GLOBALIZACIÓN,
CAPITALISMO COMPUTACIONAL
Y
LA NECESIDAD DE UN
NUEVO
PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO
Autor:
Mg. Carlos A. J. Molinari
(Ponencia
presentada en la VI Jornada de Actualización en Administración,
Universidad Nacional de Luján, 13 de septiembre de 2018)
Resumen:
A
partir de las transformaciones que atraviesa nuestra sociedad
contemporánea es que nos proponemos, centrando en la cuestión de la
globalización así como en el denominado capitalismo computacional y
su impacto en los estudios organizacionales, sentar las premisas que
nos posibiliten pensar una teoría de la administración adecuada a
estas características de nuestro presente. De esta manera,
formularemos algunas preguntas que permitan analizar críticamente
los supuestos en los que se asienta la gestión en instituciones y
organizaciones.
Palabras
clave:
globalización, capitalismo computacional, pensamiento crítico,
historicidad
El
objetivo de esta ponencia es analizar la pertinencia y la necesidad
de una nueva manera de pensar la administración, considerando los
cambios producidos en la sociedad, podríamos decir en el sistema
capitalista a nivel mundial, como resultado de la denominada
globalización y de una variable que no solo actúa como condición
de posibilidad de la misma sino que se transforma en fuerza motriz de
la profundización del proceso, que son las que denominamos nuevas
tecnologías digitales.
Entonces
es necesario hacer algunas precisiones sobre el sentido en
que
estoy utilizando estos conceptos enunciados en el título, de
globalización y capitalismo computacional, si bien no es el objetivo
profundizar aquí en los mismos.
En
el caso de la globalización, entiendo que hay que señalar que el
término no abarca solamente un fenómeno económico, sino que se
manifiesta en todas las esferas de lo social, independientemente de
que es la dimensión de la economía la gran impulsora del proceso.
Si bien la globalización es constitutiva del sistema capitalista –ya
Marx y Engels lo habían expuesto en 1848 en el Manifiesto
Comunista
aunque ellos utilizan el término mercado
mundial-,
la etapa actual se puede decir que se inicia en la década de 1970
donde sus características, desde el problema que nos ocupa, son la
preeminencia de lo que Duménil y Lévy (2015) denominan la Finanza,
o sea las instituciones financieras, el papel preponderante de los
cuadros
–también en la terminología de estos autores- en la dirección de
las empresas constituyendo una capa con poder de decisión inédito
en la historia y el surgimiento de un nuevo tipo de empresas, que
denominamos metanacionales
, empresas que tienen su domicilio legal en un país, en otro la
gerencia corporativa, en un tercero los activos financieros, en uno o
más países los empleados administrativos y las fábricas propias o
tercerizadas. Estas empresas desnacionalizadas se están
transformando en organizaciones totalmente virtuales; las fábricas y
depósitos están en espacios físicos mientras que la toma de
decisiones y las finanzas habitan en el espacio digital.
Todo
lo expuesto, en el marco de una veloz interconexión e interrelación
entre la producción, la distribución y el consumo a nivel mundial,
así como en su impacto en la dimensión de la cultura.
Este
proceso global, ha profundizado lo que ya existía en los estudios de
administración, que es la existencia de un pensamiento único
elaborado en los países centrales e irradiado hacia la periferia
que lo consume y aplica de forma mecanicista. Quiero destacar que no
me interesa aquí lo instrumental sino un pensar que permita
comprender la organización y la administración de la misma.
El
otro concepto asociado es el de capitalismo
computacional,
también denominado por algunos autores como Vercellone capitalismo
cognitivo
–sin abordar aquí la cuestión de la justeza de estas
denominaciones-, que a partir de la red internet, auténtica
condición de posibilidad tecnológica de la globalización, en
conjunción con otras tecnologías y técnicas digitales, están
transformando todo el sistema productivo y de consumo. Nos referimos
fundamentalmente a internet de las cosas, la web 2.0, la robótica,
la impresión 3D, machine
learning,
la realidad virtual y aumentada, el crecimiento exponencial de la
capacidad de procesamiento de datos, la inteligencia artificial, que
están configurando una realidad de nuevo tipo donde las ganancias de
productividad, como sostiene Stiegler (2016), vienen inducidas por la
automatización y la numerización.
Esta
nueva realidad conforma una empresa donde determinados niveles de
decisiones, el trabajo operativo y parte del trabajo manual comienzan
a ser reemplazados por software y artefactos.
Si
la situación descripta mejora la productividad es un tema en
discusión pero de lo que no hay dudas es que con las nuevas
tecnologías se busca evitar la caída de la tasa de ganancia y,
cuando es posible, promover el aumento de la misma.
Es
en este contexto, que ha surgido un nuevo tipo de empresa, que
continúa mutando en su organización y sus formas de gestión.
Ante
este sucinto cuadro de situación, mucho más complejo que esta breve
descripción, es evidente que nos encontramos frente a una profunda
modificación de la empresa y sus relaciones, lo que entiendo no se
ha visto reflejado en la teoría que se transmite en los cursos
universitarios en nuestro país, donde se forman los futuros
profesionales de la gestión; así como ha sido y es escasa la
producción en investigación en la administración en estos nuevos
contextos.
Me
permitiré entonces formular algunas cuestiones que entiendo pueden
ayudarnos a repensar el andamiaje de la administración.
Primera
cuestión:
La teoría de la administración ha desarrollado tradicionalmente una
visión acrítica, ahistórica y no situada geográficamente, que ha
repercutido en la enseñanza de la disciplina en las aulas
universitarias y que se ha trasladado a la práctica profesional.
Decimos
acrítica porque desde ese hito que fue la publicación en 1911 de
The
principles of scientific management
por Frederick Winslow Taylor, se han repetido en nuestro país
–fenómeno que es posible trasladar a nivel mundial-, mecánicamente
los conceptos de lo que se han dado en denominar escuelas de
pensamiento administrativo, sin someter los mismos al tamiz del
análisis crítico o a la búsqueda de otras fuentes que podrían
poner en duda lo afirmado en las distintas obras de los pensadores de
cada corriente, provenientes con excepciones –por ejemplo Fayol- de
los EE.UU. y en menor medida de Gran Bretaña. Un simple repaso por
la bibliografía en los cursos universitarios posibilita visibilizar
su origen y, en el caso de producciones locales, se limitan a repetir
un pensamiento único expuesto como verdad sin ser sometido a la
crítica, con pocas excepciones.
Podríamos
preguntarnos por ejemplo, porque se consideran los planteos de Taylor
como el punto de inicio de la teoría de la administración y se
silencian otros aportes como el Manuel
des
Affaires
ou Traité
théorique et practique des enterprise industrielles, comerciales et
agricoles
de Jean-Gustave Courcelle Seneuil del año 1855, dedicado a la
gestión de empresas o como el de Robert Owen que en los inicios del
siglo XIX revolucionó la concepción sobre la importancia del
personal en la producción demostrando que cuidar el bienestar de los
obreros mejoraba la rentabilidad.
Constituyendo
las organizaciones realidades no equiparables, ya que se diferencian
por tamaño, expansión geográfica, mercados atendidos, estructuras,
tipo de producto o servicio, formas de propiedad y otras
características, hay que preguntarse porque no se ha dado un
análisis crítico de los distintos aportes de la administración de
acuerdo a su adaptabilidad o a su eficacia en la aplicación para
cada tipo de organización o institución.
Lo
que estamos planteando, se relaciona con la segunda visión que hemos
mencionado, donde la administración se nos presenta como fuera de la
historia. Cada teoría, se debe estudiar siempre en relación con los
contextos socio-económicos, políticos, tecnológicos, jurídicos y
culturales en que es producida y con los conflictos presentes en cada
momento histórico.
Pensar
por ejemplo que la obra de Taylor fue la inspiración de un ingeniero
inteligente y no el producto de un momento histórico donde las
empresas –no solamente de EE.UU.- se enfrentaban a una caída de la
tasa de ganancia -como bien demuestra Hobsbawm- y también un momento
de enfrentamiento de los dueños de las empresas en ese país con los
sindicatos y la consecuente necesidad de disciplinamiento de la clase
obrera –que muy bien estudió Coriat- es desconocer cómo se
generan las ideas en la historia. De la misma manera podríamos
analizar cada autor en una hipotética –a construir- historia
intelectual del pensamiento administrativo.
Pero
también dijimos que nuestra disciplina se desarrolla no situada
geográficamente, porque no se analiza a partir de los contextos
particulares de los países del que podemos denominar el mundo
subdesarrollado, sino que se toma lo producido en determinados países
y se traslada mecánicamente al conjunto del planeta.
Cooke
(1985) decía que lo que hace a una ideología foránea, extraña, no
es su origen sino su correspondencia con la realidad nacional y sus
necesidades. Entonces el camino para abordar la cuestión es el
estudio de la realidad nacional y después ver como se adapta en todo
o en parte la teoría de la gestión o como se reelabora para
nuestras necesidades.
Segunda
cuestión:
Dadas las características que hemos resumido con relación a los
estudios de la administración, a partir de mediados de la década de
1980, comenzaron a surgir especialmente en el Reino Unido pero
también en los EE.UU., autores que comienzan a cuestionar el
derrotero de nuestra disciplina –aunque algunos retrotraen ese
momento al año 1974, cuando Harry Braverman publica Trabajo
y Capital monopolista-
que se agruparon bajo el nombre de Critical
Management Studies -Estudios
Críticos de la Gestión-, si bien los mismos no constituyen ni una
institución ni una escuela de pensamiento en un sentido clásico,
sino que se trata de profesionales que cuestionan las visiones
tradicionales de los estudios sobre la gestión desde una postura
crítica, que enfrenta un pensamiento puramente instrumental de la
administración –donde utilizo el término instrumental en el
sentido que le da Horkheimer a la
razón instrumental-,
consecuentemente la supuesta neutralidad de las técnicas empleadas
sin analizar los intereses implícitos en ellas y la transformación
de las organizaciones en herramientas de dominación y explotación.
Los
autores que conforman esta corriente no institucionalizada a nivel
mundial, abrevan en distintos campos disciplinares como la
sociología, la filosofía, la economía, la historia, la
antropología, los estudios de género o la psicología y a su vez
introducen en los estudios administrativos autores que no estaban
presentes en los mismos tradicionalmente por no pertenecer a este
campo, como Marx, Bourdieu, Foucault, Deleuze, Marcuse, Bauman y
muchos otros. De esta manera, no solo incorporan la diversidad sino
que también generan la penetración de la ideología,
la gran ausente de los estudios disciplinares en gestión, como si
los conflictos y los intereses de clase no estuvieran presentes en la
teoría de la administración.
Para
Luis Ramírez (2004), tomando criterios expuestos por Fournier y Grey
(2000) que exponen la dificultad de establecer elementos comunes
dentro de esta corriente dada la pluralidad teórica de los distintos
autores, plantea tres conceptos que caracterizan a los CMS.
El
primero es la desnaturalización,
como un ataque directo a los saberes recibidos, donde la
administración estaría compuesta por tecnologías neutras y
procesos funcionales destinados a maximizar la utilización
productiva de recursos en nuestro beneficio.
El
segundo es la anti-performatividad,
donde performatividad es un término tomado de Lyotard, que refiere a
inscribir el conocimiento en un cálculo de medios contra fines,
clásico de la administración.
Y
el tercero es la reflexividad,
una corriente filosófica y metodológica que promueve el debate
sobre la epistemología y la ontología en los estudios de la
gestión.
A
los mencionados, Ramírez agrega una estrategia de investigación no
positivista, una postura teórica pluralista y el compromiso con
proyectos políticos emancipadores.
Se
puede decir entonces que los CMS no representan solo una visión
crítica en el sentido tradicional, como podría haber sido el
enfrentamiento entre el fordismo-taylorismo y la denominada escuela
de las relaciones humanas, sino que estos nuevos analistas se
proponen un programa a mi criterio radical, pues conscientemente en
algunos casos y no en otros, han introducido el pensamiento crítico
transformador en la disciplina, que es un pensamiento cuestionador de
la realidad no solo organizacional, sino de la social en la cual se
encuentran inmersas las empresas.
Lo
expuesto no implica que todos estos intelectuales tengan una posición
única frente a los distintos problemas que plantea la gestión de
las organizaciones ni que utilicen los marcos teóricos citados en el
mismo sentido; como asimismo se debe señalar que no todos los
autores que han adoptado este encuadre teórico y metodológico se
reconocen formando parte de esta corriente.
Esta
visión posibilita una mirada distinta de mucha de la bibliografía
que circula en las aulas universitarias y en los círculos
profesionales; una bibliografía que recorre un pensamiento
administrativo en el siglo XX e inicios del XXI que funciona como
dogma establecido sin visiones alternativas que se fueron dando en
paralelo a la línea oficial.
Un
pensamiento que instaura una lógica organizacional donde la primacía
de la rentabilidad individual guía toda la teoría de la gestión y
donde otras formas organizacionales – como las cooperativas o las
empresas estatales-, o la rentabilidad social quedan fuera del
debate.
Como
hemos expuesto han existido y existen visiones controversiales, pero
que no llegan a cuestionar algunos principios fundamentales como las
contradicciones irreconciliables entre empresa y sociedad, que la
teoría de la gestión ha tratado de encubrir apelando a una supuesta
responsabilidad social de la empresa. Asimismo aparecen soslayados
temas portadores de conflictos insalvables como el del poder, la
comunicación, la supuesta cultura organizacional o el control; en
realidad se pretende dejar de lado la cuestión de la política en la
gestión y, como se ha expresado, la ideología que porta.
Aquí
aparece otra pregunta que es necesario formularse: ¿Porqué los
autores representantes de esta nueva forma de pensar los estudios
administrativos no forman parte de los planes de estudio en nuestras
universidades y, si lo hacen, es en forma totalmente marginal? Por lo
menos en Argentina, es casi nula la presencia de autores como
Alvesson, Willmott, Aktouf, Chanlat, Pesqueux, Bedard y otros.
Tercera
cuestión:
Lo que nos debemos preguntar entonces es porqué se ha dado esta
situación en nuestro espacio disciplinar. ¿Porqué
somos capaces de adoptar como dogma las distintas modas
administrativas –utilizando el término de Jackson- sin someterlas
a un juicio crítico?
Responder
a estas preguntas es posible a partir de Bourdieu (2003) y su
análisis del campo de poder y el campo intelectual. Para este autor
un campo –en nuestro caso el científico- se define por aquello que
está en juego y sus intereses específicos y su estructura es un
estado de la relación de fuerzas entre agentes e instituciones que
intervienen en la lucha o como se distribuye lo que denomina el
capital
específico.
Así
quienes monopolizan el capital específico, que es el fundamento del
poder o la autoridad dentro del campo se inclinan hacia estrategias
de conservación o la ortodoxia y los que disponen de menos capital,
los recién llegados, se inclinan a estrategias de subversión del
campo.
De
acuerdo a este encuadre teórico, debemos considerar como las teorías
generalmente aceptadas en administración a nivel mundial, que parten
de los centros de pensamiento fundamentalmente de origen anglosajón,
constituyen esa ortodoxia que no solo invade esos centros de
pensamiento, sino todo el que se genera en el campo en los distintos
países y en las universidades.
Los
campos de poder así constituidos tienden a evitar el pensamiento
crítico, ya que el mismo amenaza la doxa,
utilizando el término en el sentido que le da Bourdieu.
Cuarta
cuestión:
El creciente papel de las tecnologías digitales y el crecimiento de
la inteligencia artificial, en todos los ámbitos de la vida pero
fundamentalmente en las empresas –tanto en la producción como en
la gestión- están transformando las bases del trabajo del
administrador.
Este
complejo tecnológico, que los alemanes denominaron Industria 4.0,
como un camino de fusión entre internet y la producción (Merkel
citada por Schroeder, 2016), ha modificado –o está en camino de
hacerlo- la dimensión de la organización del trabajo, de los
sistemas de información y comunicación y de la oferta de productos
y servicios, así como el desarrollo de los mismos.
Si
bien entiendo hay que desmitificar que se trate de una supuesta
cuarta revolución industrial, ya que en realidad hay que decir que
en el gran proceso de la Revolución Industrial que catapulta al
capitalismo, hay tecnologías –como el vapor, la electricidad, la
electrónica y en la actualidad las redes móviles- que se
constituyen en pivotes de los nuevos sistemas tecnológicos. Entonces
se trata de etapas tecnológicas de la Revolución Industrial
(Molinari, 2017).
De
hecho, también en este caso Marx y Engels en 1848 habían planteado
como la burguesía revoluciona incesantemente los instrumentos de
producción y con ello las relaciones de producción y todas las
relaciones sociales. Por lo tanto estos cambios tecnológicos también
son constitutivos del capitalismo.
En
el nuevo marco de las redes digitales móviles, progresivamente la
producción y la administración se van automatizando, reemplazando
trabajos calificados por robots de distinto tipo, con lo cual todo lo
que pueda realizar una máquina, lo hará.
Ahora,
la administración actúa en dos dimensiones: la cuantitativa y la
cualitativa. Pero la primera –cálculo de costos, datos contables,
presupuestos, planes-, está siendo reemplazada por las máquinas.
Inclusive con la IA se están reemplazando funciones típicamente
humanas como la atención al cliente o decisiones de inversión.
Entonces
el tema es que los factores instrumentales han perdido su valor en la
formación de los futuros profesionales. Frente a este cuadro, queda
solo una alternativa: direccionar la formación de los futuros
administradores a lo cualitativo, o sea: pensamiento crítico y
creatividad, siendo la innovación una consecuencia de estos
primeros.
Quedan
por último dos cuestiones que solo mencionaré brevemente debido a
los objetivos del trabajo pero que también deberían generar nuestra
atención y profundización.
Por
una parte, la falta de estudios profundos –con pocas excepciones-
sobre la existencia de una epistemología de la administración y su
ausencia en la currícula universitaria. No es posible pensar si la
administración es o no una ciencia, si no podemos desarrollar una
epistemología que le sea propia.
Y
por último un tema no menor, es la concepción del hombre implícita
en la teoría de la gestión. El sujeto presente en la bibliografía
de la administración es un sujeto racional, pero como citábamos
provisto de una racionalidad instrumental donde no interesan tanto
los fines sino los medios, un homo
oeconomicus
importado de la economía neoliberal, cuyo objetivo es la toma de
decisiones que beneficien a la empresa, por lo tanto donde se
privilegia la rentabilidad organizacional y a su vez que actúa en su
beneficio individual.
Frente
a este planteo, es necesario recuperar una concepción humanista que
ponga al hombre en el centro de las preocupaciones de la gestión.
Conclusiones
Asistimos
a cambios sociales profundos, que en una relación dialéctica,
transforman la sociedad para hacerlo también con los seres humanos.
Una
transformación que incide profundamente en esos dispositivos
sociales que llamamos empresas y en las relaciones de éstas con la
sociedad de la que forman parte, la que incluye a sus empleados y
clientes.
Si
pretendemos gestionar estas organizaciones, necesitamos abordar la
formación de profesionales de la gestión imbuidos de una teoría
que les posibilite comprenderlas así como comprender a la sociedad
que las contiene.
Estos
nuevos profesionales deberán surgir de una formación
“renacentista”, que sea capaz de combinar las ciencias y las
artes, dotando al profesional de un nuevo humanismo y de un
pensamiento crítico que le posibilite transformar la realidad en
camino hacia una sociedad donde el hombre no sea lobo del hombre.
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