es solamente un registro, pues cada foto se articula con esa idea y con otras fotos y/o textos.
 
4.- Un juego: la fotografía se convierte en algo lúdico; al autor solo le interesa jugar con las posibilidades técnicas del artefacto, sin poner ningún énfasis en las reglas establecidas, como encuadre, enfoque, luz, o cualquier otra posible.
 
5.- Un hecho político: a partir de la fotografía, tanto los Estados nacionales como los distintos grupos políticos y sociales, utilizan la fotografía como propaganda, para crear una identidad, una historia, un sentido de comunidad, un objetivo estratégico.
 
6.- Una publicidad: a partir de su utilización por parte de organizaciones lucrativas, se busca el objetivo de conectar con un potencial cliente, para impulsar la compra de un producto a través de una imagen, asociada generalmente a un texto.
 
Por ahora solo estamos considerando la foto como un objeto individual, aunque sabemos que la misma puede –y de hecho lo hace- formar parte de otros objetos culturales, como una publicación o un collage en las artes visuales, así como integrarse con otras técnicas, como podría ser el caso de la cianotipia,  lo que puede modificar la intención original.
Asimismo y también por el momento, estamos presentado la fotografía en estado puro, como ha sido tomada, aunque también sabemos que desde sus inicios, ha sido objeto de trabajos de posproducción –el proceso de revelado- y reconstrucción –el fotomontaje- por parte de los fotógrafos.
Si bien en esta clasificación provisoria podemos decir que existen solapamientos –una foto puede haber sido tomada simplemente como un registro y con el tiempo ser admirada como arte o incluida en una publicidad-, existe un denominador común. En todos los casos poseen un sentido, que le imprime la mirada del autor, utilizando como interfase con la foto definitiva –aunque también esta palabra es relativa- un artefacto mecánico, la cámara de fotos; no interesa el formato de la misma o la tecnología implícita. Pero también participa un observador, que le da un sentido, quizás diferente del fotógrafo; existe un otro que necesariamente participa del proceso.
A partir de estos datos de la experiencia, haremos el intento intelectual de construir un concepto, que nos posibilite debatir acerca de que podemos considerar una foto.
Si nos atenemos a la etimología de la palabra, básicamente la fotografía es un lenguaje que produce imágenes a partir de la luz, utilizando un artefacto para su proceso. Pero esto es solamente una descripción técnica del proceso.
Podríamos agregar, de acuerdo a lo que hemos expuesto, que también implica una determinada mirada sobre lo que será fotografiado y un sentido sobre el resultado. Susan Sontag, sostenía que “[…] la suposición de que las cámaras suministran una imagen objetiva e impersonal, cedió ante el hecho de que las fotografías no solo evidencian lo que hay allí sino lo que un individuo ve, no son sólo un registro sino una evaluación del mundo”[3].
Entonces, por una parte implica una actividad mecánica y por la otra, una participación humana, que crea un discurso con esas imágenes, un lenguaje visual; aunque hay que pensar que lenguaje no solo tienen los humanos sino también las máquinas –el software-, también creado por los humanos. Veremos como estas disquisiciones, se tornan relevantes cuando nos encontremos con la inteligencia artificial.
Igualmente hay que señalar como hecho significativo, que cuando hablamos de la fotografía como un lenguaje que se expresa en imágenes, ya le estamos otorgando un estatus particular, diferente de otras formas como la escritura con palabras[4].
Llegados a este estado de la cuestión, debemos agregar algunas precisiones, para ampliar el horizonte de análisis.
Como sostiene Joan Costa[5], la fotografía debe ser ubicada en su relación con el texto impreso y la imagen electrónica[6], configurando de esta manera un ecosistema de coexistencia entre formatos. Esta cuestión se torna relevante, al momento de pensar las transformaciones que está produciendo la digitalización así como la aplicación de inteligencia artificial a la imagen.
Por otra parte, como se ha expuesto, siempre la foto ha sido pasible de procesos posteriores a la toma de la misma como  la posproducción, o sea la manipulación en el laboratorio del negativo para modificar el mismo en relación con el original.
Igualmente, desde los primeros años del siglo XX[7], la foto ha sido sometida a procesos de reconstrucción, a través del fotomontaje, donde la imagen resultante se da por la conjunción de más de una fotografía o de partes de una misma foto, o de la incorporación de técnicas de pintura y/o diseño gráfico. Una técnica utilizada tanto en la publicidad como en las obras de arte.
En definitiva, la que podemos denominar una foto pura, sin retoques, como salía de la cámara a través del negativo, solo se daba en la fotografía personal o familiar, donde el fotógrafo generalmente era un aficionado que acudía a un laboratorio especializado para el revelado de sus fotos. Aun así, este sistema tampoco era absolutamente puro, ya que el profesional del laboratorio podía realizar ajustes para una mejor impresión del resultado final.
Por supuesto que todos estos procesos, incluían una serie de variantes, de acuerdo al fotógrafo y el objetivo de la imagen.
 
La imagen digital
A partir de la década de 1990, con el advenimiento masivo de la imagen digital, lo que hemos descripto comenzó a sufrir una serie de transformaciones, que se irían profundizando en el transcurso del siglo XXI.
El primero que queremos destacar es el paso de la utilización del rollo de fotografía, que implicaba un negativo que en el laboratorio se imprimía en papel, a una fotografía que en forma instantánea es visualizada por el usuario en su cámara. De alguna forma, desaparece el proceso previo del revelado y la foto coincide en el tiempo con su toma. Un proceso conceptual que ya había comenzado muchos años antes con el sistema de la Polaroid, pero que con la nueva tecnología digital eliminaba la impresión en papel. Se inicia la desaparición del soporte físico para la impresión de la foto.
A su vez, coincidente con el primero, se produce la transformación de la cámara fotográfica, que con el paso a lo digital incorpora nuevas funciones, eliminando unas o encubriendo otras. Tanto para el usuario aficionado como para el profesional o el artista, se abre todo un nuevo universo de posibilidades.
Un tercer y radical paso, lo constituye la incorporación de las cámaras de fotos a los teléfonos celulares. Al transformarse el celular en un centro de datos, información y comunicación de las personas, el hecho de poder tomar fotos con el mismo, transforma a la fotografía en un momento cotidiano para todos los individuos. En esta etapa, cada ser humano es un fotógrafo, sin ingresar aquí en el debate del “porqué” o el “para qué”.
Una consecuencia de este nuevo equipamiento y de las posibilidades del mismo, es la llegada masiva del autorretrato, las conocidas por su denominación en inglés, las selfies. Si bien siempre existieron las fotografías familiares y el autorretrato, al transformarse en masivos, exaltan al individuo en primer plano; no importa ya el paisaje o un hecho artístico o social, sino que el primer plano pertenece al “yo”, donde la realidad es un complemento.
Todos estos procesos, vinieron acompañados de una herramienta que ha ido transformando, a criterio de quien esto escribe, el propio concepto de fotografía; se trata del software de procesamiento de la foto, de los cuales el más utilizado en nuestra época es el Photoshop. La posproducción y la reconstrucción que hemos expuesto, pero en un nivel donde se torna casi imposible conocer la existencia física original –en otras palabras el hecho histórico-, de lo que fue fotografiado.
Aunque hay que señalar, que hasta este momento hay un cambio tecnológico, hay modificaciones en lo conceptual a partir de lo que modifican y agregan esos cambios, pero en la raíz, la idea básica de fotografía aún permanece.
Esencialmente, la foto sigue representando siempre un  punto de contacto con el mundo físico, intermediado por un equipo y la mirada del fotógrafo, independientemente de la posproducción o la reconstrucción.
 
En el Régimen de la Información
Comprender el devenir de la fotografía, implica indefectiblemente pensar cuál es el contexto temporal en el cual se desenvuelve. En este sentido, la etapa del capitalismo en la cual nos encontramos, ha sido conceptualizada con diversos nombres, como capitalismo tardío, capitalismo computacional, capitalismo cognitivo, capitalismo de vigilancia, tecnofeudalismo, entre otros. Si bien existen coincidencias entre las distintas denominaciones, vamos a considerar para nuestros fines, la propuesta de Byung-Chul Han, quien sostiene que nos encontramos en el Régimen de la Información, al cual caracteriza como “…la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos”[8].
En consonancia con esta conceptualización, sostiene que la aceleración de este proceso, reprime prácticas cognitivas que necesitan tiempo, como el saber, la experiencia y el conocimiento[9]. Para agregar posteriormente, que la inteligencia artificial no razona, sino que computa[10].
Si analizamos estas ideas expuestas por el filósofo coreano, en relación con nuestro objeto de estudio, nos encontramos en una sociedad regida por los algoritmos, que determina nuestros procesos, pero que a su vez obtura el tiempo necesario del pensar; sobre todo considerando que la IA no lo hace, por lo menos por ahora. Entonces la fotografía, en la cual la experiencia y el saber son esenciales, se encuentra en una crisis de identidad ante los efectos de la IA.
Las ideas del filósofo francés Eric Sadin nos posibilitan ampliar lo expuesto por Han, sobre la irrupción de la IA en nuestro objeto de estudio y en la reconfiguración de nuestro mundo.
Describe como en nuestra sociedad, se transforma en un imperativo para sobrevivir económicamente o para estar a la vanguardia, involucrarse con la IA. Y entre las causas, menciona como las consultoras high-tech, presentan esta situación como una oportunidad de riqueza; además que como todos lo hacen, hay que comprometerse[11].
Plantea en su obra como existe una primacía de la técnica, no solo funcional sino también simbólica, lo que lleva a los seres humanos a convertirse en un instrumento, en un engranaje del sistema. Entonces lo técnico-económico asume el estatus de un principio primero[12]. Con lo que plantea la subordinación del hombre al instrumento técnico; en nuestro caso la subordinación de la mirada al algoritmo.
Para posteriormente sostener que, mientras cualquier forma de arte exalta esa capacidad humana de componernos de modo subjetivo, con lo real y con los materiales, la IA hace que prevalezca una relación instrumental y esquematizada con el  lenguaje y la imagen[13].
De hecho, cuando creamos una imagen a partir de un texto que el algoritmo interpreta, se genera esa relación de la que habla el filósofo francés.
Llegados a este punto, debemos hacer una diferenciación entre fotografía e imagen. La primera crea imágenes, pero en ciertas condiciones que hemos previamente establecido, donde entran en el juego variables como la mirada, el  punto de contacto con el mundo físico, la creatividad, la máquina y la técnica de su utilización. Como planteaba Walter Benjamín: “Y, sin embargo, lo que decide siempre sobre la fotografía es la relación del fotógrafo para con su técnica”[14].
Mientras que la imagen es un concepto más amplio, que abarca la pintura, la escultura, la arquitectura, la cartografía, el diseño, la creada por un software, entre otras; nos transmite una visualización del mundo, sea éste real o imaginario.
El argentino Martín Bollati aborda la cuestión de las imágenes generadas por IA, planteando un camino de liberación para la fotografía a partir de la tradición[15].
En ese sentido su propuesta es que, después de una primera etapa donde la inteligencia artificial fagocita imágenes de una gran base de datos para crear las propias, habrá tantas imágenes que los algoritmos comenzarán a utilizar las creadas previamente por ellos; para llegar a una hipotética tercera etapa donde habrá escasez estadística de fotografías y los algoritmos ya no accederán a ellas y ese quizás sea el hundimiento de la fotografía.
Aquí hay dos cuestiones para analizar. Por una parte, el autor haba de imágenes, que es lo que está creando la IA, pero la fotografía como hemos expuesto no es lo mismo; además de que habría que agregar que si bien puede ser acertado su supuesto sobre la saturación de imágenes creadas por el algoritmo, también es cierto que las fotografías, por las razones ya dichas, también crecen de manera exponencial.
Pero hay otra cuestión, que nos lleva al viejo debate acerca de cómo la fotografía haría desaparecer la pintura o el cine haría desaparecer al teatro. En realidad, el surgimiento de nuevas técnicas en la historia, ha producido nuevas formas de arte o entretenimiento, pero en la mayoría de los casos no ha hecho desaparecer las anteriores, sino que en todo caso produjo una reconfiguración o revalorización de cada forma artística.
Como un ejemplo de lo que decimos, a la invención de la fotografía, dieron respuesta en la pintura las vanguardias artísticas de inicios del siglo XX.
 
Conclusiones
Sostenemos que toda conclusión es provisoria, mucho más en este caso, donde la aceleración del cambio tecnológico[16] y el hecho de estar inmersos en el mismo, dificulta no solo tomar distancia, sino también analizar todas las implicancias tanto en la dimensión de lo técnico como de lo social; mucho más en este último ámbito que requiere tiempo para que se manifiesten las consecuencias.
Lo que podemos decir, a modo de resumen, es que la fotografía es un proceso que contiene experiencias, como la mirada y a partir de ella el sentido que le otorga el fotógrafo, así como tiene un ancla en el mundo físico, en la dimensión de lo real. Además de incorporar, como toda forma de arte, una relación con el observador. Un proceso que se concreta a partir de la utilización de un artefacto, pero donde el fotógrafo es quien domina a la máquina, ya que la instruye sobre que mirar y como utilizar sus herramientas técnicas.
En cambio la IA, es un proceso que se realiza por fuera de la intervención de la mirada del fotógrafo. Se da instrucciones a un software, que por mecanismos que la mayoría desconocemos, reconstruye una imagen a partir de una biblioteca universal de las mismas.
También podríamos decir que se pierde el sentido, pues el mismo estará determinado por una mega mirada de la biblioteca de imágenes; o si se quiere, por la mirada de otros fotógrafos. Es posible idear un sentido a partir de la instrucción mediante una frase a la IA, pero no existe la mirada de fotógrafo, sino la mirada de la máquina.
Pero lo que pensamos como central, es que la utilización de IA para generar imágenes, pierde el punto de contacto con el mundo físico. Excepto que pensemos que por el hecho de tener en su base otras fotografías, esta nueva imagen tenga un ancla con la realidad.
Para que se trate de una fotografía, tiene que existir ese punto de contacto; lo que hace la IA es una pura abstracción, aunque pueda simular en lo expositivo ser una fotografía. La diferencia con la abstracción en la pintura, por ejemplo, es que ésta es creada por un ser humano a partir de su subjetividad, donde existe un vínculo con lo real.
En cambio esa imagen, esa abstracción de la IA, es el resultado de computar bits. No importa lo que haya sido en su origen la imagen, el algoritmo la transforma en algo nuevo, sin conexión con lo físico, sin una mirada particular, sin un sentido. Se produce la primacía de lo técnico como planteaba Sadin; entonces no hay creatividad, que es la que produce la mirada y el sentido del resultado.
La pregunta aquí podría ser: ¿pero acaso no es una imagen que debemos considerar con una nueva perspectiva? Sí, pero no es una fotografía.
Quizás estas nuevas imágenes reemplacen a la fotografía en algunos casos, como podría ser la fotografía destinada a la publicidad o como hecho lúdico, ya que posibilita experimentar casi sin límites; aunque la técnica igual los impone.
Pero insistimos que no es una fotografía, sino un nuevo concepto de creación de imágenes que, en todo caso, no reemplaza sino que puede ser utilizada para complementar y crear otras imágenes.
Por supuesto que esto implica, igual que resultó para el teatro la invención del cine o para la pintura la invención de la fotografía, buscar nuevos horizontes para nuestro objeto de estudio.
Como sostiene John Berger: “La función de cualquier modalidad de fotografía alternativa es incorporarse a la memoria social y política, en lugar  de servir de sustituto que predispone a la atrofia de esa memoria”[17].
Aparece entonces en esta frase lo esencial de la fotografía, ese punto de contacto con el mundo físico que la hace parte del mundo de los hombres, a diferencia de la IA, que es una abstracción de ese mundo.
En un momento de la historia en que, como sostiene Boris Groys: “Hoy hay más gente involucrada en la producción activa de imágenes que en su contemplación pasiva”[18], justamente la fotografía representa quizás la contracara de ese formato de producción. La foto, es el resultado de un proceso que requiere de un analizar y pensar en todos los casos; aun cuando estamos frente a una simple fotografía de registro familiar o de lugares.
Estos cambios necesitan, como decíamos, que la fotografía salga en busca de nuevos caminos para su desarrollo; que continúe representando aquello que la IA es incapaz de mostrar.
Pensamos que este camino se encuentra en proceso y no solo en lo que hace a lo que se expone sino también, a los instrumentos técnicos utilizados, que forman una unidad con el fotógrafo y su resultado.
No es una casualidad el crecimiento en la utilización de técnicas fotográficas que en un momento se creyó abandonadas por la historia. El uso de la cámara estenopeica entre artistas y aficionados, o el reverdecimiento de la fotografía analógica con el aumento de la fabricación y venta de cámaras y rollos –por supuesto que un mercado ínfimo en relación al uso masivo de las cámaras de los teléfonos celulares-, o también la búsqueda de impresión de fotos en nuevos materiales, están marcando una senda de búsqueda[19].
Tenemos claro que solo la técnica no determina, pues la foto es una combinación de elementos, pero el interés en explorar o combinar distintas posibilidades, marcan una parte de esa búsqueda.
Pero si retomamos la idea expuesta por Berger, si el ideal de la fotografía es atrapar un momento histórico, la IA justamente deshistoriza la imagen producida.
Entonces, podemos afirmar que la IA no es fotografía, por lo menos en el actual estado de desarrollo tecnológico. El futuro, por supuesto es incognoscible, pero mientras la IA no produzca sus propias fotos con ese punto de contacto físico, no será fotografía. Y si alguna vez las produce, ya no es solo IA, sino fotografía.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
[1] Berger John. Mirar. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2013. p. 66.
[2] Benjamin Walter. La obra de arte en la época de su reproductividad técnica. En: Benjamín Walter. Conceptos de filosofía de la historia. Terramar, La Plata, 2007.
[3] Sontag Susan. Sobre la fotografía. Edhasa, Barcelona, España, 1996. p. 98.
[4] Para ampliar sobre el lenguaje en la fotografía, ver: Barthes Roland. La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía. Paidós Comunicación, Barcelona, España, 1994.
[5] Costa Joan. La fotografía. Entre sumisión y subversión. Trillas – Sigma, México, 1991. p. 21.
[6] Entendemos que el autor utiliza el término electrónica por el año de edición del libro.
[7] Se considera al pintor Georg Grosz y al decorador John Heartfield, como los creadores del fotomontaje. Barthel Tobías M. Fotografismo publicitario internacional. Editorial Gustavo Gilli, Barcelona, 1965.
[8] Han Byung-Chul. Infocracia. Taurus, Buenos Aires, 2022. p. 9.
[9] Han. Ob. cit. p. 33.
[10] Han. Ob. cit. p. 59.
[11] Sadin Éric. La vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas. Caja Negra, Buenos Aires, 2024. pp. 30-31.
[12] Sadin. Ob. cit. p. 52/p. 93.
[13] Sadin. Ob. cit. p. 140.
[14] Banjamin Walter. Pequeña historia de la fotografía. En: Benjamin Walter. Ob. cit. p. 192.
[15] Bollati Martín. No importa que la vasija no exista. Apuntes sobre imágenes generadas con IA. Artefacto, Buenos Aires, 2023.
[16] Con todas las limitaciones que tiene este concepto, que no se analizarán aquí por cuestiones de objetivos del trabajo.
[17] Berger John. Ob. cit. p. 80.
[18] Groys Boris. Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente. Caja Negra, Buenos Aires, 2016. p. 148.
[19] Para ampliar sobre la situación de la fotografía analógica en nuestro presente ver: Molinari Carlos A. J. De la obsolescencia planificada a la moda ‘vintage’. 30 de mayo de 2024. https://pensamientocriticoadministracion.blogspot.com

jueves, 29 de mayo de 2025

 

Libros Recomendados. Granick David. El hombre de empresa soviético. Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, España, 1966. La primera pregunta que surge, es porqué recomendar la lectura de un libro publicado originalmente en 1960 y sobre una Confederación de Repúblicas que ya no existe; más allá de su valor como documento histórico. Además de representar un análisis sobre un modelo de construcción del socialismo que resultó fallido. A esta cuestión, es a la que intentaremos dar respuesta.

El autor, originario de los EE.UU., comienza su investigación, como continuación de un estudio sobre la dirección industrial soviética en los años posteriores a 1930.

Es así como aprovecha un viaje realizado por la Unión Soviética en el verano de 1958, para explorar in situ, que sucedía realmente en la dirección de las empresas en ese país y así, poder compararlo con lo que sucedía en su propia nación. A lo que suma, once años de estudios sobre el tema. O sea que estamos frente a un investigador que, aún con una visión siempre tamizada por su formación previa, intenta en todo momento poner una mirada lo más objetiva posible sobre lo que estaba observando.

Entonces, aquí viene el interés en la lectura de este libro tantos años después. A partir de entrevistas y observación directa, el autor va construyendo la estructura de dirección en unas empresas y una sociedad que funcionaba distinta del capitalismo, pero donde el desarrollo de la producción se encontraba, muchas veces, con los mismos o parecidos problemas técnicos, desde el punto de vista de la gestión.

Pero lo más relevante, es que demuestra la existencia de otros métodos de gestión diferentes al modelo tradicional en el capitalismo, pero que a la fecha del estudio, resultaban en algunos casos más eficientes que en el país de origen del autor.

Desde el punto de vista de la teoría de la gestión, esta obra demuestra la importancia no solo de una revisión crítica de los modelos de administración de organizaciones, generalmente atados al desarrollo de los mismos en los EE.UU., sino de la importancia de generar modelos de gestión adaptados a cada realidad y cada contexto histórico.

Por supuesto y, como nota al pie, también puede ser un libro importante para quienes se dedican al estudio de la historia, en la medida que posibilita visualizar algunos de los problemas, ligados a las estructuras burocráticas –siempre desde la óptica de un estadounidense-, que posteriormente serían responsables de los problemas de la economía soviética. Tema este de la burocratización, que sigue siendo una cuestión de debate hasta nuestros días, inclusive en tiempos de taylorismo digital e inteligencia artificial.   

lunes, 21 de abril de 2025

 

SOBRE LA OBSOLESCENCIA PLANIFICADA EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE

 Dr. Carlos A. J. Molinari

 A partir de la asunción de Donald Trump a la presidencia de los EE.UU., se ha desatado un verdadero terremoto en el comercio internacional, como resultado de su política proteccionista, utilizando los aranceles a la importación en su país. Más allá de cómo se desarrollen los acontecimientos en el corto plazo y sus consecuencias, tanto en el mediano como en el largo plazo, un futuro por ahora imposible de prever, lo cierto es que se producirá una transformación en las relaciones internacionales que impactará, a no dudarlo, en todos los procesos productivos y comerciales; además de los cambios en las estrategias de los países y las empresas.

Un artículo publicado en la edición electrónica de la revista estadounidense Wired en español, el 10 de abril de 2025, hace hincapié en la importancia del “derecho a reparar”. Se refiere fundamentalmente a los productos tecnológicos, como celulares o computadoras, que los consumidores suelen cambiar, no solo al compás de las modificaciones tecnológicas, sino generalmente frente a roturas de los mismos, que en la actualidad resulta muy costoso cuando no imposible de reparar.

A partir esencialmente de la década de 1950, la obsolescencia planificada de los productos, se transformó en una técnica utilizada por las empresas para garantizar el reemplazo de los mismos por parte de los consumidores, generando así una rueda imparable de nuevas ventas y utilidades para los fabricantes. Un concepto, el de la obsolescencia planificada, que nos permitimos obviar aquí, ya que fue descripto con mucha claridad por el estadounidense Vance Packard, ya en esa década, así como profundizado y ampliado por muchos autores durante el siglo XX y los inicios del XXI.

La vieja época, donde productos como los electrodomésticos se fabricaban para una duración indeterminada, la máxima posible, fue quedando atrás ante la necesidad, marcada por la competencia y por el impulso a generar cada vez más utilidades, de bajar costos y aumentar las ventas.

Productos como las heladeras, lavarropas, equipos de audio u otros, hicieron la transición de los 10 o hasta 20 años de duración, a los cinco o menos años, en algunos casos.

Para acelerar este proceso, las reparaciones se fueron complejizando, dado que las empresas fueron dejando de proveer al mercado los repuestos, que posibilitaban reparar los productos ante el desgaste natural de algunas piezas.

Un proceso que se aceleró con la digitalización, donde computadoras y celulares, comenzaron a dominar nuestras vidas. Al problema de los repuestos y la complejidad de la reparación, producto de los conocimientos necesarios para las mismas, se agregó el que las empresas del este sector, comenzaron a utilizar los cambios en el software, para forzar los cambios en el hardware.

Consideramos que no es relevante en este artículo profundizar en el desarrollo de estos cambios, que se pueden investigar con abundante información disponible, sino marcar que los mismos se produjeron y, aún lo hacen, sin pausa.

Esta situación, no solo impactó en los consumidores, en cuanto al aumento del gasto por renovación –aclaramos que en este artículo solo nos estamos refiriendo a electrodomésticos y artículos electrónicos, aunque se pueden extrapolar estas ideas hacia otros productos-, sino que tuvo y tiene un impacto ambiental ya imposible de soslayar. Un impacto ambiental que se da a escala global, ya que los grandes países consumidores, no alcanzan a reciclar la mayoría del desecho, lo que hace que en muchos casos, estos productos ya descartados, se exporten hacia países de América Latina, Asia y África, aumentando el riesgo de un colapso medio ambiental a escala planetaria.

Como sostiene una veja frase, cada amenaza, en este caso la amenaza proteccionista del gobierno de los EE.UU. pero que se puede replicar a nivel mundial, genera oportunidades.

Por una parte hacia aquellas empresas que se interesen en explotar un negocio que aparecía en declive, como es el caso de las reparaciones; éstas últimas en un doble sentido, ya que no solo se trata de reparar los productos en uso, sino también de restaurar productos que puedan ser utilizados para su venta de segunda mano. A nivel de celulares y computadoras, ya existen compañías que han demostrado que puede ser un buen negocio dedicarse a poner nuevamente en funcionamiento equipos descartados, utilizando partes de varios de ellos para componer un nuevo artefacto.

Pero la otra columna vertebral de este proceso, tiene que estar dada por el hecho de que las empresas provean los repuestos, para que los servicios técnicos puedan reparar los equipos y se continúen utilizando. Para que esto funcione, aparece un actor central que son los Estados nacionales y los organismos multilaterales.

Si las empresas solo privilegian el valor del capital accionario y el incremento sostenido de las ganancias, solo el Estado puede imponer regulaciones que sostengan el bienestar general[1].

En este sentido, se hace necesario obligar, a partir de la legislación, a que las empresas fabricantes provean durante un tiempo prudencial los repuestos y partes necesarias, para que los consumidores se encuentren con la oportunidad de reparar sus equipos sin necesidad de recurrir a su reemplazo.

De esta manera, se producirían varios efectos. Se beneficia la economía personal, al no tener que destinar dinero al cambio de equipamiento que se encuentra en condiciones de ser reparado. Por otra parte, se produce un beneficio ambiental, ya que disminuye la cantidad de desechos en forma sustancial. Asimismo se crea un importante mercado, el de la reparación y venta de equipos de segunda mano, que no es relevante en la actualidad, debido a las políticas de obsolescencia; sin contar también la ampliación del mercado de la venta de repuestos.

Las objeciones a esta política vienen desde dos flancos. Las empresas productoras, que sostendrían que este tipo de normas disminuiría sus ganancias y, por lo tanto, el valor de mercado de las mismas, lo cual es cierto solo parcialmente. Quizás disminuirían sus utilidades por la menor venta en el tiempo de nuevos equipos, pero seguirían ganando dinero; de hecho esto fue así durante mucho tiempo en el desarrollo del capitalismo. Además de que generarían utilidades por la venta de repuestos a un mercado ávido de los mismos, así como la oportunidad de participar en el mercado de reparaciones y venta de equipos de segunda mano.

La otra gran objeción de las empresas, es que disminuiría la mano de obra ocupada, ya que se fabricarían menos equipos por la no sustitución de los mismos. Si bien la solución a esta cuestión es parte de políticas macroeconómicas estatales, hay que señalar que tampoco esto sería como el planteo original. Las empresas utilizarían parte de su producción para la fabricación de partes y repuestos; pero también podrían orientar una parte de su producción al reciclado de los productos descartados y puesta a nuevo, lo que sumaría a los productores al mercado del reciclado.

Lo que estamos planteando, es una propuesta estratégica para enfrentar un nuevo escenario en el mundo global, que requiere de políticas de Estado en coordinación con las empresas, pero siempre poniendo en primer plano los intereses de la sociedad en su conjunto.

Reparar, reciclar y reacondicionar, constituirían los pilares no solo del cuidado ambiental, sino también de la creación de oportunidades de nuevos negocios, con beneficios para el Estado, los consumidores y las organizaciones lucrativas.



[1] Para ampliar sobre esta cuestión, ver: Molinari Carlos A. J. La Responsabilidad Social Empresaria en el capitalismo tardío. Editorial Biblos, Buenos Aires, 2022.