Ciencia, Epistemología y Administración
De la administrotecnia a la ciencia de la
organización
Parte V
Dr. Carlos
A. J. Molinari
V.- La Administración, ¿arte, técnica, tecnología o
ciencia?
Al efecto
de evitar el ingreso en un debate que nos desviaría de nuestro objetivo, vamos
a establecer algunos conceptos, que entendemos son necesarios para el análisis
del estatus de la administración y que ya han sido abordados por el autor en
una obra anterior.
Consideramos
a la técnica como un acto creador que consiste en un hacer eficaz, una habilidad para
realizar algo, que persigue un resultado, un objetivo y que no es independiente
de la ética, de la política. Igualmente, hay que destacar que la técnica incluye las reglas para el uso del
instrumento con el cual se pone en práctica, pues de eso se trata la
habilidad.
Este concepto, parte de la utilización de la palabra techné en el mundo griego, donde la
misma agrupaba a todos los que realizaban tareas manuales e intelectuales, para
evolucionar posteriormente a las actividades prácticas, que es como el término
atraviesa el medioevo europeo hasta el capitalismo. O sea que lo que hoy
entendemos por arte, estaba agrupado en una técnica, igual que un albañil o un
tintorero.
Esto nos exime de tratar el concepto de arte, ya que su
utilización para determinar de qué trata la administración se torna fuera de
foco, pues arte en nuestro mundo actual apunta a la obra de arte, a la
estética, al mundo de las representaciones, que se encuentra muy lejos de la
gestión de organizaciones. En todo caso, cuando muchos autores refieren a que
la administración es un arte, lo hacen en el sentido de una técnica, si se
quiere del trabajo del artesano, pero no sobre el arte como se entiende en la
sociedad contemporánea.
El otro término que desarrollamos en el trabajo citado
y que es relevante para el actual es el de tecnología, que demostrábamos como
un producto del capitalismo, que viene sino a reemplazar, por lo menos a
englobar el concepto anterior de técnica.
Entonces pensamos a la tecnología como un sistema en el cual se
integran los instrumentos –máquinas y herramientas- y los procesos –las
técnicas productivas que incorporan uniformidad mecánica y orden repetitivo- y
que posibilita la transformación de los insumos en un resultado final, operando
en cuatro dimensiones: artefactual, organizativa, simbólica y biotecnológica.
Deberíamos agregar que está basada, aunque no determinísticamente, en el
conocimiento científico, pues puede suceder a la inversa. Debemos aclarar aquí,
que cuando hablamos de procesos, estamos incorporando la idea del software.
Evolución de las ideas en Administración
La administración, entendida
como práctica, se puede decir que tiene su nacimiento cuando el ser humano
produjo el tránsito hacia la civilización urbana.
De hecho, el nacimiento de
la escritura en Sumer, alrededor del año 3200 a.C., estuvo ligado a la
administración de los templos; a su necesidad de controlar los ingresos y
egresos, pues las tablillas de escritura cuneiforme más antiguas halladas, contienen
listados de mercaderías, animales y personas. El historiador Gordon Childe,
expone como uno de los grandes logros de los reyes sumerios, fue la
organización de una administración profesional para el imperio.
Algo parecido sucedió en
Egipto, donde si bien el nacimiento de la escritura estuvo vinculado a fines
teológicos, no es menos cierta la necesidad de administrar un importante
imperio, con la construcción de grandes obras públicas vinculadas especialmente
a la religión, así como garantizar el cobro de impuestos, el mantenimiento de
la población en épocas de escasez y de un ejército profesional.
Igual podríamos decir del
imperio romano y de otros casos similares, donde las construcciones de grandes
obras y la organización del Estado –no importa cual fuera su forma-, hubiera
sido imposible sin una estructura de funcionarios encargados de administrar y
controlar. Pero hay que observar que siempre refiere a la administración del
Estado y no de organizaciones lucrativas privadas.
Entonces el centro de
nuestro interés, está puesto en un nuevo tipo de empresa, que es el resultado
del desarrollo del sistema capitalista, que requería cada vez más, un nuevo
tipo de administración, no solo en lo que hace a lo productivo.
En este caso podemos
encontrar pioneros, preocupados sobre cómo administrar en un contexto
totalmente nuevo en la historia, como el caso de Robert Owen ya a fines del
siglo XVIII, y otros durante el siglo XIX.
Pero debido a los objetivos
de nuestro trabajo, no procederemos a analizar en detalle todos los aportes a
la denominada teoría de la administración a partir de inicios del siglo XX, que
es nuestra unidad temporal de análisis, sino que se esbozarán los planteos más
importantes de los considerados por la tradición de la teoría de la gestión;
algunos autores centrales en la constitución de esta disciplina.
El que se suele considerar
el iniciador de la teorización sobre la administración y su aplicación a la
acción de la empresa, fue un ingeniero estadounidense, Frederick Winslow Taylor
(1856-1915), quien en 1911 publicó su libro Management
Científico; aunque debemos decir que como todo avance en el terreno de las
ideas en la historia de la humanidad, no surge de la nada, sino que es parte,
como de alguna manera hemos señalado, de una tradición.
El planteo central de
Taylor, era que la prosperidad de la empresa y de la sociedad en general, solo
podía provenir de la más alta productividad posible de hombres y máquinas.
Por lo tanto, el objetivo de
la administración era conseguir la mayor prosperidad para el empresario y para
los empleados; coloca así todo el poder no en los trabajadores que determinan
como hacer su tarea, sino en el management que organiza el trabajo; en su
criterio, se necesita un tipo de hombre que estudia y planifica el trabajo y
otro tipo distinto para ejecutarlo. Está dando nacimiento a la que denominamos tecnoburocracia en la organización.
Pone el acento en la
descripción minuciosa de cada tarea y, fundamentalmente, en los tiempos en que
ha de realizarse la misma; de esta manera transforma al trabajador en una
máquina más dentro de la empresa. Si no se ajustan los tiempos, según Taylor,
el trabajador rebaja su rendimiento.
Cada trabajador, debía ser
entrenado y recibir ayuda, que califica de cordial, por parte de sus jefes y no
dejar librado el trabajo a su iniciativa.
Este proceso, sería para el
autor la sustitución del empirismo por la ciencia; por eso sostiene que “El sistema de management científico
consiste fundamentalmente en ciertos principios generales, en una cierta teoría
que puede aplicarse de muchas formas diferentes”.
Obsérvese que en la
práctica, independientemente de que Taylor hable de teoría y de ciencia, lo que
surge de su trabajo es que se trata de un método –por ejemplo llevar
estadísticas del trabajo-, si se quiere una tecnología, en los términos en que
la hemos definido –para él la pieza clave pasa desde el hombre al sistema-,
para aumentar la productividad del trabajo y favorecer el desarrollo de la
acumulación del capital.
Pero la idea de management científico quedaría, a partir
de allí, instaurada en el discurso de la administración.
Taylor tuvo contemporáneos y
continuadores, como el caso de Henry Gantt, creador del diagrama que lleva su
nombre; Frank Gilbreth, que se concentró en el estudio de los movimientos más
que en los tiempos, ya que decía que el cronómetro no era esencial en su
sistema; y Lilian Gilbreth, que expuso las virtudes de la administración
científica pero desde la psicología, ya que planteaba en su libro La psicología de la administración, que
ésta se debía orientar más a los seres humanos que al trabajo, educando y
capacitando a los trabajadores.
En un estudio publicado en
la revista Gestión, a modo de resumen sobre la historia de la administración,
se observa que su autora postula que uno de los principales aportes de Taylor,
fue ubicar a la administración en el campo de las ciencias.
Entonces, la primera
pregunta que surge, es si el trabajo de este autor puede considerarse como
científico. Tomemos por ejemplo el caso
del señor Schmidt, que Taylor utiliza para analizar el acarreo de lingotes
–donde en un “alarde de humanismo” compara este trabajo con el que podría
realizar un gorila entrenado- y extrae conclusiones a partir del control sobre
este señor, en cuanto a los tiempos de trabajo y descanso, demostrando que se
podía aumentar su productividad en el acarreo. Conceptualmente, para Taylor el
ser humano es un autómata, que se puede programar en sus tiempos de trabajo y
descanso, para obtener de él la mayor productividad. Si bien testea sus
conclusiones, no parecería que surgen de sus controles de tiempo una teoría en
el sentido científico, sino más bien un método de trabajo basado en su
experiencia y en la del capitalismo estadounidense.
Henri Fayol (1841-1925),
incorporando en su acervo las ideas de Taylor, se dedicó más específicamente al
análisis y síntesis de la actividad de la Gerencia en su obra Administración industrial y general, de
1916.
Para este autor, la gestión
es un proceso que incluye planificar, organizar, dirigir, coordinar y
controlar. A lo desarrollado por Taylor, le suma unos principios básicos como
la unidad de mando, ya que un trabajador solo deber recibir órdenes de una sola
persona; la separación entre el staff, que asesora y la línea, donde ubica el
proceso de autoridad; el espíritu de equipo en el trabajo; la centralización de
la autoridad y la subordinación de los intereses particulares a los generales,
la equidad y la disciplina, entre otros. O sea que se trata de un conjunto de
directrices sobre cómo organizar el trabajo y estructurar la organización.
Contemporáneo a estos
autores es Max Weber (1864-1920), quien desde el campo de la sociología,
teorizó sobre un tipo de administración pública y gobierno, basados en la
racionalización; en ese marco desarrolló su teoría de la burocracia como máximo
exponente de esa racionalización de la actividad colectiva, construyendo además
un modelo sobre los distintos tipos de autoridad; ideas que expuso en Economía y Sociedad, publicado después
de su muerte.
Si bien hay que destacar que
Weber no teorizó sobre la administración en el sentido que venimos exponiendo,
como una práctica de organización y dirección de la empresa capitalista, ha
sido tomado por los teóricos de esta disciplina como parte de su acervo teórico.
Como sostiene Petriella,
con la incorporación del taylorismo, “la
burocracia weberiana ya no es una forma natural
de dominación sino un “natural” modelo de eficacia técnica”.
Entre 1924 y 1927, el
sociólogo Elton Mayo (1880-1949), llevó adelante una investigación en la
fábrica de General Electric en Chicago, que a pesar de pagar los mejores
salarios, brindar asistencia médica a su personal y vacaciones pagas, pasaba
por una situación laboral conflictiva.
Mayo y su equipo, trabajaron
sobre los efectos de la iluminación en el trabajo y, cuando esta fue mejorada,
la producción creció; pero cuando regresaron a las condiciones de inicio, la
producción volvió a crecer. Consultados los trabajadores, surgió que los mismos
habían sentido que la empresa se ocupaba de ellos.
Entre 1927 y 1932 hicieron
una nueva experiencia con dos grupos de seis operarias, sin supervisores y
probando distintas mejoras. Pero ocurrió que cuando se cancelaron las mejoras,
la producción alcanzó su nivel más alto. El estudio reveló que las operarias,
habían creado su propio método de trabajo autogestionado evitando la monotonía.
En la experiencia en el
taller de cableado, descubrieron la existencia de líderes naturales en el
equipo. A partir de estas observaciones, Mayo desarrolló su teoría, donde
propone superar el incentivo salarial y el mecanicismo de Taylor, por el
reconocimiento al trabajador.
No obstante, el experimento
de Mayo tuvo una serie de críticas, como que solo servía para demostrar lo que
ya se sabía; además de que del análisis de los propios documentos del equipo,
se detectaron irregularidades que los investigadores trataron de ocultar, como
suspender una investigación que no había dado los resultados previstos, que en
la primera experiencia los trabajadores fueron presionados y que dos empleadas
habían sido despedidas por insubordinación. Pero tampoco el experimento había
considerado el contexto económico social, como la depresión que siguió al crack
bursátil del año 1929. Además de que en un mundo en lucha entre capitalismo y socialismo,
el mismo Mayo sostuvo que había que buscar una tercera vía para evitar el
triunfo del segundo.
Todo este cuadro, es el que
le hace sugerir a Pablo Capanna que “quizás
en las ciencias sociales los factores políticos e ideológicos pesen màs”.
Y también señala con este caso, las limitaciones de los métodos experimentales
en ciencias sociales, pues se trabaja con seres humanos, con lo que las
conclusiones suelen ser orientativas.
Independientemente de que la
posición de Mayo significó un avance frente al taylorismo, evidentemente los
análisis empíricos fueron insuficientes en cuanto que se concentraron en una
sola empresa, que tuvieron problemas que no fueron tomados en cuenta y además,
que también hay que considerar que se trató nuevamente de soluciones sobre la
práctica de la administración de la fuerza de trabajo, más que de construir una
teoría comprensiva de la administración y de la organización como un sistema.
En esta primera etapa
histórica del desarrollo de las ideas en administración, más allá de su
caracterización de científica por parte de sus principales actores –exceptuando
a Weber que proviene de otra disciplina-, los considerados teóricos, en
realidad son personas más que nada preocupadas por la implementación práctica de
sus ideas, para la mejora de la eficiencia de la organización lucrativa y el
aumento de la rentabilidad del capital. Un ejemplo de esto, lo constituye el
hecho de que algunos de los citados en todos los libros clásicos de
administración, fueron en realidad ejecutivos de empresas como Chester Barnard,
ejecutivo de Bell Telephone o Alfred Sloan hijo, de General Motors, sin contar
con ese precursor que fue Henry Ford, que con sus cambios en la línea de
producción dio origen al denominado fordismo.
Esta característica se
mantendrá hasta la actualidad, donde la mayoría de los especialistas en
management, son consultores de grandes empresas, más preocupados por la
solución de los problemas a los que se enfrentan esas organizaciones que a
teorizar sobre las mismas; y cuando existe teorización, se basa en casos que
generalmente corresponde a grandes compañías. En este proceso, comienza a
superponerse el estudio de la administración como práctica de la organización
del trabajo en la empresa, con el oficio del administrador, entendido como
‘arte’, técnica o ciencia según el autor, que es quien conduce a la
organización. De ahí esta imbricación entre teóricos como Taylor o Mayo y
empresarios como Ford o directivos como Barnard, que atravesará todo el
pensamiento administrativo durante el siglo XX e inicios del XXI.
En definitiva, lo que configuró esta
etapa del pensamiento administrativo, es que la administración como práctica,
se ocupa de la organización del trabajo en las empresas y la coordinación del
mismo, que es ejercida por una tecnoburocracia.
Veremos que los cambios que se
fueron produciendo en la teoría de la administración, se relacionan con la
evolución de las empresas en la historia, ya que a una determinada necesidad
histórica, corresponde un tipo particular de organización y, por lo tanto de
organización del trabajo. Y éste último estará determinado por el sistema
económico imperante y las relaciones sociales resultantes de dicho sistema.
Por lo tanto, comprender a la
administración es comprender el trabajo en la historia, así como las
tecnologías disponibles para organizar el mismo, el sistema económico imperante
y sus consecuentes relaciones culturales y sociales, que es decir el componente
ideológico.
Fue Herbert Simon (1916-2001),
Premio Nobel de Economía en 1978, quien intentó, en las nuevas condiciones
económicas, políticas y sociales creadas fundamentalmente a partir del fin de
la Segunda Guerra Mundial -que produjeron una profunda transformación en la
producción y en el consumo como se los conocían hasta entonces y en el modelo
de empresa-, crear una nueva teoría sobre el administrar y sobre la propia
organización.
Era un investigador académico,
influenciado por las matemáticas y la física, que trabajó para transformar a
las ciencias sociales en ciencias duras, equipándolas con herramientas
matemáticas, ampliando su campo de estudio a la inteligencia artificial, la
computación y la psicología cognitiva.
Sus ideas básicas, están contenidas
en la que fue su obra más conocida, El
comportamiento administrativo, donde busca desarrollar una teoría de la
organización y su comportamiento.
Para Simon, los principios de la
administración eran 'proverbios', que pueden utilizarse pero no como una única
guía de trabajo en el diseño de las estructuras organizativas.
Los conceptos sobre los cuales
trabajó son el de la racionalidad limitada en la organización, los procesos de
toma de decisiones y el criterio de eficiencia. En este marco, distingue entre
los aspectos éticos, vinculados a la política y los aspectos administrativos,
vinculados a los hechos.
Por otra parte, se puede observar en
este autor –que publicó con James March en 1958 Teoría de la Organización-, la concepción de que las ciencias
sociales se transforman en ciencia en la medida en que utilizan la metodología
de las ciencias naturales, algo que profundizará en todas sus obras
posteriores; con lo cual la dimensión de los seres humanos se disocia del
trabajo.
Asimismo, al desvincular la ética de
la administración, su concepto de racionalidad cae en lo que Horkheimer denomina la razón
instrumental. Para este autor hay una razón que puede designarse subjetiva, que
se maneja con medios y fines, pero los modos de procedimiento se adecuan a
fines que se sobreentienden y son aceptados, sin poner en cuestión si los
objetivos como tales son razonables o no. Pero también existe una razón
objetiva, entendida como sistema vasto o jerarquía de todo lo que es, incluidos
el hombre y sus fines; en este caso, la razón es el instrumento dedicado a
comprender los fines, a determinarlos. Si reducimos la razón a solo una parte,
la razón se convierte en instrumento; el pensar queda reducido al nivel de un
proceso industrial, a un componente fijo de la producción.
En línea con lo que hemos
desarrollado en el apartado sobre epistemología, Horkheimer critica tanto al
empirismo –la observación no es un principio sino un modelo de comportamiento-,
como a los positivistas, entre los cuales podemos incluir a Simon, que ven una
ciencia de hechos y cosas y descuidan de ligar la transformación del mundo de
hechos y cosas con el proceso social.
No obstante debemos señalar, que aun
situando la teoría de Simon a la luz de lo expuesto por Horkheimer, e
independientemente de que no coincidimos con su esquema conceptual, igualmente
el primero es un exponente de aquellos que intentaron transformar a la
administración en una ciencia, a partir del desarrollo de una teoría de la
organización.
La obra de Ludwig von Bertalanffy
(1901-1972), realizó también un gran aporte a la teoría de la administración.
Su concepto de sistema abierto, que a partir de interacciones se relaciona con
otros sistemas, fue aplicado en forma exitosa en el ámbito de la gestión de
organizaciones, en cuanto a visualizar a la organización como un sistema
compuesto por subsistemas. Pero al igual que en el caso de Weber, hay que
destacar que se trata de una teoría proveniente de otro campo científico, que
fue utilizada como analogía en el campo de la administración.
De igual manera, otro avance
importante dentro de la disciplina, se da en este período histórico, ante la
necesidad de adaptar a las organizaciones a su nuevo contexto y se relaciona
con el desarrollo del concepto de estrategia.
Henry Mintzberg, sitúa el nacimiento de
la estrategia en los negocios en la teoría de los juegos y sus autores, von
Neumann y Morgenstern, continuados por Peter Drucker (1954), Alfred Chandler
(1962), Igor Ansoff (1965), Kenneth Andrews (1969), y posteriormente Mintzberg,
Michael Porter, Gary Hamel y C. K. Prahald, entre otros. Pero un análisis en
profundidad de los temas de la estrategia, nos permiten visualizar como se
trata específicamente de guías para la acción de los estrategos, que son los
gerentes. Básicamente, este gran tema de la administración de negocios –más
allá de los autores que enfatizan los temas del planeamiento o los
condicionantes como la denominada cultura organizacional-, trata sobre pautas
de conducta para conducir y guiar a la organización en el largo plazo en un
contexto cambiante. Se trata de teorías sobre la acción, más que conocimiento
científico, independientemente de utilizar instrumentos provenientes de otras
disciplinas científicas.
La denominada ciencia de la
administración, aparece así condicionada por la preocupación de los propios
teóricos, en buscar soluciones a problemas de funcionamiento operativo de las
organizaciones, más que en construir una epistemología que le sea propia.
Este modelo de comportamiento de los
teóricos que hemos sintéticamente analizado, no se encontraría alineado con los
conceptos que hemos desarrollado de ciencia, conocimiento científico o
epistemología, a excepción de Herbert Simon con la teoría de la organización,
pues como expresa Eduardo Ibarra Colado, su empeño intelectual
fue edificar una ciencia de consecuencias prácticas. Entonces la pregunta que
surge de nuestro trabajo, es si la administración puede considerarse una
ciencia.
Para el filósofo Mario Bunge, hay que diferenciar el
adjetivo científico del sustantivo ciencia y, en ese marco, averiguar si los
estudios de administración, aún los más rigurosamente científicos, son una
ciencia o una técnica.
En este camino, diferencia las
ciencias básicas de las ciencias aplicadas, donde la primera se propone
entender la realidad y la segunda una parte de ésta, para que alguien pueda transformarla.
Si bien esto es importante para su planteo, pues da como ejemplo que el
sociólogo o el economista estudian sistemas sociales para comprender como
funcionan, mientras que un científico social aplicado quiere averiguar que
obstaculiza o favorece su funcionamiento, entendemos que las ideas expuestas de
Klimovsky o Cereijido, invalidan de alguna manera este planteo. Pero también
diferencia este trabajo de los científicos de la técnica, que aspira a poner el
conocimiento en acción; mientras la ciencia se propone explicar el mundo, la
técnica se propone forjar las herramientas para transformarlo.
Partiendo del concepto de sociosistema, caracterizado por su
composición –las personas que forman parte-, el ambiente –natural y social- y
la estructura –relaciones entre sus miembros y con él ambiente-, sostiene que
podemos estudiar su administración con el objetivo de optimizar su
funcionamiento. Y de esto es de lo que se ocupa la que denomina administrotecnia, que controla cosas
concretas y, por lo tanto, no es una ciencia de acuerdo a lo ya expuesto, sino
una técnica. Una técnica que a su vez se basa en resultados científicos, siendo
una técnica científica, que sería más científica que por ejemplo el derecho,
pues este estaría fuertemente influido por la ideología. Con lo que las
preguntas serían, ¿acaso la administración no está influida por la ideología?
¿La concepción de una empresa regulada por el mercado para poder desarrollar
sus potencialidades, no es ideológica? ¿La organización de la fuerza de trabajo,
no está tamizada por la ideología?
En definitiva, para Bunge la
administrotecnia es científica pero no una ciencia, pues persigue conocer los
aspectos administrativos de los sociosistemas.
Otra de las posiciones clásicas en
este sentido es la de Bernardo Kliksberg, quien descarta en su
análisis que la administración sea un arte, por lo mismo que nosotros hemos
definido obra de arte y, a fin de determinar si se trata de una técnica o una
ciencia sostiene que, en primera instancia, si fuera una ciencia partiría de la
premisa de que las organizaciones, como todo fenómeno natural o social, tiene
regularidades de comportamiento y que esta ciencia, explicitaría las
regularidades, crearía teorías explicativas del comportamiento y utilizaría el
método científico más acorde con el fenómeno organizativo.
Pero también está la posibilidad de
que sea una técnica, o más bien una tecnología administrativa, cuyo objetivo
sería orientar el comportamiento global de las organizaciones, sus áreas y sus
componentes, hacia los objetivos deseados. Estas técnicas se integrarían con
normas, al nivel de los distintos problemas de la organización.
Con lo cual Kliksberg, llega a la
conclusión de que la administración es una disciplina científica y una
tecnología. Como el objeto estudiado por esta disciplina, la organización, es
de carácter real y perteneciente al mundo de la cultura, la ciencia que
investiga las organizaciones, la administración, está comprendida en el campo
del saber científico dirigido a los objetos culturales.
Pero no puede por sí sola estudiar
la organización y, por lo tanto, requiere de la interdisciplina.
Aquí hay que remarcar, que en ambos
casos entendemos que se utilizan en forma confusa los conceptos de técnica y
tecnología. De acuerdo a lo que hemos establecido al inicio de este capítulo,
lo que plantea Bunge debería considerarse más que como técnica, como una
tecnología, por su carácter sistémico; pensamos que quizás el término
sociotecnología o tecnología social, serían más apropiados para el planteo que
el utilizado por el autor. Igualmente en el caso de Kliksberg, donde utiliza
ambos términos en forma indistinta en su obra, aunque finaliza definiendo a la
administración como una tecnología, que consideramos más adecuado, además de
cómo ciencia.
En
tiempos de digitalización
Como ya ha sido expuesto, la organización del trabajo y
la medición de sus resultados -sea en una organización o en una institución-,
es la plataforma sobre la que se basa el administrar. A su teorización, se han
ido sumando distintas problemáticas a lo largo del siglo XX y XXI a medida que
crecía en importancia como actor social y en complejidad la empresa en el
sentido en que hoy se la conoce.
La amalgama entre la teoría de la administración y la
organización del trabajo, ha sido históricamente la tecnología, tanto en la
gestión administrativa como en la producción.
Pero a partir fundamentalmente de la década de 1970,
hemos asistido a un progresivo crecimiento del trabajo que se denominará cognitivo
en este proceso, aunque debemos señalar aquí dos cuestiones.
Trabajo cognitivo, no significa que el trabajador crea
conocimiento sino que opera con él, aunque en algunas circunstancias la empresa
utiliza las innovaciones de sus empleados. Y la segunda cuestión, es que si
bien tradicionalmente se ha identificado el trabajo que hoy llamamos cognitivo
con el profesional, el empleado administrativo o el directivo, en la actualidad
todos los trabajos se están transformando progresivamente en cognitivos, lo que
conduce a la denominación de capitalismo cognitivo, como algunos autores
denominan a la etapa actual, tal el caso de Carlo Vercellone o Andrea
Fumagalli. Se trata de una fase donde la fuente central de productividad y
poder de las empresas es la creación y transmisión de información. O como
sostiene Vercellone, es el resultado de un
proceso de reestructuración del capital a través del cual intenta absorber,
muchas veces en forma parasitaria, la producción colectiva de conocimientos.
Entonces, este autor lo piensa como un nuevo sistema histórico de dominación -a
mi criterio una etapa histórica-, en el cual el valor productivo del trabajo
intelectual e inmaterial deviene dominante.
Ahora, el esquema de trabajo producto de esa amalgama
entre teoría de la administración y tecnología, que el taylorismo formaliza a
inicios del siglo XX, donde el ser humano pierde su condición de tal frente a
la máquina consolidando su función de apéndice de la misma, continúa
profundizándose en cada salto cualitativo en la aplicación de nuevas
tecnologías a la empresa, situación que el capitalismo debe encarar frente a la
caída tendencial de la tasa de ganancia.
Pero lo descripto, no es solo aplicable como en el
taylorismo, a los obreros que trabajan vinculados directamente a la producción,
sino a todos los trabajadores que se han denominado como cognitivos, a partir
del momento histórico en que nos encontramos, que ha sido definido de diversas
formas por diversos autores, como el de la Industria 4.0, capitalismo cognitivo
como hemos señalado, capitalismo computacional, capitalismo de plataformas,
capitalismo de vigilancia y otros términos más antiguos como capitalismo tardío,
que trata en definitiva, de la
aplicación masiva de las tecnologías digitales y la automatización a los
procesos organizacionales.
El filósofo italiano Franco Berardi, vincula este proceso a
la cancelación de la distinción entre tiempo de ocio y tiempo de trabajo,
tomando así el teléfono celular el lugar de la cadena de montaje en el trabajo
cognitivo; podríamos ampliar esta idea agregando que cualquier dispositivo
móvil toma ese lugar, en la medida en que las redes digitales móviles
constituyen la nueva línea de montaje.
Asimismo, denomina a estos nuevos
trabajadores el cognitariado, un trabajador máquina que posee un cerebro
que puede ser utilizado por fragmentos de tiempo y que se le paga por una
prestación puntual y ocasional; el trabajo, utilizando las expresiones de este
autor, se fractaliza y celulariza.
Nos enfrentamos entonces a un
problema con distintas variables de análisis, complementarias o contrapuestas
según los casos, pero con un telón de fondo común, que es el papel de las
tecnologías digitales en la reconfiguración del espacio de trabajo y de las
características del mismo, con un solo objetivo, que es el aumento de la productividad.
Este proceso de
automatización y fragmentación de las tareas, donde el saber profesional de los
trabajadores se pone al servicio de la máquina, ha sido denominado taylorismo
digital.
De alguna manera, se estandarizan los trabajos denominados cognitivos, igual
que hacía Taylor con el trabajador manual; un proceso que se inicia en realidad
en la década de 1970 donde de a poco la tecnología va impactando en los
trabajos administrativos y de las empresas de servicios, no solo en la
producción.
No hemos pretendido en este
apartado, realizar un desarrollo exhaustivo y en profundidad sobre las
tecnologías digitales y su impacto en la gestión de organizaciones y en la
sociedad –lo que ha sido expuesto por el autor con anterioridad en diversos
materiales-, sino que la intención ha sido presentar un fenómeno que impacta
sobre cualquier pretensión de pensar la administración de organizaciones.
En este sentido y, considerando el
tema que en este material y los previos nos ocupa, debemos manifestar dos cuestiones
que pensamos centrales en relación al objetivo del trabajo.
Primero, que el impacto de la
digitalización es innegable y profundo sobre las técnicas de la administración
de organizaciones e instituciones. Pero justamente, se trata de un impacto sobre
las técnicas de gestión; técnicas que pueden ser soporte de una ciencia, pero
nunca la ciencia en sí. Por lo tanto, quedarían ajenas a nuestra búsqueda de
una epistemología específica, aunque formarían parte de la misma.
Y una segunda cuestión, es que la
Inteligencia Artificial, para transformar la teoría de las organizaciones,
tendría que operar sobre una dimensión que aún no opera y no sabemos si llegará
a hacerlo. Se trata de la creatividad y del pensamiento crítico. No hay ninguna
de estas dos funciones del ser humano, que por ahora puedan ser encaradas por
la IA.
Si bien no es nuestro objetivo, como
hemos expresado, profundizar en estos temas en este material, podemos pensar en
múltiples ejemplos en la historia del arte, por ejemplo durante el llamado
Renacimiento Europeo, para comprender como los artistas, arquitectos y otros,
no resolvían problemas, sino que antes planteaban nuevos problemas, no
existentes, donde no había historia de datos a los que recurrir. Creaban
pensando críticamente su tradición; así ha sido siempre en la historia de la
humanidad.
VI.- Conclusiones
Desde
distintos modelos conceptuales –que solo hemos esbozado en algunos casos en
este trabajo-, se ha pretendido abordar el estudio de la organización y su
administración.
Por una
parte la administración, que como
hemos visto trata fundamentalmente de la organización del trabajo en la empresa
–que se extiende a las organizaciones en su conjunto-, de acuerdo a los
objetivos establecidos por la dirección y coordinado con las tecnologías
disponibles. En este caso, aparecen alternativamente y, en muchos casos
superpuestos, las herramientas para el administrar y el papel del
administrador. Además de que la aparición de conceptos como el de estrategia,
intentaron vincular los instrumentos de gestión con el contexto.
Por otra
parte, surge la teoría de la organización,
que pretende dar cuenta de la organización como un sistema, que profundiza en
el estudio de sus partes y en sus interacciones con otros sistemas abiertos;
concibe a las organizaciones como formas sociales u objetos culturales. Dentro
de la misma, también surge el papel de la gestión y los gestores, como una
parte de la organización, estudiando también los hechos sociales que produce la
organización.
Hay otros
modelos de abordaje teórico como el análisis
institucional, representado por René Loureau –que no hemos desarrollado en
este trabajo-, donde la organización es concebida como el momento singular de
la institución y que abreva conceptualmente en la sociología, la psicología y
la filosofía; además de enfoques como los denominados estudios organizacionales, sociología
del trabajo o sociología de la
organización.
Pero de
acuerdo a lo que hemos expresado, pensamos que evidentemente la administración
no podría ser considerada una ciencia, en tanto de que se trata de la
investigación aplicada a la generación de herramientas para la gestión, como
sería el caso de la estrategia, el estudio del factor humano, la calidad o el
marketing. En este caso, vamos a coincidir con Bunge y con Kliksberg, en cuanto
a que se trataría en este caso de una tecnología social –aunque no sea este el
término exacto utilizado por estos autores-, por cuanto es una tecnología
organizativa y artefactual operando en una forma social. En este caso también
coincidimos con Bunge en cuanto a que es científica –como adjetivo-, ya que se
nutre de ciencias auxiliares como la estadística, la matemática, la economía,
la antropología, la sociología, la psicología o la psicología social. Ahí se
generaría un encuentro interdisciplinario entre estas ciencias y la disciplina
de la administración, entendida como tecnología social.
Pero lo
que sí pensamos es una ciencia es la teoría de la organización, en cuanto a que
trata de explicar el funcionamiento organizacional como un conjunto, pero con
particularidades, que incluyen, como ciencia, a la tecnología social de la
administración, ya que no hay organización sin administración. Pero para que la
teoría de la organización se transforme en ciencia, en conocimiento y
explicación de la realidad –en tanto que las organizaciones son reales-,
necesita también incorporar aportes, conceptos y metodologías de otras ciencias
como las que hemos mencionado, pero aquí más en un trabajo transdisciplinario
que interdisciplinario.
Esto no
quiere decir, que la teoría de la organización ya se haya transformado en
ciencia, pues para hacerlo debería construir su propia epistemología y, por lo
tanto, su propio método científico, algo que todavía no existe.
Para que
esta teoría de la organización alcance su nivel de estatus científico, hace
falta recorrer un largo camino, como el emprendido por algunos autores
comprendidos en los denominados critical
management studies, como Aktouf,
Alvesson, Wilmott o Chanlat. Hace falta pensar más en el terreno de la política
y del poder en las organizaciones, así como apelar al conocimiento desarrollado
en otras disciplinas, por autores como Foucault –el poder-, Delleuze
–sociedades de control- y otros. O sea construir una necesaria epistemología de
la organización, que no sea solo sociología, sino que se piense la organización
como organismo complejo, en el camino de desarrollar una ciencia que,
parafraseando a Sokal, descubra como son realmente las cosas en la organización
y afirme que estamos progresando en esa dirección, aunque nunca alcanzaremos la
meta por completo.
Y
fundamentalmente, una ciencia que abandone la razón instrumental y posibilite
incorporar los fines, lo que es decir el ámbito de la ética, lo que es decir el
campo de la ideología.
Taylor Frederick Winslow. Management científico. Ediciones Orbis, Madrid, España, 1984.
p. 36.
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