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martes, 26 de enero de 2016



¿LAS EMPRESAS FIJAN SUS PRECIOS?

Mg. Carlos A. J. Molinari

Las estrategias y tácticas para la fijación de precios, forman parte de los programas de estudios de la disciplina del marketing en todas las universidades y, como mínimo, de cualquier manual de la disciplina que se precie de tal.
Se trata básicamente de pensar, en función de las capacidades de la propia organización, del producto elegido para comercializar y del segmento o nicho de consumidores a los cuales se trata de conquistar, cuál sería el precio adecuado para llevar adelante un marketing exitoso.
En este punto, la pregunta adecuada que se debería hacer un profesional es si la empresa para la cual está desarrollando la tarea, está en condiciones de fijar el precio de acuerdo a sus intereses, o si existen condiciones que predeterminan todo su trabajo en este sentido.
¿Porqué nos planteamos esta situación? Se presupone que el establecimiento de una política de precios, implica que la empresa, está en condiciones de compulsar en el mercado de oferentes de sus materias primas e insumos, diferentes alternativas, hasta encontrar el más adecuado en relación con los costos y con la estrategia que se haya fijado para su producto en su mercado meta.
De la misma manera se presupone que los vendedores, podrán ofrecer sus productos a los precios que hayan fijado como rentables para los mismos y de acuerdo a lo exigido por los compradores.
Pero lo descripto, sucede en la teoría en un mercado o mercados perfectos, desde el punto de vista de la existencia de libre competencia y lealtad en las operaciones comerciales.
Sabemos que en el capitalismo esto no es así, ya que los precios han operado durante importantes períodos de la historia como una herramienta de los monopolios u oligopolios para eliminar competidores y apropiarse de los mercados, pudiendo fijar si, posteriormente, precios a voluntad. Pero insistimos en que esto sucede con la existencia de monopolios u oligopolios que justamente, destierran a la competencia o, la someten a sus propias políticas de precios.
Llegados a este punto, hay que decir que en un mercado -no importa a que sector industrial nos estamos refiriendo-, convergen una serie de actores en desigualdad de condiciones, como grandes empresas multinacionales -en algunos casos monopolios u oligopolios-, grandes y medianas empresas locales, pequeñas empresas y ocasionalmente, de acuerdo al sector, pequeños productores individuales, profesionales independientes, empresas familiares, etc.
Si tomamos como ejemplo a nuestro país, encontramos que ya en el año 2010 -no creemos que la situación haya variado sustancialmente sino al contrario-, las cadenas de supermercados e hipermercados comercializaban el 58% de los alimentos y bebidas que se consumen; pero de las 69 empresas que había relevado el INDEC, 6 manejaban el 85% de las ventas del sector y, las primeras tres, el 70%1.
En el mismo artículo, Roberto Dvoskin, docente de la Universidad de San Andrés, plantea que es un sector altamente oligopolizado, lo que lo convierte en formador de precios.
Frente a una situación como la expuesta, resulta utópico pensar que las empresas proveedoras fijan sus precios, ya que resultaria imposible su subsistencia en un mercado masivo sin vender a través de estas grandes cadenas. Ni hablar ya de las pymes, que pierden en forma absoluta su capacidad de fijar los pecios de sus productos, ya que les vienen establecidos por los compradores.
No obstante, hay que agregar que es muy distinta la situación entre las categorías citadas de actores en el mercado de alimentos que hemos utilizado como testigo. En el caso de las grandes empresas, en este mercado la producción se concentra en 28 empresas2, de las cuales 26 eran multinacionales al año 2011 y 2 argentinas -Arcor y Molinos-, con las limitaciones que el término argentinas tiene para estas dos compañías.
Estas grandes empresas, son también formadoras de precios y, aún dentro de la lucha interempresaria con las grandes comercializadoras, pueden imponer una política de formación de precios, con lo cual quien termina pagando los costos es el consumidor, quedando así anulado el concepto de marketing de que es el consumidor quien pone límites a los precios del mercado.
Pero las pequeñas y medianas, no tienen capacidad para imponer sus condiciones, con lo cual quedan atrapadas entre aceptar los precios de sus compradores o ser relegadas a los márgenes del mercado, cuando no a desaparecer.
La situación en el mercado de los alimentos, puede ser trasladada a los otros mercados, como el acero o los plásticos, o insumos como el combustible.
De esta manera, sea por capacidad financiera y/o productiva, o por tratarse de monopolios u oligopolios, un grupo de empresas fijan los precios que deberán pagar tanto los distintos componentes de las cadenas de producción y de distribución, como los propios consumidores finales de los productos.
Pensar entonces que las empresas fijan los precios resulta una incongruencia, ya que los precios de base de sus productos les vienen fijados por los formadores de los mismos.
Esto no invalida que, en este marco, una empresa no pueda establecer precios selectivos para sus productos ubicándolos en la categoría premium o precios neutros, orientando al consumidor a optar por los atributos que tiene ese producto de acuerdo a su percepción del mismo.
Pero entonces la empresa no trabaja en realidad sobre el precio, sino sobre la propia imagen del producto, que es lo que termina comprando el consumidor y por lo que termina pagando un determinado valor monetario.
No se puede entonces decir que una compañía desarrolla una política de precios, sino que establece sus precios de acuerdo a las limitaciones que le imponen los formadores de precios


1   Navarro Roberto. Armando Precios. Diario Página 12, suplemento Cash, Buenos Aires, 12 de diciembre de 2010.
2   El 75% de los productos de consumo masivo los fabrican 28 empresas. Diario Tiempo Argentino, Buenos Aires, 2 de octubre de 2011.

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