Libros Recomendados. Jacques Rancière. El maestro
ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Libros del
Zorzal, Buenos Aires, 2007.
Puede parecer extraño que en un blog orientado al pensamiento crítico
en la administración, aparezca el comentario de un libro destinado en principio
a los pedagogos. Aunque en realidad no debería ser tan extraño, ya que nuestro
blog tiene como objetivo la administración, la cultura y el pensamiento crítico
desde una mirada interdisciplinaria. De hecho de lo que trata este libro, es
acerca de una manera distinta de ver la educación; de fomentar el pensamiento
crítico decimos nosotros.
En el prólogo a este libro en la edición de Editorial Laertes,
Barcelona, 2003, con traducción de Núria Estrach, el autor explicita que la
historia pedagógica tiene sus extravagancias, de las cuales forma parte Joseph
Jacotot, al que menciona como una voz única, que hizo escuchar una disonancia a
partir de la cual ya no puede edificarse ninguna armonía de la institución
pedagógica.
Jacotot fue un revolucionario en la Francia de 1789, exiliado en los
Países Bajos en la restauración monárquica, que según Ranciere toma la palabra
cuando era necesario llevar a cabo la transformación de las instituciones y las
mentalidades, de las cuales la revolución había sido la realización
anticipadora y fantasmática.
Jacotot advirtió que la distancia que la Escuela y la sociedad
pedagogizada intentan reducir, es la misma de la cual viven y, por tanto,
reproducen sin cesar. Para Rancière, quien plantea la igualdad como objetivo a
alcanzar a partir de la situación no igualitaria, la aplaza de hecho hasta el
infinito. La igualdad nunca viene después como un resultado a alcanzar; debe
ubicársela antes.
No hay ignorante que no sepa una cantidad de cosas, como ser de que
hay un orden social y se lo debe respetar; toda enseñanza se debe fundar en
este saber, en esta capacidad en acto.
Instruir puede, entonces, significar dos cosas opuestas: confirmar una
incapacidad en el acto mismo en que pretende reducirla o, a la inversa, forzar
una capacidad que se ignora o se niega, a reconocerse y a desarrollar todas las
consecuencias de este reconocimiento. Para el autor, el primer acto se llama
embrutecimiento mientras que el segundo el segundo, emancipación.
Para Ranciere no se trata entonces de instruir al pueblo para
acercarlo a la igualdad, sino que hay que emancipar las inteligencias, obligar
a todos y a cada uno a verificar la igualdad de las inteligencias. No es una
cuestión de método, en el sentido de formas particulares de aprendizaje, es un
asunto filosófico, una cuestión política.
Joseph Jacotot tenía 18 años cuando la revolución francesa y enseñaba
retórica en Gijón. Luego de su paso por el ejército de la República y de
enseñar en Gijón análisis, ideología y lenguas antiguas, matemáticas puras y
trascendentes y derecho y de su paso como diputado, debió exiliarse como
resultado de la restauración borbónica.
En Lovaina tenía un puesto como docente y sus lecciones fueron pronto
apreciadas por los estudiantes, pero la mayoría de ellos no hablaba francés,
mientras que Jacotot ignoraba el holandés, por lo cual no podía acceder al
pedido de los estudiantes de sacar provecho de sus clases; pero él quería
instruirles en lo que pedían. En ese momento, se publicó en Bruselas una
edición bilingüe de Telémaco.
Entonces hizo enviar el libro a los estudiantes por intermedio de un
intérprete y les pidió que aprendieran el texto en francés ayudándose con la
traducción. A medida que llegaban a la mitad del libro les hacía repetir lo que
habían aprendido. Además de resolver un problema, Jacotot vivió una experiencia
filosófica a pequeña escala, como dice Rancière.
Pidió a los alumnos que escribieran en francés lo que pensaban de lo
que habían leído. Con sorpresa, descubrió que sus alumnos habían realizado este
paso tan bien como lo hubieran realizado los franceses.
¿Eran pues todos los hombres virtualmente capaces de comprender lo que
otros habían hecho y comprendido? ¿No hace falta más que querer para poder?
Lo que se dio cuenta Jacotot es que cualquier sistema de enseñanza
necesita de explicaciones y el explicador es el único juez del punto donde la
explicación está ella misma explicada.
El secreto del maestro está en reconocer la distancia entre el
material enseñado y el sujeto a instruir, la distancia también entre el
aprender y comprender.
La revelación que se apoderó de Jacotot fue que es necesario invertir
la lógica del sistema explicador. La explicación no es necesaria para remediar
una incapacidad de comprensión. Todo lo contrario, esta incapacidad es la
ficción que estructura la concepción explicadora del mundo. El explicador es el
que necesita del incapaz y no al revés, es él el que constituye al incapaz como
tal. La explicación es el mito de la pedagogía.
Para Jacotot el método de la igualdad era principalmente el método de
la voluntad; se podía aprender solo y sin maestro explicador cuando se quería,
o por la tensión del propio deseo o por la dificultad de la situación.
Creemos que este breve comentario acerca de la intencionalidad del
autor al trabajar sobre Jacotot y su método, son suficientes para comprender la
importancia de esta obra para la formación de docentes y estudiantes con
sentido crítico y renovado de la enseñanza, tan necesarios en la administración
en Argentina, donde el repetir fórmulas se ha convertido en una garantía de
buena enseñanza y de buen aprendizaje.