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recomendados:
Publicado en la Revista Sociedad Futura, este artículo trata sobre
un trabajo del año 1946 del socialista argentino Rómulo Bogliolo,
quien cuestiona al trabajo de Hayek “Camino de servidumbre”. Dado el
peso en la actualidad de las nefastas ideas del neoliberalismo, de
las cuales tanto Hayek como su trabajo constituyen una punta de lanza
y, considerando la influencia que la ideología neoliberal tiene en
el pensamiento administrativo, aún en aquellos investigadores y
escritores que hacen gala de elaborar ideas alternativas a la
administración tradicional, resulta positivo recuperar este debate,
aunque pueda no coincidirse con el total de las ideas expuestas por Bogliolo.
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domingo, 23 de diciembre de 2018
miércoles, 19 de septiembre de 2018
GLOBALIZACIÓN,
CAPITALISMO COMPUTACIONAL
Y
LA NECESIDAD DE UN
NUEVO
PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO
Autor:
Mg. Carlos A. J. Molinari
(Ponencia
presentada en la VI Jornada de Actualización en Administración,
Universidad Nacional de Luján, 13 de septiembre de 2018)
Resumen:
A
partir de las transformaciones que atraviesa nuestra sociedad
contemporánea es que nos proponemos, centrando en la cuestión de la
globalización así como en el denominado capitalismo computacional y
su impacto en los estudios organizacionales, sentar las premisas que
nos posibiliten pensar una teoría de la administración adecuada a
estas características de nuestro presente. De esta manera,
formularemos algunas preguntas que permitan analizar críticamente
los supuestos en los que se asienta la gestión en instituciones y
organizaciones.
Palabras
clave:
globalización, capitalismo computacional, pensamiento crítico,
historicidad
El
objetivo de esta ponencia es analizar la pertinencia y la necesidad
de una nueva manera de pensar la administración, considerando los
cambios producidos en la sociedad, podríamos decir en el sistema
capitalista a nivel mundial, como resultado de la denominada
globalización y de una variable que no solo actúa como condición
de posibilidad de la misma sino que se transforma en fuerza motriz de
la profundización del proceso, que son las que denominamos nuevas
tecnologías digitales.
Entonces
es necesario hacer algunas precisiones sobre el sentido en
que
estoy utilizando estos conceptos enunciados en el título, de
globalización y capitalismo computacional, si bien no es el objetivo
profundizar aquí en los mismos.
En
el caso de la globalización, entiendo que hay que señalar que el
término no abarca solamente un fenómeno económico, sino que se
manifiesta en todas las esferas de lo social, independientemente de
que es la dimensión de la economía la gran impulsora del proceso.
Si bien la globalización es constitutiva del sistema capitalista –ya
Marx y Engels lo habían expuesto en 1848 en el Manifiesto
Comunista
aunque ellos utilizan el término mercado
mundial-,
la etapa actual se puede decir que se inicia en la década de 1970
donde sus características, desde el problema que nos ocupa, son la
preeminencia de lo que Duménil y Lévy (2015) denominan la Finanza,
o sea las instituciones financieras, el papel preponderante de los
cuadros
–también en la terminología de estos autores- en la dirección de
las empresas constituyendo una capa con poder de decisión inédito
en la historia y el surgimiento de un nuevo tipo de empresas, que
denominamos metanacionales
, empresas que tienen su domicilio legal en un país, en otro la
gerencia corporativa, en un tercero los activos financieros, en uno o
más países los empleados administrativos y las fábricas propias o
tercerizadas. Estas empresas desnacionalizadas se están
transformando en organizaciones totalmente virtuales; las fábricas y
depósitos están en espacios físicos mientras que la toma de
decisiones y las finanzas habitan en el espacio digital.
Todo
lo expuesto, en el marco de una veloz interconexión e interrelación
entre la producción, la distribución y el consumo a nivel mundial,
así como en su impacto en la dimensión de la cultura.
Este
proceso global, ha profundizado lo que ya existía en los estudios de
administración, que es la existencia de un pensamiento único
elaborado en los países centrales e irradiado hacia la periferia
que lo consume y aplica de forma mecanicista. Quiero destacar que no
me interesa aquí lo instrumental sino un pensar que permita
comprender la organización y la administración de la misma.
El
otro concepto asociado es el de capitalismo
computacional,
también denominado por algunos autores como Vercellone capitalismo
cognitivo
–sin abordar aquí la cuestión de la justeza de estas
denominaciones-, que a partir de la red internet, auténtica
condición de posibilidad tecnológica de la globalización, en
conjunción con otras tecnologías y técnicas digitales, están
transformando todo el sistema productivo y de consumo. Nos referimos
fundamentalmente a internet de las cosas, la web 2.0, la robótica,
la impresión 3D, machine
learning,
la realidad virtual y aumentada, el crecimiento exponencial de la
capacidad de procesamiento de datos, la inteligencia artificial, que
están configurando una realidad de nuevo tipo donde las ganancias de
productividad, como sostiene Stiegler (2016), vienen inducidas por la
automatización y la numerización.
Esta
nueva realidad conforma una empresa donde determinados niveles de
decisiones, el trabajo operativo y parte del trabajo manual comienzan
a ser reemplazados por software y artefactos.
Si
la situación descripta mejora la productividad es un tema en
discusión pero de lo que no hay dudas es que con las nuevas
tecnologías se busca evitar la caída de la tasa de ganancia y,
cuando es posible, promover el aumento de la misma.
Es
en este contexto, que ha surgido un nuevo tipo de empresa, que
continúa mutando en su organización y sus formas de gestión.
Ante
este sucinto cuadro de situación, mucho más complejo que esta breve
descripción, es evidente que nos encontramos frente a una profunda
modificación de la empresa y sus relaciones, lo que entiendo no se
ha visto reflejado en la teoría que se transmite en los cursos
universitarios en nuestro país, donde se forman los futuros
profesionales de la gestión; así como ha sido y es escasa la
producción en investigación en la administración en estos nuevos
contextos.
Me
permitiré entonces formular algunas cuestiones que entiendo pueden
ayudarnos a repensar el andamiaje de la administración.
Primera
cuestión:
La teoría de la administración ha desarrollado tradicionalmente una
visión acrítica, ahistórica y no situada geográficamente, que ha
repercutido en la enseñanza de la disciplina en las aulas
universitarias y que se ha trasladado a la práctica profesional.
Decimos
acrítica porque desde ese hito que fue la publicación en 1911 de
The
principles of scientific management
por Frederick Winslow Taylor, se han repetido en nuestro país
–fenómeno que es posible trasladar a nivel mundial-, mecánicamente
los conceptos de lo que se han dado en denominar escuelas de
pensamiento administrativo, sin someter los mismos al tamiz del
análisis crítico o a la búsqueda de otras fuentes que podrían
poner en duda lo afirmado en las distintas obras de los pensadores de
cada corriente, provenientes con excepciones –por ejemplo Fayol- de
los EE.UU. y en menor medida de Gran Bretaña. Un simple repaso por
la bibliografía en los cursos universitarios posibilita visibilizar
su origen y, en el caso de producciones locales, se limitan a repetir
un pensamiento único expuesto como verdad sin ser sometido a la
crítica, con pocas excepciones.
Podríamos
preguntarnos por ejemplo, porque se consideran los planteos de Taylor
como el punto de inicio de la teoría de la administración y se
silencian otros aportes como el Manuel
des
Affaires
ou Traité
théorique et practique des enterprise industrielles, comerciales et
agricoles
de Jean-Gustave Courcelle Seneuil del año 1855, dedicado a la
gestión de empresas o como el de Robert Owen que en los inicios del
siglo XIX revolucionó la concepción sobre la importancia del
personal en la producción demostrando que cuidar el bienestar de los
obreros mejoraba la rentabilidad.
Constituyendo
las organizaciones realidades no equiparables, ya que se diferencian
por tamaño, expansión geográfica, mercados atendidos, estructuras,
tipo de producto o servicio, formas de propiedad y otras
características, hay que preguntarse porque no se ha dado un
análisis crítico de los distintos aportes de la administración de
acuerdo a su adaptabilidad o a su eficacia en la aplicación para
cada tipo de organización o institución.
Lo
que estamos planteando, se relaciona con la segunda visión que hemos
mencionado, donde la administración se nos presenta como fuera de la
historia. Cada teoría, se debe estudiar siempre en relación con los
contextos socio-económicos, políticos, tecnológicos, jurídicos y
culturales en que es producida y con los conflictos presentes en cada
momento histórico.
Pensar
por ejemplo que la obra de Taylor fue la inspiración de un ingeniero
inteligente y no el producto de un momento histórico donde las
empresas –no solamente de EE.UU.- se enfrentaban a una caída de la
tasa de ganancia -como bien demuestra Hobsbawm- y también un momento
de enfrentamiento de los dueños de las empresas en ese país con los
sindicatos y la consecuente necesidad de disciplinamiento de la clase
obrera –que muy bien estudió Coriat- es desconocer cómo se
generan las ideas en la historia. De la misma manera podríamos
analizar cada autor en una hipotética –a construir- historia
intelectual del pensamiento administrativo.
Pero
también dijimos que nuestra disciplina se desarrolla no situada
geográficamente, porque no se analiza a partir de los contextos
particulares de los países del que podemos denominar el mundo
subdesarrollado, sino que se toma lo producido en determinados países
y se traslada mecánicamente al conjunto del planeta.
Cooke
(1985) decía que lo que hace a una ideología foránea, extraña, no
es su origen sino su correspondencia con la realidad nacional y sus
necesidades. Entonces el camino para abordar la cuestión es el
estudio de la realidad nacional y después ver como se adapta en todo
o en parte la teoría de la gestión o como se reelabora para
nuestras necesidades.
Segunda
cuestión:
Dadas las características que hemos resumido con relación a los
estudios de la administración, a partir de mediados de la década de
1980, comenzaron a surgir especialmente en el Reino Unido pero
también en los EE.UU., autores que comienzan a cuestionar el
derrotero de nuestra disciplina –aunque algunos retrotraen ese
momento al año 1974, cuando Harry Braverman publica Trabajo
y Capital monopolista-
que se agruparon bajo el nombre de Critical
Management Studies -Estudios
Críticos de la Gestión-, si bien los mismos no constituyen ni una
institución ni una escuela de pensamiento en un sentido clásico,
sino que se trata de profesionales que cuestionan las visiones
tradicionales de los estudios sobre la gestión desde una postura
crítica, que enfrenta un pensamiento puramente instrumental de la
administración –donde utilizo el término instrumental en el
sentido que le da Horkheimer a la
razón instrumental-,
consecuentemente la supuesta neutralidad de las técnicas empleadas
sin analizar los intereses implícitos en ellas y la transformación
de las organizaciones en herramientas de dominación y explotación.
Los
autores que conforman esta corriente no institucionalizada a nivel
mundial, abrevan en distintos campos disciplinares como la
sociología, la filosofía, la economía, la historia, la
antropología, los estudios de género o la psicología y a su vez
introducen en los estudios administrativos autores que no estaban
presentes en los mismos tradicionalmente por no pertenecer a este
campo, como Marx, Bourdieu, Foucault, Deleuze, Marcuse, Bauman y
muchos otros. De esta manera, no solo incorporan la diversidad sino
que también generan la penetración de la ideología,
la gran ausente de los estudios disciplinares en gestión, como si
los conflictos y los intereses de clase no estuvieran presentes en la
teoría de la administración.
Para
Luis Ramírez (2004), tomando criterios expuestos por Fournier y Grey
(2000) que exponen la dificultad de establecer elementos comunes
dentro de esta corriente dada la pluralidad teórica de los distintos
autores, plantea tres conceptos que caracterizan a los CMS.
El
primero es la desnaturalización,
como un ataque directo a los saberes recibidos, donde la
administración estaría compuesta por tecnologías neutras y
procesos funcionales destinados a maximizar la utilización
productiva de recursos en nuestro beneficio.
El
segundo es la anti-performatividad,
donde performatividad es un término tomado de Lyotard, que refiere a
inscribir el conocimiento en un cálculo de medios contra fines,
clásico de la administración.
Y
el tercero es la reflexividad,
una corriente filosófica y metodológica que promueve el debate
sobre la epistemología y la ontología en los estudios de la
gestión.
A
los mencionados, Ramírez agrega una estrategia de investigación no
positivista, una postura teórica pluralista y el compromiso con
proyectos políticos emancipadores.
Se
puede decir entonces que los CMS no representan solo una visión
crítica en el sentido tradicional, como podría haber sido el
enfrentamiento entre el fordismo-taylorismo y la denominada escuela
de las relaciones humanas, sino que estos nuevos analistas se
proponen un programa a mi criterio radical, pues conscientemente en
algunos casos y no en otros, han introducido el pensamiento crítico
transformador en la disciplina, que es un pensamiento cuestionador de
la realidad no solo organizacional, sino de la social en la cual se
encuentran inmersas las empresas.
Lo
expuesto no implica que todos estos intelectuales tengan una posición
única frente a los distintos problemas que plantea la gestión de
las organizaciones ni que utilicen los marcos teóricos citados en el
mismo sentido; como asimismo se debe señalar que no todos los
autores que han adoptado este encuadre teórico y metodológico se
reconocen formando parte de esta corriente.
Esta
visión posibilita una mirada distinta de mucha de la bibliografía
que circula en las aulas universitarias y en los círculos
profesionales; una bibliografía que recorre un pensamiento
administrativo en el siglo XX e inicios del XXI que funciona como
dogma establecido sin visiones alternativas que se fueron dando en
paralelo a la línea oficial.
Un
pensamiento que instaura una lógica organizacional donde la primacía
de la rentabilidad individual guía toda la teoría de la gestión y
donde otras formas organizacionales – como las cooperativas o las
empresas estatales-, o la rentabilidad social quedan fuera del
debate.
Como
hemos expuesto han existido y existen visiones controversiales, pero
que no llegan a cuestionar algunos principios fundamentales como las
contradicciones irreconciliables entre empresa y sociedad, que la
teoría de la gestión ha tratado de encubrir apelando a una supuesta
responsabilidad social de la empresa. Asimismo aparecen soslayados
temas portadores de conflictos insalvables como el del poder, la
comunicación, la supuesta cultura organizacional o el control; en
realidad se pretende dejar de lado la cuestión de la política en la
gestión y, como se ha expresado, la ideología que porta.
Aquí
aparece otra pregunta que es necesario formularse: ¿Porqué los
autores representantes de esta nueva forma de pensar los estudios
administrativos no forman parte de los planes de estudio en nuestras
universidades y, si lo hacen, es en forma totalmente marginal? Por lo
menos en Argentina, es casi nula la presencia de autores como
Alvesson, Willmott, Aktouf, Chanlat, Pesqueux, Bedard y otros.
Tercera
cuestión:
Lo que nos debemos preguntar entonces es porqué se ha dado esta
situación en nuestro espacio disciplinar. ¿Porqué
somos capaces de adoptar como dogma las distintas modas
administrativas –utilizando el término de Jackson- sin someterlas
a un juicio crítico?
Responder
a estas preguntas es posible a partir de Bourdieu (2003) y su
análisis del campo de poder y el campo intelectual. Para este autor
un campo –en nuestro caso el científico- se define por aquello que
está en juego y sus intereses específicos y su estructura es un
estado de la relación de fuerzas entre agentes e instituciones que
intervienen en la lucha o como se distribuye lo que denomina el
capital
específico.
Así
quienes monopolizan el capital específico, que es el fundamento del
poder o la autoridad dentro del campo se inclinan hacia estrategias
de conservación o la ortodoxia y los que disponen de menos capital,
los recién llegados, se inclinan a estrategias de subversión del
campo.
De
acuerdo a este encuadre teórico, debemos considerar como las teorías
generalmente aceptadas en administración a nivel mundial, que parten
de los centros de pensamiento fundamentalmente de origen anglosajón,
constituyen esa ortodoxia que no solo invade esos centros de
pensamiento, sino todo el que se genera en el campo en los distintos
países y en las universidades.
Los
campos de poder así constituidos tienden a evitar el pensamiento
crítico, ya que el mismo amenaza la doxa,
utilizando el término en el sentido que le da Bourdieu.
Cuarta
cuestión:
El creciente papel de las tecnologías digitales y el crecimiento de
la inteligencia artificial, en todos los ámbitos de la vida pero
fundamentalmente en las empresas –tanto en la producción como en
la gestión- están transformando las bases del trabajo del
administrador.
Este
complejo tecnológico, que los alemanes denominaron Industria 4.0,
como un camino de fusión entre internet y la producción (Merkel
citada por Schroeder, 2016), ha modificado –o está en camino de
hacerlo- la dimensión de la organización del trabajo, de los
sistemas de información y comunicación y de la oferta de productos
y servicios, así como el desarrollo de los mismos.
Si
bien entiendo hay que desmitificar que se trate de una supuesta
cuarta revolución industrial, ya que en realidad hay que decir que
en el gran proceso de la Revolución Industrial que catapulta al
capitalismo, hay tecnologías –como el vapor, la electricidad, la
electrónica y en la actualidad las redes móviles- que se
constituyen en pivotes de los nuevos sistemas tecnológicos. Entonces
se trata de etapas tecnológicas de la Revolución Industrial
(Molinari, 2017).
De
hecho, también en este caso Marx y Engels en 1848 habían planteado
como la burguesía revoluciona incesantemente los instrumentos de
producción y con ello las relaciones de producción y todas las
relaciones sociales. Por lo tanto estos cambios tecnológicos también
son constitutivos del capitalismo.
En
el nuevo marco de las redes digitales móviles, progresivamente la
producción y la administración se van automatizando, reemplazando
trabajos calificados por robots de distinto tipo, con lo cual todo lo
que pueda realizar una máquina, lo hará.
Ahora,
la administración actúa en dos dimensiones: la cuantitativa y la
cualitativa. Pero la primera –cálculo de costos, datos contables,
presupuestos, planes-, está siendo reemplazada por las máquinas.
Inclusive con la IA se están reemplazando funciones típicamente
humanas como la atención al cliente o decisiones de inversión.
Entonces
el tema es que los factores instrumentales han perdido su valor en la
formación de los futuros profesionales. Frente a este cuadro, queda
solo una alternativa: direccionar la formación de los futuros
administradores a lo cualitativo, o sea: pensamiento crítico y
creatividad, siendo la innovación una consecuencia de estos
primeros.
Quedan
por último dos cuestiones que solo mencionaré brevemente debido a
los objetivos del trabajo pero que también deberían generar nuestra
atención y profundización.
Por
una parte, la falta de estudios profundos –con pocas excepciones-
sobre la existencia de una epistemología de la administración y su
ausencia en la currícula universitaria. No es posible pensar si la
administración es o no una ciencia, si no podemos desarrollar una
epistemología que le sea propia.
Y
por último un tema no menor, es la concepción del hombre implícita
en la teoría de la gestión. El sujeto presente en la bibliografía
de la administración es un sujeto racional, pero como citábamos
provisto de una racionalidad instrumental donde no interesan tanto
los fines sino los medios, un homo
oeconomicus
importado de la economía neoliberal, cuyo objetivo es la toma de
decisiones que beneficien a la empresa, por lo tanto donde se
privilegia la rentabilidad organizacional y a su vez que actúa en su
beneficio individual.
Frente
a este planteo, es necesario recuperar una concepción humanista que
ponga al hombre en el centro de las preocupaciones de la gestión.
Conclusiones
Asistimos
a cambios sociales profundos, que en una relación dialéctica,
transforman la sociedad para hacerlo también con los seres humanos.
Una
transformación que incide profundamente en esos dispositivos
sociales que llamamos empresas y en las relaciones de éstas con la
sociedad de la que forman parte, la que incluye a sus empleados y
clientes.
Si
pretendemos gestionar estas organizaciones, necesitamos abordar la
formación de profesionales de la gestión imbuidos de una teoría
que les posibilite comprenderlas así como comprender a la sociedad
que las contiene.
Estos
nuevos profesionales deberán surgir de una formación
“renacentista”, que sea capaz de combinar las ciencias y las
artes, dotando al profesional de un nuevo humanismo y de un
pensamiento crítico que le posibilite transformar la realidad en
camino hacia una sociedad donde el hombre no sea lobo del hombre.
Bibliografía:
Bourdieu
Pierre. Campo
de poder, campo intelectual.
Quadrata Editorial, Buenos Aires, 2003.
Cooke
John William. Peronismo
y revolución.
Buenos Aires, Parlamento, 1985.
Duménil
Gérard y Lévy Dominique. La
gran bifurcación. Acabar con el neoliberalismo.
Capital Intelectual, Buenos Aires, 2015.
Jackson
Mike C. Más allá de las modas administrativas: el pensamiento
sistémico para los administradores. Innovar, Universidad Nacional de
Colombia, Nº 4, 1994. pp. 6-21.
Marx
Carlos
y
Engels
Federico
(1848). Manifiesto
Comunista.
Editorial Anteo, Buenos Aires, 1960.
Ramírez
Q. Luis H. Hacia
un análisis crítico de la Gestión: Presentando los “Critical
Management Studies”.
Estado, Gobierno y Gestión Pública, Revista chilena de
administración pública, vol. II N° 4, Chile, 2003-2004. pp. 7-25.
Schroeder
Wolfgang. La
estrategia alemana Industria 4.0: el capitalismo renano en la era de
la digitalización.
Friedrich-Ebert Stiftung, Madrid, 2016.
Stiegler
Bernard. Para
una nueva crítica de la economía política.
Capital Intelectual, Buenos Aires, 2016.
viernes, 31 de agosto de 2018
Artículos
recomendados: El artículo tiene un título sugestivo, Griego antiguo: porqué un idioma muerto es más útil hoy que estudiar
robótica. Si bien es un artículo publicado en España y referido a la
situación en Europa fundamentalmente, entiendo que es interesante para pensar,
quizás de otra manera, la forma en que se estructura la educación en nuestro
mundo contemporáneo, donde pareciera que lo técnico, lo instrumental fuera lo
valioso por su aplicación laboral. Podría ser el interés de las empresas que buscan
a sus futuros trabajadores pero no de la comunidad educativa, cuyo objetivo es
otro; aunque se formen profesionales para el mundo laboral. Una sola frase del
artículo dice mucho sobre el mismo: “En
un mundo cada vez más deshumanizado, los clásicos ofrecen la única clave de lo
humano”. Si creemos que la educación es construir el futuro del ser humano
y no construir una máquina productiva, este artículo ayuda a pensar en esa
dirección. Disponible en:
martes, 3 de julio de 2018
ALGUNAS PRECISIONES SOBRE EL CONCEPTO DE
MARKETING
Mg.
Carlos A. J. Molinari
El objetivo de
este trabajo es, como su título lo indica, delimitar algunas cuestiones que
hacen a la construcción de un concepto de marketing, formulando ideas que
permitan debatir acerca del mismo.
Un planteo generalizado en la bibliografía específica
es que el mismo tiene su punto de partida en la satisfacción de las necesidades
de los consumidores. Frente a esta
afirmación podemos decir que las necesidades de los consumidores, en cuanto a carencias
para la vida social e individual, en el sistema capitalista, ya se encuentran
satisfechas por una empresa o por la competencia en cada mercado.
Esto siempre y cuando se trate de necesidades
vinculadas a productos o servicios que el consumidor conoce o que puede
detectar como posibles de satisfacer de acuerdo a la oferta existente en un
determinado mercado, ya que el mismo no puede saber que es factible que la
tecnología le proporcione, pues carece de los conocimientos suficientes.
Como ejemplo, una heladera es en la actualidad un
producto necesario, mientras que a comienzos del siglo XX no era detectado como
tal por los consumidores, ya que no sabían que era posible construir un
artefacto con las características que tiene en el presente. Inclusive la
invención del freezer puede ser analizado con estos mismos parámetros; de la
misma manera que una computadora personal o un smartphone.
O sea que cuando se trata de una innovación –sea ésta
tecnológica o social-, el consumidor no sabe que podría existir, por lo que de
ninguna manera podría constituir una necesidad, entendida como carencia. Se
podría decir que en las innovaciones tecnológicas hasta se hace difícil
imaginar su sola existencia.
En los mercados maduros, no se satisfacen necesidades
–que ya están satisfechas-, sino que los nuevos productos representan opciones, como podrían ser una nueva
esencia en un jabón de tocador o un aderezo en un aceite de oliva. La carencia
siempre es sobre el producto genérico, no sobre las opciones.
Lo que sí sucede en este tipo de mercados es que por el
crecimiento vegetativo de la población surgen nuevos consumidores que
satisfacen necesidades naturales –como alimentación, vestido, aseo- y otras que
por los cambios culturales y tecnológicos en las sociedades –como por ejemplo
una heladera, un automotor o un celular- pasan a ser carencias porque se han
transformado en indispensables para la vida. Pero desde un punto de vista
social no hay satisfacción de nuevas necesidades sino que la oferta cubre las
mismas.
Lo que puede suceder es que dentro de las opciones
disponibles, es factible ofrecer por ejemplo nuevos diseños, lo que genera en
el consumidor deseo por acceder al mismo por razones de índole cultural, pero
la necesidad estaba satisfecha.
Hasta aquí, el marketing es una disciplina que está
limitada a ofrecer opciones existentes y/o sus variaciones, con lo que la
distribución para ubicar los puntos de venta en que se abastece cada
consumidor, la comunicación de la marca representativa de los atributos del
producto y los servicios asociados, son las herramientas necesarias y
suficientes para conquistar el mercado seleccionado.
Que los consumidores en la actualidad se encuentren
inmersos en una sociedad con una presencia potente de redes digitales, no
implica nueva necesidad sino nuevas maneras de comunicar o distribuir el
producto.
No obstante lo expuesto, podría ser que al consumidor
se le presenten problemas a resolver,
como se da en el caso de los servicios –por ejemplo organizar una mudanza sin trabajar
personalmente en la misma-, o en el caso de los productos a partir de la mala
redacción de un manual de uso. En estos casos, se trata de encontrar los
problemas que en forma consciente o inconsciente enfrenta el consumidor –la
investigación de mercados es la herramienta adecuada para la búsqueda- y
solucionarlos, lo que en algunas situaciones podría dar lugar inclusive al
lanzamiento de nuevos productos o servicios.
Pero de acuerdo a lo expuesto, la satisfacción de
necesidades no permitiría comprender el concepto de marketing que nos habíamos
planteado como objetivo pues desde esta visión, que es la de la demanda, muchos
de los productos que actualmente compramos, o versiones de los mismos, no
serían estrictamente necesarios para la vida individual o social.
Sin embargo el sistema del marketing –aunque podríamos
decir que antes del capitalismo y de la existencia del marketing ya la cultura
y la propia evolución productiva de la sociedad, igual que en la actualidad,
viene jugando este papel-, ha posibilitado convertir muchos productos y
servicios en necesarios y casi podríamos decir, indispensables para la vida en
nuestra sociedad.
Es en este punto donde entra en acción la innovación y,
por otra parte, la creación de símbolos aceptados socialmente.
La computadora personal, las notebooks, la tablet o el
Smartphone supusieron en cada momento innovaciones donde la empresa o empresas
que introducen ese producto en el mercado deben realizar un profundo y
sistemático proceso de convencer a los potenciales clientes de la utilidad de
la compra. Un análisis de la curva del ciclo de vida del producto o del ciclo
de adopción de la tecnología o también el denominado en política de precios el
descremado del mercado, grafican que se trata de un proceso impulsado por la
oferta más que por la demanda.
Lo expuesto no implica negar el papel de la última, ya
que muchas veces los consumidores cuando van accediendo al producto, introducen
modificaciones en su uso que van más allá de lo previsto originalmente, lo que
obliga a la/s empresa/s a realizar modificaciones hasta ajustarse a la demanda.
Progresivamente se va generando el deseo en los
consumidores por la posesión del producto, independientemente de que en ese
primer momento todavía pueden no tener clarificado su potencial de uso.
Este deseo es por lo simbólico que representa el nuevo
producto, que las empresas trasladan a un nivel simbólico superior, que es el
de la marca. Ya no alcanza con poseer el producto sino que tiene que ser de esa
determinada marca, por lo que ella representa en el mundo simbólico social.
Entonces no hay una necesidad a ser satisfecha sino un
deseo que por acción del sistema de la publicidad y, podríamos decir, de la
comunicación social, se convierte en símbolo y, por el uso posterior, en indispensable
para la vida social; el caso de la actual evolución del teléfono celular es el
mejor ejemplo.
Comprar superando las barreras geográficas o temporales
no hay dudas que puede representar una comodidad, pero ningún consumidor lo
sentía como carencia antes de la existencia de internet. Que representa una
ventaja comunicacional con respecto a un tiempo previo tampoco hay dudas, pero
la posibilidad no era conocida.
Es el sistema del marketing quien en las innovaciones,
sean del tipo que sean, construye un estado de necesidad.
La pregunta en esta etapa del razonamiento es por lo
tanto, qué es el marketing?
Nos podemos responder al respecto que el marketing es
lo que la propia palabra indica: crear mercados. En los mercados maduros a
partir de apropiarse de mercado de la competencia o despertando mercados
dormidos y en las innovaciones creando un nuevo mercado. Si se crea un nuevo
mercado que antes no existía, entonces no hay satisfacción de una necesidad,
que no existía, sino creación de una nueva necesidad.
No se está diciendo que a partir de esas nuevas
necesidades no mejore la calidad de vida de los consumidores; entendemos que
hay necesidades creadas que pueden resultar superfluas o inclusive
perjudiciales para la vida social, pues al incentivar el consumismo sin medir
consecuencias se puede, por ejemplo, comprometer la sustentabilidad del
planeta.
Pero muchas de las innovaciones que hoy se han
transformado en necesidades, mejoran nuestra vida física y cultural.
Tampoco se dice que todas las necesidades humanas están
cubiertas y, mucho menos, que lo estén para todas las personas. Pero este
aspecto no se relaciona con el marketing, sino que depende de un entramado de
variables sociales, entre las que se encuentran la situación del mercado
laboral, el nivel de vida e ingresos de la población, las políticas de los
estados nacionales o el estado de desarrollo económico y social de cada país o
región, entre otras.
Si bien las ideas desarrolladas no se proponen para
cerrar un debate, se quiere señalar que el marketing como disciplina, en tanto
herramienta de la empresa en el sistema capitalista, tiene como misión crear un
mercado de consumo para los productos y/o servicios de cada organización. Este
proceso puede implicar en algún momento el desarrollo de innovaciones –no
siempre tecnológicas- que produzcan que los potenciales consumidores asuman las
mismas como una necesidad.
Lo cual conduce a profundizar el análisis teórico de
este proceso, pues por ejemplo en el sistema de salud, una innovación, sea en
un medicamento o en una tecnología, producen mejoras en el conjunto de las
personas. Independientemente de que en este caso puntual el que decide no es el
usuario sino el propio sistema a través de los prescriptores –los profesionales
médicos-, la necesidad básica ya era preexistente, ya que la salud es una
necesidad natural o, podríamos decir, básica y elemental del ser humano.
Entonces hay carencias de las personas, como las
necesidades de salud, trabajo o alimentación, donde los cambios en éstas áreas
están representados en aumento de la calidad de vida y donde la tecnología
tiene un lugar central en cuanto al desarrollo de alternativas de mejora.
Pero crear mercados es otra cosa; se trata de aumentar
la participación de una empresa en el mismo, lo que implica crear deseos aunque
los mismos no representen necesidades vitales, sino necesidades social e
históricamente construidas.
martes, 29 de mayo de 2018
Artículos
recomendados: “De
qué sirve el profesor” por Umberto Eco. Artículo periodístico donde uno de
los más agudos e incisivos pensadores del siglo XX e inicios del XXI, en pocas
pero contundentes ideas ubica el papel del profesor en esta etapa del
capitalismo atravesada por las redes digitales. De lectura imprescindible para
quienes día a día intentamos ejercer la docencia como un instrumento para la
transformación de la realidad. Disponible en:
lunes, 16 de abril de 2018
MARKETING
Y RESPONSABILIDAD SOCIAL
Potencialidades
y contradicciones en el desarrollo de
un
marco teórico comprensivo
Mg. Carlos A. J.
Molinari
El
marketing, como instrumento de gestión de la empresa, ha sido
profundamente afectado por el debate acerca de la responsabilidad
social de las organizaciones lucrativas y su papel en la misma.
Esta
situación es producto de la progresiva independencia de la
disciplina del marketing en relación a la teoría de la gestión,
por lo menos en lo referente a su estatus en la empresa y a su imagen
en la sociedad, como no lo han hecho otras herramientas -finanzas o
producción por ejemplo-, generando como consecuencia un cuerpo
teórico amplio e interdisciplinario, aunque en muchas oportunidades
más ligado a lo empírico y al traslado mecánico de aportes de
otras ciencias y disciplinas.
Entonces
el marketing, que se presenta como polea de transmisión entre los
intereses de la empresa y los de sus clientes y la dimensión de lo
social, ha debido dar respuesta a las críticas que se hacían a la
responsabilidad de las empresas y su comportamiento ético en el
mercado, debido a que esas críticas se vinculaban directamente con
el producto y con la imagen de la marca y la propia compañía, lo
que repercute en el posicionamiento pretendido por la organización,
pues producto e imagen exponen frente a la sociedad el accionar de la
empresa.
El
objetivo entonces de este artículo, es por una parte exponer las
distintas posiciones teóricas -aunque en muchas ocasiones se trata
solo de diferencias semánticas- que se están generando en la
disciplina en relación con el marco teórico de la RSE.
En
segunda instancia, se analizará si el desarrollo de un marco teórico
en el marketing vinculado a su responsabilidad social, implica la
construcción de nuevos modelos de vinculación entre la empresa y la
sociedad, o si por el contrario hay que considerar la cuestión de la
responsabilidad social del marketing formando parte del debate sobre
las posibilidades de existencia de una responsabilidad social en la
empresa.
Del
marketing social al comercio justo: un camino de confusiones
Kotler
y Keller1,
tomando como punto de partida la responsabilidad social de la
empresa, diferencian entre lo que denominan el marketing
comprometido
del llamado marketing
social.
Estos
autores sostienen que frente al aumento de las expectativas de los
consumidores y de las presiones por parte de la sociedad y de los
gobiernos, las empresas más admiradas se guían por aquellas normas
que sirvan al interés común y no al suyo exclusivamente.
Así
establecen una estrategia orientada a tres tipos de conductas: la
legal, la ética y la conducta social responsable. La primera se
refiere al cumplimiento de las legislaciones vigentes; la segunda a
la elaboración de un código de ética para la compañía, que guíe
sus acciones y la tercera a practicar la conciencia social. Como
ejemplo de esta última, citan los casos de empresas que utilizan
material reciclado en envases, energías alternativas para su
producción o que donan utilidades para campañas de bien público.
Los
autores subtitulan “Responsabilidad social de las empresas” el
apartado, pero a continuación hablan de la responsabilidad social
del marketing; con lo cual se entiende que para ellos estos términos
serían sinónimos o, como mínimo el primero conteniendo al segundo.
Con
posterioridad, definen el marketing comprometido, que lo sitúan como
parte del marketing social de la empresa, como el marketing que
aporta a una causa social, vinculando a ésta con los clientes que se
comprometen con la recaudación de fondos. Plantean al mismo a partir
de establecer un objetivo no económico vinculado con el bienestar
social que incluye recursos de la empresa y/o de sus socios y que
pueden incluir el voluntariado y la filantropía.
En
su participación en el World Marketing Forum del año 2013, Philip
Kotler retoma su idea de un marketing social, sosteniendo que hay
tres grandes temas a considerar en este sentido2:
- Cambiar la forma en que piensa un determinado grupo de personas para ofrecerles un mayor bienestar en algún ámbito de su vida; para vender y posicionar una idea social hay que pensar en la forma en que perciben los consumidores a la empresa. Se trata de establecer cuál desea la organización que sea su reputación en el mercado.
- El interés de la empresa debe ir más allá de la cuestión económica, pues hay que incluir al consumidor y a la causa social.
- Este tipo de campañas deben utilizar todas las herramientas disponibles de marketing para que el consumo sea masivo e inobjetable; hay que incorporar incentivos y promociones pues los consumidores se sentirán atraídos si obtienen algo a cambio.
Se
observa que las acciones de marketing social responden más a la
necesidad de encontrar nuevas oportunidades en el mercado, que a
transformar realmente el consumo para hacerlo socialmente
responsable; además que no agrega aportes sustanciales en lo que
hace a una nueva visión de la RSE desde esta disciplina.
La
española Marisol Alonso Vázquez3,
intenta ordenar desde su óptica esta mezcla de conceptos,
diferenciando lo que llama marketing social, del marketing social
corporativo y de la RSE, planteando que son términos que no expresan
lo mismo.
Al
marketing social lo entiende como marketing de las ideas, de las
causas sociales o de las cuestiones públicas, cuyo fin seria
desarrollar programas para animar o desanimar la aceptación de ideas
o comportamientos sociales; no persigue un fin lucrativo y puede ser
instrumentado por cualquier organización, con lo cual aparece una
diferencia con Kotler y Keller, a pesar de que la autora toma al
primero como su marco de referencia. Inclusive posteriormente lo dice
taxativamente, cuando plantea que estas actividades –de marketing
social-, también pueden ser encaradas por organizaciones
empresariales.
El
marketing social corporativo, lo enmarca dentro de la Acción Social
Empresaria siendo una actividad en la cual la empresa destina
recursos humanos, financieros y técnicos a proyectos de interés
social que se desarrollan en el entorno de la misma. Esto se hace a
través de la colaboración con organizaciones no lucrativas o
mediante programas propios.
Mientras
que el marketing social se dedica a las ideas, el social corporativo,
para la autora, a bienes y servicios en los cuales se ha incluido un
valor para darle personalidad al producto. El marketing social
corporativo centra su actividad en modificar su política de producto
para acercarlo al proyecto social y generar una ventaja competitiva.
Finalmente,
define a la RSE, como “… un
concepto por el cual las empresas deciden contribuir voluntariamente
a mejorar la sociedad y a preservar el medio ambiente”,
definición que toma del Libro Verde de la Comisión Europea de julio
de 2011.
Tanto
en el caso de esta autora, como en el Kotler y Keller, si bien
existirían diferencias desde lo formal y en cuanto a la
terminología, básicamente existen puntos en común, en cuanto a
considerar a las actividades de las empresas hacia la sociedad como
una actividad voluntaria y, en el caso del marketing, relacionarlo
con la comunicación y la donación de fondos hacia causas sociales;
si bien la autora española hace hincapié en la importancia de
vincular al producto con la causa social.
Lucía
Urdaneta y Fernando Alfonzo4,
utilizan el término mercadeo
social,
al que plantean
como una actividad de la empresa dirigida a que los consumidores
acepten ideas sociales, pero a partir de la utilización de las
herramientas tradicionales de la disciplina.
Visualizan
el impacto de "…
el alcance social del marketing a los procesos de intercambio entre
las unidades sociales y su aplicación a los programas sociales, con
la finalidad de desarrollar nuevas estrategias mercadológicas para
ser aplicadas a las organizaciones y, de esta manera, lograr un
cambio estratégico en las mismas”.
Todo
su artículo, está basado en la utilización de las herramientas del
marketing, la estrategia y el gerenciamiento, para lograr un
marketing efectivo que se base en la responsabilidad social. Esta
última, dependería del compromiso que los directores de la empresa
sientan con la sociedad, pero que no afecte a la organización
empresarial. Se plantean una visión que articule la labor de la
empresa con el desarrollo de la comunidad, pero priorizando los
intereses de la empresa, con lo cual según estos autores, en caso de
conflicto, prevalecerían los de la empresa por sobre la sociedad. O
sea que ese mercadeo social desaparecería cuando una empresa por
ejemplo, utilizara procesos productivos contaminantes, aunque
autorizados por la ley, pues debería invertir fondos para cambiar un
proceso que afectaría sus utilidades pero que nadie lo obliga a
instrumentar.
Urdaneta
y Alfonzo se acercan a lo que Kotler y Keller denominan
responsabilidad social del marketing o Alonso Vázquez marketing
social corporativo, con lo cual se agrega confusión semántica pero
no diferenciación conceptual.
En
esta misma línea de pensamiento y acción, se sitúan un grupo de
académicas de la Universidad de Zaragoza5,
que analizan teóricamente y con base en un trabajo de campo, el que
denominan marketing
con causa.
A este lo definen como una estrategia de marketing, donde la empresa
colabora con una causa social a cambio de que el consumidor adquiera
sus productos o servicios; una estrategia que además le posibilita a
la empresa contribuir a la mejora de la sociedad.
Como
causas del crecimiento de este tipo de marketing, citan la `presión
de la competencia, la necesidad de diferenciación y la creciente
presión de los consumidores socialmente responsables.
Para
que este sea efectivo, los consumidores se deben sentir implicados,
lo que conduce al ajuste entre el producto y la causa. A su vez, el
éxito de la campaña, dependerá de su alineación con la estrategia
de responsabilidad social corporativa.
La
diferencia con los autores anteriores, es que este trabajo se centra
en las organizaciones con fines de lucro como actor principal y,
desde la óptica del marketing, también se centra más en el
producto.
Pero
una empresa no es solo un producto, sino que también están en
tensión los intereses de los stakeholders,
así como otros atributos valorados por el marketing como el envase,
la comunicación, la imagen de la marca, la imagen de los accionistas
y directores, entre otros.
El
psicólogo cubano Manuel Calviño6,
formula un modelo que se basa en dos propuestas: un marketing
para las prácticas sociales
-marketing para la socialización- y una socialización
del marketing.
El
primero, sería un marketing para actividades sociales, cuya esfera
de acción no es el ámbito comercial y su propósito no está
orientado al lucro o a la obtención de bienes materiales, sino que
los costos y beneficios son de naturaleza sociopsicológica,
valorativa y espiritual. Su punto de partida teórico, es el concepto
de marketing social de Kotler y Zaltman, que no difiere del expuesto
de Kotler y Keller.
No
obstante, considera innecesario el término social agregado al de
marketing, pues se trata de una distinción de objetos de trabajo,
con lo cual el marketing es marketing y nada más. A lo planteado por
el autor cubano se puede agregar que al ser el marketing una
disciplina social, la utilización de este último término resulta
redundante.
En
cuanto a la socialización del marketing –o prácticas sociales en
el marketing-, lo piensa como “…
un marketing social que se sustenta firmemente en una ética
humanista de la justicia social, en la realización de estrategias de
integración y compensación de la producción global de la sociedad
… un marketing afiliado por
principio al desarrollo de una economía plural por sus formas de
existencia, pero de afiliación única por su sistema de apropiación
para el crecimiento social y sobre todo por su impacto sobre el
bienestar y la felicidad de las personas”.
Mientras
que el planteo del marketing para las prácticas sociales, puede ser
enmarcado dentro de las distintas posiciones vinculadas al marketing
social –aunque se entiende que este autor lo hace de una manera más
amplia y con más profundidad en la acción propuesta-, la sugerencia
sobre las prácticas sociales del marketing, trascienden lo expuesto
por otros autores, para acercarse más a pensar la empresa con un fin
social desde una óptica sistémica cercana a los planteos de
Bernardo Kliksberg7.
Otro
de los aportes de la disciplina a la responsabilidad social, es el
llamado marketing
ecológico,
que Yoleida Hernández et
al.8
definen como aquel que aplica conocimientos para dar respuesta a las
demandas sociales de manera responsable, rentable y sostenible, para
generar el menor impacto posible en el medio ambiente; ello en el
marco de una responsabilidad social orientada a la preservación del
medio ambiente y a la racionalidad en el consumo de energía. El
marketing ecológico, parte entonces de una hipótesis: es posible
simultáneamente satisfacer las necesidades de los consumidores,
maximizar los beneficios de la empresa y, a la vez, minimizar los
impactos negativos en el medio ambiente. Ante la aparición de
conflictos de intereses entre las empresas y la comunidad por temas
ambientales, la propuesta de los autores es la negociación entre las
partes, para transitar el sendero de la sustentabilidad.
Esta
formulación de un marketing cuidadoso del medio ambiente, puede ser
vista como un complemento de la responsabilidad social del marketing
e integrarse en algunos de los conceptos de marketing social
expuestos. Pero la pregunta a formularse es en que difiere del
concepto de RSE o, que le agregaría al mismo; aún considerando lo
dificultoso de establecer un concepto único de responsabilidad
social de la empresa que sea aceptado por todas las empresas, por los
ámbitos académicos, por los consumidores y otros actores sociales.
Las
posibilidades del marketing ecológico, son analizadas en una
investigación de Izagirre Olaizola et
al.9,
a partir de las barreras que se les presentan a los consumidores para
la compra de productos ecológicos, proponiendo una metodología de
trabajo para superarlas.
La
preocupación de los autores, es que el mercado de productos
ecológicos, en las últimas tres décadas, no parece haber avanzado
al ritmo que se esperaba, surgiendo una brecha entre la conciencia
medioambiental y la compra de este tipo de productos.
A
este hecho se agrega el concepto de eficacia percibida por el
consumidor, pues este piensa que su esfuerzo individual no es
suficiente para solucionar determinados problemas, como en este caso
la mejora del medio ambiente.
Otros
factores que analizan son el conocimiento medioambiental –individuos
con educación más elevada muestran mayores niveles de conciencia
medioambiental- y las motivaciones altruistas, que en algunos
individuos están por encima de las motivaciones egoístas.
De
su estudio surge también que el precio es una importante barrera a
la compra de productos ecológicos, así como la ausencia de los
citados productos en los canales de distribución utilizados
habitualmente.
Como
primera conclusión -aclarando que el estudio fue realizado en
España-, surgiría que la gestión medioambiental debería
entenderse como un aspecto integral de la empresa. Este planteo,
estaría marcando la propia limitación del concepto de marketing
ecológico, pues el desarrollo de productos con esta orientación,
tiene más que ver con una concepción estratégica de la propia
organización que con una acción de marketing.
La
otra conclusión que plantean, es que incluir atributos
medioambientales en la fórmula comercial, no puede suponer
sacrificar los atributos básicos del producto que satisfacen la
necesidad del consumidor. Aquí la pregunta, es que sucede cuando
ambos entran en conflicto. ¿Cómo se resuelve? Lo que estaría
marcando la otra limitación del marketing ecológico; que también
entra en contradicción con la conclusión precedente, ya que si debe
resolverse la cuestión desde el nivel de la estrategia empresaria,
la respuesta resultaría obvia: el cuidado del medioambiente debería
estar por encima de cualquier otro atributo. Pero la estrategia
empresaria presupone el aumento de la rentabilidad para la
organización, para los accionistas y los cuadros directivos; ¿qué
sucede cuando el cuidado del medio ambiente implica resignar
utilidades?
Finalmente,
los autores desarrollan un modelo de círculo virtuoso de la
comercialización de productos ecológicos, donde los mayores niveles
de ventas se relacionan con una popularización del consumo, que a su
vez es resultado de precios accesibles, mayor presencia en puntos de
venta, una comunicación efectiva y un producto funcional.
Se
trata evidentemente de un esquema válido, mientras este producto
funcional sea siempre respetuoso del medio ambiente, aunque esto
signifique el sacrificio de atributos como un envase o una materia
prima inadecuada para la sustentabilidad ambiental.
Pero
también hay que resaltar, que en este y otros modelos, se descarga
en el consumidor la responsabilidad del consumo de productos
amigables con el medio ambiente, cuando la responsabilidad central es
de las empresas, que deberían ofrecer siempre productos que no dañen
el ambiente físico; pues si existen productos que no lo hacen como
alternativa, esto implica que si existen productos que lo dañan, los
cuales deberían ser eliminados del mercado de consumo.
Un
primer análisis de este estudio comparativo de los diferentes
aportes de la disciplina del marketing a la RSE, llevaría a concluir
que existe, además de las propuestas conceptuales, una confusión
terminológica.
De
las distintas posiciones expresadas, surge la necesidad manifiesta
por la disciplina del marketing, de tomar posición frente al debate
sobre la importancia que deben dar las empresas a sus acciones,
enmarcando las mismas en un criterio socialmente responsable.
Resulta
lógico entonces, la preocupación por aportar a las estrategias de
RSE, ya que el éxito de las mismas no aparece solo vinculado a las
acciones filantrópicas, sino a todos los contactos que la empresa
establece con sus clientes.
Si
bien se coincide con el planteo de Calviño, sobre lo innecesario de
agregar el término social al de marketing pues solo agrega
confusión, ya que la disciplina es una sola independeintemente de
los instrumentos utilizados en cada oportunidad para ponerla en
práctica, no hay dudas que la idea de un marketing social se ha
instalado no solo en la terminología empresaria, sino en el conjunto
de la sociedad.
En
este sentido, hay que decir que las diferentes posiciones que se han
analizado –con un criterio de sintetizar un amplio abanico de
propuestas-, no muestran mayores diferencias en cuanto a lo
conceptual, pues sea a partir de destinar una parte de la venta a
causas sociales o de adecuar los productos de la empresa a las
necesidades sociales, como puede ser el cuidado del medio ambiente,
la realidad es que todas las actividades que realiza la empresa dando
sentido a su pertenencia a la sociedad, pueden caratularse como
sociales, lo cual elimina naturalmente el aditamento social por
redundante.
Quedan
fuera de este análisis, aquellas acciones de las que no se espera
obtener un lucro, que son las realizadas por las organizaciones que,
por ahora, genéricamente se denominarán de la sociedad civil.
El
resto de las actividades que realizan las empresas, del que desde
aquí se denominará con el término de marketing socialmente
responsable, siempre tienen un objetivo de lucro, pues aún en el
caso del marketing con causa, el sustrato último de la acción,
siempre es aumentar la presencia de la empresa en el mercado, en este
caso generando una imagen positiva como ventaja competitiva.
En
definitiva, si el objetivo del marketing es crear un mercado y, para
una organización con fines de lucro este es fuente de rentabilidad,
se vuelve al problema de como compatibilizar ambas partes de la
ecuación: beneficio social por una parte y rentabilidad empresaria
por la otra cuando entran en conflicto.
Dentro
del marco de acción de la disciplina del marketing, es que puede
situarse otro de los instrumentos encuadrados genéricamente dentro
de la responsabilidad social, que es el denominado comercio justo
–o por su término en inglés fairtrade-, que
puede ser analizado como una alternativa para resolver el conflicto
planteado en el párrafo anterior.
Esto
sucede, en la medida que es el marketing el que se ocupa de las
relaciones de intercambio entre la empresa y la sociedad; siendo el
comercio justo una actividad de este tipo.
Al
igual que sucede con la responsabilidad social de las empresas, el
así llamado comercio justo, no ha sido objeto de un debate teórico
acerca de su concepto y dinámica, sino que se trata básicamente de
una definición prescriptiva, aceptada en general por la mayoría de
las organizaciones que participan en el mismo –desde organizaciones
no gubernamentales, empresas participantes, hasta la propia
Organización Mundial del Comercio y los estados nacionales-, así
como de una serie de criterios, recomendaciones y prescripciones.
Tanto la literatura sobre el mismo, como las páginas web
institucionales de quienes juegan un rol en estas acciones, hacen
hincapié fundamentalmente en estas recomendaciones generales, así
como en la presentación de casos exitosos o ideas sobre su
implementación.
Debido
a la importancia que se ha de dar al significado de las palabras
utilizadas, en la medida en que éstas representan conceptos, la
primera cuestión a dilucidar es el propio término utilizado, ya que
hablar de comercio justo o comercio equitativo, implica la existencia
de un comercio no encuadrado dentro del mismo, que sería el comercio
injusto o inequitativo. Lo cual implica que las actividades
comerciales que se desarrollan en la sociedad y, no están agrupadas
en esta forma de intercambio, son injustas para una de las partes.
Con lo cual, si comercio justo implica pagar un precio justo a los
productores, se está reconociendo implícitamente, que los precios
pagados a los productores, especialmente de los países no
desarrollados, o aún en los mismos países desarrollados, es
injusto.
De
la lectura de las distintas páginas web institucionales de
organizaciones implicadas en el comercio justo10,
aparece una definición generalizada: “El
Comercio Justo es una asociación de comercio basada en el diálogo,
la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el
comercio internacional. Contribuye a un desarrollo sostenible,
ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos
de productores y trabajadores marginados, especialmente en el Sur.
Las organizaciones de Comercio Justo, apoyadas por los consumidores,
están implicadas activamente en apoyar a los productores,
sensibilizar y desarrollar campañas para conseguir cambios en las
reglas y prácticas del comercio internacional convencional”.
En
cuanto a los criterios básicos del mismo, en lo referente a los
productores, se plantea crear oportunidades reduciendo la pobreza
mediante el comercio; garantizar la transparencia en la gestión y en
las relaciones comerciales; preocuparse por el bienestar económico,
social y ambiental de los pequeños productores, no maximizando las
ganancias a su costa; pagar un precio justo al que se llegará a
través del diálogo y mutuo acuerdo; el aseguramiento al consumidor
de que no se ha empleado trabajo de niños o trabajo forzoso;
garantizar la libertad sindical; cumplir como mínimo con las leyes
locales y convenios de la OIT sobre salud y seguridad en el trabajo;
respetar el medio ambiente.
Asimismo,
los establecimientos que venden los productos deberán garantizar la
imagen de comercio justo de los productos y no utilizarlos para lavar
la imagen sobre el ejercicio de prácticas denunciables en lo
ecológico y social.
Las
partes que participan en este modelo son los productores, los
importadores, los puntos de venta y los consumidores.
Como
se puede inferir a partir del modelo descripto, estas normas deberían
ser de aplicación siempre en lo que hace a las prácticas
comerciales y, el solo hecho de plantearse un comercio alternativo
para llevarlas a la práctica, implicaría su no existencia en las
relaciones comerciales usuales. Esto solo, supone la existencia de
productos y formas de comercialización que inclusive se podrían
situar por fuera de las leyes y/o de las normas éticas.
Conclusiones
Si
bien la Responsabilidad Social Empresaria es un concepto que se
expone como difuso, en la medida en que su profundidad y complejidad
es el resultado de los distintos campos disciplinares que la
estudian, se expresa hacia la sociedad a través del discurso del
marketing pues desde éste la empresa, a partir de su producto, sus
caminos para comercializarlo y su comunicación, expone cuáles son
sus principios y como los lleva a la práctica en su entorno.
Pues
el producto es a su vez, la expresión de su proceso productivo, de
las materias primas utilizadas, de la forma de obtenerlas, de su
visión de futuro de la sociedad, de la sustentabilidad de sus
acciones o la forma en que desea que los seres humanos alcancen una
vida plena. En
definitiva el marketing es un decir de la organización hacia la
sociedad.
Igualmente relevante es
destacar que, en la medida en que la disciplina del marketing
representa el nivel funcional de la estrategia, la propia estrategia
comercial se subordina al nivel corporativo de la misma, que es donde
se planifica la responsabilidad social empresaria.
Entonces no cabe duda
de que no tendría sentido pensar en un marketing social corporativo
o un marketing socialmente responsable, ya que el mismo está
englobado en la estrategia de responsabilidad social de la empresa.
Pensamos entonces que
no tiene sentido ampliar la terminología ya de por sí confusa en el
campo del marketing, extendiéndola hacia la responsabilidad social,
ya que todas las acciones que se emprenden desde la disciplina deben
estar encuadradas en una política y una estrategia del conjunto de
la organización, siendo el marketing una disciplina para la
implementación y gestión de esa estrategia.
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Hernández Yoleida, Escorihuela Alejandro y Lòpez Danny. La
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Revista CICAG, vol 8 Nº 2, Universidad Rafael Belloso Chacín,
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Izagirre Olaizola Julen, Fernández Sainz Ana y Vicente Molina María
Azucena. Antecedentes
y barreras a la compra de productos ecológicos.
Universia Business Review, España, segundo trimestre 2013. pp.
108-127.
10
En un listado representativo pero incompleto:
www.economiasolidaria.org
, www.espaciocomerciojusto.org
, www.sellocomerciojusto.org
, www.wfto.com
Fecha de consulta: 2013.
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