“LO QUE NOS DEJARON
LAS REVISTAS”
Dr. Carlos A. J. Molinari
Durante el siglo XX, las revistas de difusión masiva, se convirtieron progresivamente en una poderosa fuente de información y transmisión de conocimiento, así como moldeadoras de la opinión pública.
No
importa su formato, sea puro texto o su combinación con la gráfica; desde una
fotonovela a noticias a través de la fotografía, desde las literarias a las
políticas, pasando por todas las combinaciones posibles de revistas
especializadas, cumplieron con una función que, en muchos casos, las transformó
sino en sustitutos, como mínimo en complementarias de los libros y también de
los diarios y periódicos, por su capacidad para profundizar en diversos temas.
Pero
todo este universo gráfico, entró en un período de extinción a partir de la
difusión de las tecnologías digitales, en especial desde la pandemia mundial
del año 2020, donde la dinámica de ese momento condujo a un reemplazo
progresivo de los materiales en papel.
Un
reemplazo, que no solo está significando el fin de un formato en sí mismo. ¿A
qué me refiero?
No
pretendemos hacer una historia de las revistas, siempre modificándose a la par
de los cambios sociales. Si bien pensamos que hay una historia en común,
tomaremos como base del análisis, como el espectro de este medio se mostraba en
los últimos cincuenta años.
En
este sentido, tenemos que analizar dos cuestiones en relación con las revistas:
su forma y su contenido.
Cuando
hablamos de forma, no estamos pensando solamente en la revista, sino también en
su exhibición. El lugar casi podríamos decir natural de presentación de las
revistas, fue durante el siglo XX, por lo menos en Argentina, y en los inicios
del XXI, el kiosco de diarios y revistas. Este espacio de exposición de las
publicaciones gráficas, posibilitaba al potencial lector, captar con una mirada
casi diríamos superficial, el conjunto de la oferta. Nombres de los medios,
artículos, arte de tapa, fotografías. El comprador, se veía tentado por las
distintas posibilidades que le brindaban las revistas, generando un efecto de
incentivar el impulso hacia la compra; meditado a partir de lo que se observaba
o simplemente como acto compulsivo basado en expectativas. Pero lo más
importante, era que se podía observar el conjunto, las ideas subyacentes en
cada publicación, los intereses de cada lector/observador. Con las tecnologías
digitales, esta posibilidad desaparece; el lector debe buscar en una base de
datos cuasi infinita, sin conocer cuál es la oferta, sin encontrar quizás lo
que podría ser de su interés. Solo encuentra lo que le ofrecen, que en muchas
oportunidades depende de lo que un algoritmo interpreta sobre sus necesidades o
de quienes pagan por ser encontrados. Pero que pasa con aquello que nos podría
interesar, pero no lo sabemos aún, o lo que podría despertar nuestra
curiosidad, pero nunca sabremos que existe.
La
otra cuestión de la forma, se refiere al medio en sí, donde la tapa juega un
papel central en el mismo. Una gráfica, generalmente fotografía, que nos atrae
a una primera mirada, que nos llama la atención; primer hecho fundamental. Pero
también texto, que nos cuenta el contenido del material, aquello que podría
despertar el interés por la lectura; o el nombre de quien escribe, un acicate
también para el observador indeciso. Asimismo, el nombre de la revista jugaba
un papel esencial, en cuanto nos sumergía en los hechos, planteos, ideas, que
podríamos hallar. Aunque ese nombre, que delataba una conexión con nuestro
imaginario y con nuestras necesidades de información, podía resultar engañoso;
por eso siempre estaba el resto de la tapa, para confirmar o rechazar nuestra
expectativa.
En
ciertos casos, la gráfica de tapa lo era casi todo para conquistar al lector;
en una revista de historietas, en una de política, en una deportiva. Aunque
casi siempre, los textos complementaban para inducir a la compra.
En
el caso de las denominadas revistas-libro, por tratarse de materiales más
vinculados a la literatura o las ciencias sociales y humanas, la tapa jugaba
otro papel, debido al lugar de exhibición, las librerías. Pero no perdía su
importancia, ya que al dirigirse a un lector más especializado, el texto con
los autores y los nombres de los artículos, reemplazaban a la gráfica, aunque
no totalmente, ya que algunas la mantenían.
Pero
quizás lo más importante que nos generaban las revistas, más allá del atractivo
estético de las mismas, era la estructura de organización de la lectura, en
relación directa con la potencialidad del contenido.
Frente
a la estructura de las revistas digitales, donde una de las características es
lo ajustado del texto –los lectores cada vez soportan menos la extensión
desmesurada-, la revista física, aún con la lógica limitación del espacio, daba
lugar al artículo de profundidad; no importa lo que esto significara en cada
tipo de revista.
A
su vez, el texto podía combinarse con fotografías, grabados, o cualquier tipo
de gráfica, que no solo complementaban al artículo, sino que incluso podía
aportar estéticamente al material en general o tener valor por sí mismo.
Hasta
las revistas-libro, como fue por ejemplo la primera de este tipo a la que tuve
acceso como lector, la revista Planeta, complementaba con fotografías y
grabados, lo que realzaba y complementaba el propio artículo.
También
posibilitaba la revista, leer un artículo, dejarlo y retomar en distintos
momentos, ya que siempre estaba al alcance de la mano. En nuestra cultura
digital, se deja un artículo o la propia revista y se torna difícil retomar, ya
que una nueva apertura del dispositivo es acceder a nuevos contenidos que
reemplazan lo anterior.
La
revista, dependiendo de las características de su contenido, acompañaba la
semana o el mes al lector, permitiendo un acceso casi total al contenido de la
misma.
Otro
tema relevante, es la forma en que se lee, lo que antes denominamos la
estructura de la lectura. En la combinación de texto, fotografía y grabado o
dibujo, es factible ir y volver entre los distintos materiales, u organizar la
lectura de acuerdo a los intereses o los sentimientos del lector en cada
momento; un proceso casi imposible en la lectura digital.
Más
de un pensador, ha sostenido que no importa el formato, si el texto está
inscripto en piedra o en papel en un libro, sino que lo importante es el
contenido. Me encuentro entre quienes pensaban así y que, por lo tanto, lo
digital era solo un problema de soporte.
En
realidad, no lo es. El soporte no es solo de las palabras escritas, también lo
es de una manera de leer, de organizar este proceso, igual que también lo es de
una forma de exponer el contenido por parte del autor y de asimilación del
mismo por el lector.
El
potencial desplegado por la combinación entre imprenta y libro de papel, generó
calidad de exposición combinada con posibilidad de profundizar sin límite esa
exposición. Además de que el libro de papel, impulsaba la lectura reflexiva, en
ese ir y venir entre renglones y entre páginas.
De
la misma forma operaba la revista en papel, esa que se encuentra en extinción.
El
problema, es que no se extingue simplemente un formato, lo que se extingue es
una posibilidad de acceso al conocimiento más profundo, sea cual fuere el
mismo.
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